WikiLeaks OFRECE UNA LECCIÓN
SOBRE EL FUTURO Y EL PASSADO

El proceso por el que estos documentos se han hecho públicos es más fascinante que su propio contenido

IBRAHIM AL MARASHI *
01.12.2010
Ilustração – Obra de Salvador Dali

El contenido de los telegramas diplomáticos estadounidenses pertenecientes al archivo de WikiLeaks sobre Irak que saldrán a la luz esta semana, además de los documentos militares secretos estadounidenses filtrados previamente, son pequeños episodios de una nueva era de la mundialización del espionaje. Aunque buena parte de la atención de los medios de comunicación se centra en el contenido de los documentos filtrados y en la embarazosa información diplomática que revelan acerca de los dirigentes mundiales, el valor de los documentos de WikiLeaks reside en la información que ofrecen sobre el pasado. Además, el proceso por el que estos documentos se han hecho públicos es más fascinante que su propio contenido.
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Una de las características de la mundialización es una revolución tecnológica de las comunicaciones que hace desaparecer el tiempo y el espacio y exagera la capacidad del Estado para controlar la información dentro de sus fronteras o en todo el mundo. Julian Assange, el australiano fundador de la organización independiente WikiLeaks, ha utilizado Suecia como sede, además de una red de servidores de todo el mundo, para mostrar instantáneamente estos documentos a una audiencia planetaria. En este caso, la superpotencia estadounidense ha sido incapaz de evitar que este superpoderoso australiano publique los documentos y los envíe a diversos medios de comunicación internacionales de EE UU, Reino Unido, Francia y España.
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A pesar de todo, el reciente ataque de denegación de servicio perpetrado contra la web de WikiLeaks podría ser una táctica empleada por los Estados para impedir la publicación de estos documentos. Además, la mundialización del espionaje no significa que el Estado sea irrelevante. Assange vivía en Suecia debido a su gran libertad de prensa, pero se le denegó un permiso de residencia y se ha unido a las filas de los nómadas mundiales.
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Yo mismo he vivido en mis carnes este fenómeno de la mundialización del espionaje. Cuando el académico Glen Rangwala, de la Universidad de Cambridge, se dio cuenta de que un informe secreto británico que había encontrado en Internet era similar a un artículo que yo había escrito sobre Irak y que también estaba publicado en la Red, pudo enviarme desde Reino Unido un mensaje de correo electrónico que yo leí en California a primera hora de la mañana. Un par de segundos después, pude responderle que yo no había tenido nada que ver con la redacción del borrador del informe secreto británico. Un anuncio publicado en el sitio web de Rangwala y un par de correos electrónicos más hicieron que la historia saliese a la luz en las noticias del Canal 4 de Londres y copase los titulares en multitud de países, desde Sudáfrica hasta India. Todo esto sucedió en menos de 24 horas.
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El material confidencial generado por EE UU o Reino Unido siempre ha estado al alcance de los ciudadanos. Los documentos secretos se hacen públicos entre 30 y 100 años después de la fecha de emisión de los mismos. Se debe poder acceder a dicha información en virtud de la Ley sobre Libertad de Información, o a través del Archivo Nacional de Seguridad o la Oficina Pública de Registros. La mundialización de la información ha acelerado este proceso.
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Esta privatización del espionaje es importante si se tiene en cuenta el modo en que la información se transfirió a WikiLeaks. En 1971, los papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam fueron enviados a un periodista mediante una copia impresa. A principios de los años noventa, el ex agente del KGB Vasili Mitrojin suministró miles de documentos confidenciales soviéticos a Reino Unido transportándolos físicamente en una maleta. Las nuevas tecnologías de la comunicación han permitido al supuesto filtrador de estos documentos en el Ejército de EE UU, Bradley Manning, enviarlos probablemente con un par de clics del ratón.
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Un grupo como WikiLeaks no se parece en ningún sentido a Al Qaeda, pero lo que sí tienen en común, al menos desde el punto de vista de la seguridad estadounidense, es que ambas son redes a las que es difícil poner en jaque. Se ha descrito a WikiLeaks como la “primera organización de noticias apátrida”, del mismo modo en que Al Qaeda es una organización terrorista apátrida. Assange había dicho que EE UU podría atacar WikiLeaks de forma clandestina y crear nuevos campos de batalla en la guerra cibernética. Los supuestos ataques de denegación de servicio podrían ser un síntoma de esta tendencia.
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Aunque los documentos de WikiLeaks podrían constituir un presagio del futuro de la revelación de información secreta, yo los encuentro valiosos por lo que dicen del pasado, especialmente dos telegramas de 1972 y 1979 procedentes de la Embajada de EE UU en Irán. El documento de 1972 detalla los intentos estadounidenses por acelerar el envío de los reactores F-4 Phantom al Irán del sha (aviones que siguen usándose en las fuerzas aéreas de la República Islámica de Irán). En esta época de embargos contra Irán, es fácil olvidar la alianza que mantenían EE UU e Irán hace unas décadas.
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Otro documento fascinante fue escrito en la Embajada de EE UU en Teherán en agosto de 1979, solo unos meses antes de la crisis de los rehenes. El telegrama se escribió con la intención de explicar de manera irónica el “ego” iraní a las empresas que fuesen a invertir en Irán en el futuro: “La experiencia de los persas es que nada es permanente y suelen tener la impresión de que las fuerzas hostiles abundan. En un entorno así, todo el mundo debe estar en alerta permanente para tener la posibilidad de protegerse de unas fuerzas malévolas que de otro modo serían su perdición”.
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Aunque los comentarios son reduccionistas en su visión del pueblo iraní, explican hasta cierto punto cómo ve la actual República Islámica su situación en lo que a la seguridad se refiere. El telegrama continúa diciendo: “No se debe esperar que un iraní comprenda inmediatamente las ventajas que entraña una relación a largo plazo basada en la confianza. Dará por hecho que su homólogo es, esencialmente, un adversario”. Este escrito diplomático estadounidense de 1979 parece anunciar de manera extraña e inquietante las dificultades en las negociaciones entre Irán y Occidente sobre el programa nuclear de Teherán. Los responsables políticos estadounidenses que tienen dificultades para comprender el comportamiento del Estado iraní deberían leer telegramas antiguos como este. Aunque WikiLeaks pueda representar una era futura de circulación de la información, también demuestra que parte la información más valiosa se encuentra en el pasado.
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* Ibrahim al Marashi es catedrático de Historia Contemporánea y Libertad de Expresión en la Universidad IE en España.
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