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REPORTAJE: UNA ÓPERA DEL SIGLO XXI


El 'bel canto' revive
la tragedia
de la conejita playboy



La vida de la fallecida modelo Anna Nicole Smith, llena de sexo, drogas y escándalos inspira una ópera que se estrena el mes próximo en el Covent Garden de Londres


LOLA GALÁN

30/01/2011

Anna Nicole Smith, sex symbol famosa por sus descomunales pechos de silicona y su matrimonio con un multimillonario octogenario, no superó en vida el nivel de las crónicas de cotilleo. Pero cuatro años después de su muerte, en febrero de 2007, víctima de una sobredosis de fármacos, ha sido encumbrada a la categoría de las heroínas de Puccini, Verdi o Bizet por la Royal Opera House de Londres.

En un par de semanas, la ópera Anna Nicole se estrenará en el templo del bel canto londinense, dejando a más de uno de sus exquisitos patrocinadores con la boca abierta. O quizá no. El instinto comercial británico ha sabido encontrar siempre una vía digna para explotar el escándalo. Elaine Padmore, al frente de la institución entonces, reconocía al diario The Guardian en 2009, que la vida de Anna Nicole merecía llevarse a la ópera aunque no fuera más que para romper la imagen rancia y "europea" que tiene la música lírica. De ahí la importancia de crear nuevas piezas con temas y protagonistas populares. Y quizás, no europeos.

Anna Nicole, con su melena rubia, su 1,80 metros de estatura y su espectacular busto, no podía ser más americana. Quiso ser la nueva Marilyn Monroe, pero se quedó en modelo de Playboy, mujer escándalo, viuda de un multimillonario obligada a disputarle la herencia a su implacable familia.

Los directivos del primer teatro lírico británico han visto en esta trama, que muchos juzgan barata, una parábola de la celebridad y los estragos que causa en los que la conquistan. Un material de primera, para apuntarse un tanto innovador y provocador, capaz de llenar el Covent Garden con gente más joven (y quizá menos europea) que la que normalmente lo frecuenta. Por supuesto, no es la primera iniciativa de este tipo. La soprano y compositora española Pilar Jurado está a punto de estrenar una ópera sobre un tema actual, en España. Y en cuanto al escándalo, los montajes operísticos de la Fura dels Baus o de Calixto Bieito hace tiempo que revolucionaron los teatros de la ópera del mundo.

Un joven músico, Mark-Anthony Turnage, ha compuesto la partitura sobre la historia escandalosa, llena de sexo y drogas, de Anna Nicole, escrita por el libretista Richard Thomas, coautor de un musical satírico y provocador, sobre un famoso programa basura de la televisión estadounidense, The Springer Show. Thomas, según confesión propia, se enamoró de la ópera en los años setenta, cuando malvivía en Viena y vio en la Staatsoper La flauta mágica, de Mozart. La imagen de la Reina de la noche le dejó trastornado y decidido a probar suerte en el género. La fortuna le ha servido en bandeja Anna Nicole, una historia que, a su juicio, tiene todos los ingredientes de un melodrama lírico.

Su texto ha sido revisado con lupa para que no supere los límites de brutalidad estética que pueden aceptarse en un teatro de este nivel. Y sobre todo para que no dé lugar a querellas judiciales, porque algunos de los protagonistas del drama aún viven. Thomas ha reconocido que ha tenido que limar algunas escenas eróticas consideradas excesivas para el Covent Garden. Pero la producción ha encandilado a todos. Empezando por el director de escena, Richard Jones, que confesó a The Sunday Times lo fascinante del contraste "entre la historia profana y el templo del arte", donde va a representarse, bajo la batuta de Antonio Pappano, y con la soprano Eva María Westbrock, en el papel principal.

La vertiginosa vida de Anna Nicole Smith se ha revelado un verdadero filón. Su nombre ha figurado incluso en un par de cables del Departamento de Estado aireados por Wikileaks. En 2006, el embajador estadounidense en Bahamas hizo algunas anotaciones sobre su llegada a la isla. "El huracán Anna Nicole causa estragos en Bahamas", escribe. La inusitada facilidad con la que obtiene el permiso de residencia, acostándose, supuestamente, con el ministro de Inmigración, provoca el cese de este y el triunfo del partido de oposición en las sucesivas elecciones.

Su paso por el mundo fue ciertamente huracanado. Nacida en noviembre de 1967 en una pequeña población de Houston (Tejas), Victoria Lynn Hogan -su verdadero nombre- creció en un hogar infeliz, tras el abandono de su padre. Quería ser famosa como Marilyn Monroe, pero el camino hacia el estrellato resultó tortuoso. Tras un breve y desastroso matrimonio, se encontró a los 18 años sola y con un recién nacido, su hijo Daniel. Trabajó para mantenerlo en clubes de strip-tease de poca monta hasta que decidió operarse los pechos para adaptarse a los gustos de la clientela. Así pasó a trabajar en un local de Houston, donde, en 1991, conoció al multimillonario J. Howard Marshall II, un magnate del petróleo casado en segundas nupcias y muy aficionado a las chicas de club.

Fueron años de esplendor para Anna Nicole, modelo de la revista Playboy en 1992 y 1993. Un contrato con la firma de ropa Guess le supuso la consagración. Los paparazzi se convirtieron en su sombra, y le cayó algún papel menor en producciones de Hollywood. Fue entonces cuando enviudó J. Howard Marshall II, que perdió también a su amante de los últimos años. Según el libretista Thomas, era un anciano lúcido y con gran olfato para los negocios, y no un viejo senil manipulado por Anna Nicole, cuando finalmente se casaron en Houston, en 1994. Él tenía 89 años y se movía en silla de ruedas. Ella era una despampanante belleza de 27 años con ganas de comerse el mundo.

Vista con perspectiva, la unión, que duró solo 13 meses (J. H. Marshall murió en 1995), fue un desastre para Anna Nicole. Los implantes de silicona le atormentaban con continuos dolores y terminó enganchada a los calmantes. Desde el momento en el que su marido cayó enfermo, Pierce, hijo del magnate, le declaró una guerra judicial sin cuartel, que terminó privándole de la mansión donde vivía, de su asignación mensual y hasta de la posibilidad de pasar más de media hora al día con el enfermo.

A su muerte, la guerra judicial, todavía abierta hoy, se recrudeció. Anna Nicole hizo esfuerzos por seguir con su carrera. Rodeada de admiradores, amantes y asesores, asidua de programas de televisión, recaló en Bahamas, en 2006, con su agente y abogado Howard Stern. Estaba embarazada del fotógrafo Larry Birkhead, y en septiembre de ese año, nació su hija Dannielynn, en Nassau. Puede que fuera la mayor alegría de su vida, pero alegría fugaz, porque pocos días después del parto moría de sobredosis su hijo Daniel. Tenía 20 años. Anna Nicole le sobrevivió unos meses. El 8 de febrero de 2007 decidió imitarle, con la ayuda de un cóctel de calmantes. Su vida pasa ahora a ser una ópera. Lástima que la interesada no pueda ya disfrutar de este ascenso en el escalafón de la fama.

El libreto ha sido revisado con lupa para evitar excesos sexuales y querellas de personajes que aún viven

http://www.elpais.es/
Grandes de la ópera mundial
al servicio de Gluck

'Iphigénie en Tauride' reúne en el Teatro Real a Robert Carsen, Thomas Hengelbrock, Plácido Domingo, Susan Granham y Paul Groves 

Rosana Torres,Madrid
18.01.2011 
Foto - Plácido Domingo, durante la presentación de la ópera 'Ifigenia en Táuride', en el Teatro Real, en Madrid.- GETTY
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Se trata de un acontecimiento escénico de esos con los que pocas se puede soñar, pero Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real está acostumbrado a no reprimir todo tipo de fantasías en sus sueños. Iphigénie en Tauride, una de las mejores óperas de todos los tiempos y la más emblemática de Christoph Willibald Gluck (1714-1787), se representa por primera vez como ópera en el Teatro Real de Madrid.
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Lo excepcional es que llega con el director escénico e iluminador Robert Carsen, quien ya llevó al público del Real hasta el éxtasis, con trabajos suyos en este mismo coliseo como Diálogo de Carmelitas, Katia Kabanova y Salomé. Con Thomas Hengelbrock, el versátil y polifacético director musical, ya convertido en uno de los grandes del siglo XXI, que dirigirá en próximas temporadas en el Real La clemenza di Tito, Parsifal y Genoveva, de Schumann.  
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Y un reparto que de tan excepcional ni los que forman parte de él terminan de creérselo. El tenor español Plácido Domingo, del que sus colegas afirman que es el más importante cantante lírico del mundo, quien cumplirá 70 años la semana que viene (el 21 está previsto un gran homenaje) interpretando al noble y atormentado Oreste; la mezzosoprano americana Susa Graham, de quien nadie pone en duda es la mejor intérprete de Ifigenia en este momento, y el tenor Paul Groves, también considerado el mejor Pylade de la actualidad.
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Todos ellos destacan el también valioso segundo reparto (Maria Riccarda Wesseling, Yann Beuron y Lucas Meachem) que alternará las diez funciones de la pieza a partir del día 13 y previstas hasta el próximo 27 de enero.
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El tenor español Plácido Domingo dice que se han juntado elementos excepcionales en esta Iphigénie en Tauride. "Esta ópera es un regalo, para el público en general va a ser una sorpresa extraordinaria y me toca participar en ella con estos dos maestros (por el director musical y escénico) a los que he admirado muchísimo..., esta producción es muy especial", dice Domingo de esta obra que considera que en su estilo es la mejor y una de las más grandes de todos los tiempos".

Ópera maestra del XVIII
El maestro Hengelbrok tampoco ahorra elogios: "Es una gran oportunidad, es extraordinario lo que se ha dado en este maravillosos teatro, sólo puedo decir que en esta producción todos los elementos se han conjuntado de manera excepcional", apunta el director de orquesta que por primera vez trabaja con Carsen, "del que conocemos la importancia de su trabajo, más que un director, es un lujo". Hengelbrok sostiene que en una ópera no sólo se trata de lo que uno hace: "No se puede hablar de lo mío, lo que imporata es el conjunto, el drama, el vestuario, los cantantes y lo que se ha unido en Madrid es extraordinario; como director de orquesta no podría esperar un reparto mejor de solistas, en una óperas maestra del siglo XVIII de la que sólo puedo decir que hasta la fecha no se ha superado en absoluto", apunta Hengelbrok, quien a pesar de estar acostumbrado a trabajar con instrumentos originales destaca la flexibilidad de la orquesta con la que ha trabajado a fondo buscando un sonido diferente.
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"Es una ópera intensa que ahonda en las emociones humanas", comenta el canadiense Carsen. "En Iphigénie vemos como a través de la tragedia, del dolor, se produce una limpieza del alma, y el público que está sufriendo igualmente, también puede participar de esa limpieza depuradora", comenta el director escénico de este título que ya ha abordado, con parte de este equipo, en varias ocasiones: "Cada vez estamos más cerca de lo que queremos y pretendemos conseguir, en Madrid es donde prácticamente estamos llegando a la meta final".
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El director teatral, que cada vez es más reclamado por grandes coliseos operísticos del mundo, aunque nunca abandona su pasión por el teatro, (asegura que le gustaría trabajar en España con Nuria Espert o grandes actores) dice abordar este montaje en un momento muy especial de su carrera: "Y lo hago con una obra estupenda y dos repartos espectaculares; y encima en la ópera, que para mí es la síntesis de todas las artes; la posibilidad de juntarlas es inenarrable, hemos trabajado mucho para fusionar la música con el drama, con los sentimientos, con la sensibilidad que emana de la pieza, eso es muy importante".

Tesoro de directores escénicos
Tanto el alemán Hengelbrok como Graham es la primera vez que están en el Teatro Real, donde Iphigénia en Tauride sí se había paseado por el escenario (en la nueva vida que inició este coliseo a finales del siglo XX) de la mano de otra diosa alemana contemporánea, la coreógrafa Pina Bausch, desaparecida recientemente.
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Carsen ha pasado a engrosar la lista de grandísimos directores escénicos que han puesto a lo largo del siglo XX, en pie esta pieza que no hay que confundir con Iphigénie en Áulide que Gluck estrenó en 1775. Entre ellos encontramos a Kleiber, Visconti (con la Callas), Ricardo Mutti, Liliana Cavani.
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Y mientras Gerard Mortier, pergeñador del proyecto sonríe a todos, también encantado. "Ésta ópera fue una gran revolución y es muy importante contar con ella en el repertorio de un teatro como el Real, y además es de agradecer mucho que estén en ella grandísimos cantantes todos puestos al servicio de un gran compositor, porque Iphigénie... no es una ópera de estrellas, es coral, su grandiosidad emerge de la unión de todo, de todos, y ha sido emocionante y un gran placer ver la disciplina y concentración que han tenido los artistas a la hora de trabajar", señala Mortier.
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Al Metropolitan
Iphigénie en Tauride, un tragedia lírica en cuatro actos con libreto en francés de Nicolas-François Guillard, (quien partió de las tragedias homónimas de Claude Guymond de la Touche y Eurípides), estrenada en París en 1779 (dos años después llegó la versión alemana a Viena), llega al Teatro Real procedente de producciones de Chicago, Londres y San Francisco. Y con otra producción, pero los mismos protagonistas, viajarán con esta ópera el próximo mes de febrero al Metropolitan de Nueva York. En este montaje de Madrid se ha contado con la orquesta y coro (con importante presencia en esta ópera) titulares del Teatro Real.
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Plácido Domingo, que debutó hace 41 años en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, dijo que sin ese teatro la ópera en la capital de España no hubiera existido: "¡Bendito Teatro de la Zarzuela!", apunta el tenor español, quien en sus 3.500 actuaciones, interpretanco más de 130 papeles, sólo ha suspendido en tres ocasiones y a punto estuvo de hacerlo una cuarta cuando cantó hace 40 años La Gioconda en la Zarzuela y el público reaccionó con tal pasión que las lágrimas estuvieron a punto de impedirle continuar. .
Hoy compagina su carrera como cantante, con la dirección de orquesta, la dirección artística de dos teatros de ópera norteamericanos y la dirección de tres programas educativos. Además es un artista comprometido con actividades humanitarias y a lo largo de su carrera se ha volcado con la difusión y la revitalización de la zarzuela y el acercamiento de la música clásica a nuevos públicos. Ahora con motivo de su 70 cumpleaños la Deustche Grammophon tiene previsto reeditar muchas de sus grabaciones.
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Su pasión por la zarzuela le viene de familia. "Yo trabajo mucho, pero los que verdaderamente trabajaban era mis padres, que tenían una compañía de zarzuela que representaban dos zarzuelas diarias y al terminar ensayaban las dos del día siguiente y los domingos tres; crecí en ese ambiente y cuando me dicen 'trabajas mucho' digo ¡no!, los que trabajaban son ellos".