República
consumista
china


JOSÉ REINOSO

27/02/2011

La clase media del gigante asiático -unos 200 millones de personas- se ha lanzado a comprar y romper con su pasado de austeridad. Sienten fascinación por las marcas occidentales y ya forman el segundo mercado mundial de artículos de lujo, tras Japón.

Mi Tingjun se inclina sobre la bandeja, agarra con las dos manos el trozo de pollo rebozado y en unos minutos da cuenta de la porción de ave, el puré de patatas, una hamburguesa y un café. Todo por 38 yuanes (4,2 euros). El olor a fritanga inunda el local de comida rápida KFC (Kentucky Fried Chicken), cuyas paredes están decoradas con grandes fotos de caras sonrientes y jóvenes abrazados. Varios carteles lanzan mensajes en inglés a los clientes que a las tres de la tarde se afanan sobre las mesas: "amigable, relajado, fresco, de sabor único".

Mi Tingjun menea la mandíbula ornamentada por un bigotillo ralo. El cuerpo, rendido al exceso de comida. El pelo, lacio. "Vengo aquí muy a menudo porque trabajo en este edificio. Es rápido y práctico, y por este dinero no es posible almorzar comida china", asegura este joven de 28 años, vestido con una sudadera negra y un vaquero agujereado de tonos cobrizos. Sobre la mesa descansa un teléfono Nokia de última generación. "A los jóvenes chinos nos gustan los productos extranjeros", dice, y añade que tiene un coche japonés, Nissan.

Mi, que trabaja en el sector publicitario, es un claro ejemplo de la nueva clase media china y su pasión consumista, especialmente por todo lo que venga de fuera, ya sea electrónica Sony, ropa de Zara o pollo KFC. "La calidad de los productos extranjeros es mejor", afirma. "Además, en el caso de los coches, los fabricantes chinos siempre copian los diseños extranjeros. Sería una vergüenza conducir una imitación de un BMW". Dice que gana unos 20.000 yuanes (2.200 euros) al mes. "A veces, mucho más; depende de las campañas".

La agencia en la que trabaja se encuentra unos pisos más arriba en este complejo de viviendas y oficinas llamado SOHO New Town. El conjunto de torres multicolores, situado en el lado este del CBD -el distrito financiero y de negocios de Pekín-, fue el primero en aplicar en China, cuando fue inaugurado en 1998, la idea de combinar pequeños negocios y viviendas; un concepto importado por sus promotores, que fue instantáneamente un éxito. SOHO es el acrónimo de las palabras inglesas small office, home office (pequeña oficina, vivienda oficina).

En los bajos del grupo de rascacielos se suceden los paneles publicitarios con leyendas en inglés y los comercios llegados de otros países: un restaurante de la cadena japonesa Yoshinoya, una tienda 7 Eleven, una heladería italiana. Son una constante en todas las grandes ciudades chinas, donde las ansias compradoras de las nuevas clases adineradas han dado alas a muchas marcas extranjeras, cuyos mercados nacionales, ya maduros, renquean especialmente en estos tiempos de crisis.

Se estima que la clase media china está integrada por unos 200 millones de personas, una cifra que aumenta sin cesar al calor de una economía que ha crecido a una media del 10% durante las dos últimas décadas y ya es la segunda del mundo tras superar el año pasado a Japón. Para 2025 se prevé que llegue a 800 millones. Un informe del banco de negocios Credit Suisse del pasado enero vaticina que para 2020 el mercado de consumo chino alcanzará 16 billones de dólares y se convertirá en el mayor del planeta.

En el segmento del lujo las cosas van aún más rápido. El país asiático desplazó en 2010 a Estados Unidos como segundo comprador mundial de exclusividad, solo por detrás de Japón. Se estima que en cuatro o cinco años será el primer mercado de artículos Louis Vuitton, Chanel, Hermes, Cartier, Patek Philippe o Gucci, cuyos locales y puntos de venta se han multiplicado por el país en los últimos años. Según el grupo Boston Consulting, a finales de 2009 había en China 670.000 familias con una riqueza superior a un millón de dólares, un 60% más que un año antes. Para otras marcas más mundanas como Volkswagen (automóvil), Dell (ordenadores) o Colgate (dentífrico), el cliente chino es desde hace tiempo un paraíso.

"La gente tiene cada vez más confianza y medios para comprar, porque dispone de más dinero, se han producido mejoras en la red de seguridad social y hay un avance continuo de los servicios de crédito. China se está transformando en una sociedad con una cultura visible del consumo, de la misma forma que ocurrió en Occidente en la década de 1960", explica Sun Feng, profesora en la Escuela de Sociología de la Universidad Qinghua, en Pekín, una de las más prestigiosas del país.

Ningún sitio como Ikea para palpar el cambio que ha experimentado la sociedad china. A primera hora de la tarde del sábado, el mastodóntico centro construido por la cadena sueca a las afueras de la capital es un termitero. Miles de parejas, grupos de amigos y familias con hijos y abuelos deambulan por sus laberínticos pasillos. Muchos han llegado en sus flamantes coches recién estrenados. Unos acuden a comprar, aunque sea un pequeño jarrón de cálido diseño nórdico. Otros, simplemente, a pasear, atravesar sus apartamentos modelo y disfrutar de un viaje virtual a Occidente.

Sentados en un sofá, dos jóvenes cogidos de la mano sueñan con el futuro en silencio. "Hemos venido a ver. Nos queremos casar este año y estamos pensando cómo decorar el piso", explica Zhang Hua, empleado en el sector inmobiliario. Un piso que aún no tienen, pero que Zhang piensa comprar antes de la boda y aportar al matrimonio como dictan los cánones en China. "Me gusta el estilo de los muebles de Ikea y el ambiente. Puedes mirar, probar y nadie te presiona. Venir aquí es como viajar", dice, mientras su novia teclea sin cesar en su móvil.

Unos metros más allá, Yu Haiyan, de 35 años, acaricia unas cortinas. "Quiero comprar algunos complementos y, de paso, buscar ideas", afirma esta decoradora. Al lado, un hombre de unos 60 años se echa una siesta desde hace más de 15 minutos en un amplio sofá.

"¿Crees que podría utilizar esta sartén para hervir unos fideos instantáneos?", pregunta un joven, hipnotizado por el diseño, a su acompañante en la sección de cocinas, quizá consciente de que el utensilio, que cuesta 149 yuanes (16,6 euros), no es el más adecuado para hervir pasta.

La curiosidad por los productos occidentales -que muchos chinos creen que elevan su estatus social- se extiende también a la comida. El restaurante del centro comercial sueco está abarrotado. El menú ofrece principalmente comida extranjera: albóndigas por 20,5 yuanes (2,3 euros), salmón marinado (1,9 euros) y pechuga de pollo rebozada (2,2 euros).

La gastronomía foránea tiene gran éxito. En el complejo comercial al aire libre más chic de Pekín, Sanlitun Village -un conglomerado de edificios coloristas de cristal y acero-, se suceden los restaurantes y cafés estadounidenses, italianos, españoles, japoneses, indios... Por ejemplo, Element Fresh, un local decorado con madera clara, especializado en platos de fusión asiática y occidental, con "ensaladas de firma", sándwiches o quesadillas. En cada mesa, un cartoncillo ofrece el vino del mes -un caldo del Languedoc (sur de Francia)- a 48 yuanes (5,3 euros) el vaso, que promete "una delicada fragancia de lirios y albaricoque", " fabuloso para acompañar el filete de atún con verduras de invierno". El local está lleno.

Mucha gente recuerda en China los tiempos en que para, comprar una bicicleta, tela o carne en el mercado, hacían falta cupones de racionamiento. Hoy, la abundancia de productos y el fervor consumista es evidente en los supermercados, con estanterías que han sufrido una indigestión de bollería industrial y golosinas; pero, sobre todo, es visible en los centros comerciales, donde cada fin de semana los jóvenes se lanzan a su deporte favorito: ir de compras.

Chen Yao, de 21 años, ha salido de tiendas con una amiga por Sanlitun Village. Parece sacada de una revista de moda: ropa multicolor, gorro de lana, gafas modernas, y, en el brazo izquierdo, una bolsa de la tienda de moda española Mango. "Siempre tengo una idea clara de lo que quiero, y normalmente solo lo encuentro en marcas extranjeras. Son frescas, nuevas", dice en un excelente inglés esta estudiante de Finanzas en la Universidad de Melbourne (Australia). "La gente quiere conocer cómo son las cosas de otros países. Actualmente existe cierto rechazo a las tradiciones chinas. Pero es una etapa. En el futuro, habrá una vuelta hacia lo chino", añade.

Un vistazo a los rótulos de los comercios presentes en Sanlitun Village da idea de hasta qué punto el consumo de la clase media se ha convertido en una herramienta de crecimiento para las compañías extranjeras: Benetton, Starbucks, Lacoste, Calvin Klein, Swatch, Vero Moda, The North Face, Puma, Casio, Esprit, Columbia, Levi's, Rolex, Nike, Diesel, Balenciaga, Balmain y un largo etcétera. Todas ellas están situadas alrededor del negocio estrella del complejo: la tienda de cristal y color aluminio de dos plantas de Apple, en la que cientos de jóvenes, vestidos a la última moda, prueban con pasión teléfonos iPhone, ordenadores MacBook Air o la tableta iPad. En el exterior, un enorme logotipo de la manzana de la marca estadounidense arroja su luz blanca sobre los paseantes como si de un ojo divino se tratara.

Cui Ni, de 20 años, vendedora de L'Oréal en el cercano centro comercial Pacific Century, describe lo que está ocurriendo: "Los clientes vienen a comprar porque es un producto extranjero. Luego, vuelven porque les gusta la calidad. Pero cada vez más gente compra porque lo que quiere es la marca". En la pared, una foto de la actriz Gong Li, imagen de la compañía de cosmética francesa, sonríe a los clientes.


 Feng, la socióloga de la Universidad Qinghua, explica el auge de los artículos llegados de fuera y de lujo. "Las empresas extranjeras conocen la mercadotecnia, saben cómo utilizar valores como el éxito, la felicidad, el gusto o simplemente el hecho de estar a la moda. En China, existe una apreciación por todo lo que es extranjero y un anhelo desde hace mucho tiempo de vivir algunos aspectos del estilo de vida occidental".

Este interés ha mordido con fuerza en el sector inmobiliario, cuyos promotores recurren con frecuencia a la inspiración extranjera en el diseño y, sobre todo, en los nombres y las campañas publicitarias. "Majestic Mansion. Corazón noble durante generaciones. Dé un bonito paseo aquí, exactamente igual que en los Campos Elíseos", dice el cartel de un complejo residencial en Wangjing, un barrio de Pekín cercano al aeropuerto, cuyos precios se han disparado en los últimos años. "Lincoln Park. 4.000 acres de parque ecológico para uso residencial. La vida en este lugar es comparable a la vida en Central Park, en Manhattan (Nueva York)", asegura un proyecto en el distrito Daxing, al sur de la ciudad. Otros exhiben nombres como Renaissance, King's Garden Villa o Number 8 Royal Park; una fusión, este último, del número de la fortuna en China con un término aristocrático.

Wang, una abogada de 45 años que solo da su apellido, compró un apartamento de 190 metros cuadrados hace dos años en uno de estos complejos residenciales de nombre grandilocuente, Upper East, un proyecto compuesto por cuatro grupos de torres en el este de la ciudad, identificados con Australia, España, Estados Unidos y Dinamarca, aunque su diseño no recuerde en nada a estos países. "Muchos chinos se sienten atraídos por el estilo de vida occidental. Son casas más cómodas, y los extranjeros son más tranquilos".

"El gran tamaño de la población china obligó a las familias a vivir en casas muy pequeñas durante los años de economía planificada", señala Sun Feng. "Una vez que comenzaron las reformas económicas, los valores occidentales llegaron a China y la gente comprendió el concepto de vivir en mansiones. Esto explica en parte por qué, cuando una persona en China tiene dinero, elige vivir en una casa grande. Además, la asociación de los proyectos residenciales con términos extranjeros como Vancouver Forest o Venice Channels ha demostrado ser una potente herramienta comercial. Estos nombres evocan imágenes de elegancia, tranquilidad y delicadeza".

Mi Tingjun -el publicista- coincide en parte: "Desde la creación de la nueva China (en 1949, por Mao Zedong), no tenemos cultura. Hemos olvidado nuestro pasado. Así que los promotores inmobiliarios prefieren apostar por lo que tiene éxito".

Algo similar ocurre en el sector de la educación, donde se ha producido un boom de escuelas internacionales. SOHO New Town tiene una guardería llamada Oxford y Upper East cuenta con un colegio con excelentes instalaciones, Beanstalk International Bilingual School. "El nombre es muy importante. Lo internacional está de moda. Si dices que un colegio es internacional, tienes asegurado que más padres quieran enviar a sus hijos. Es una tendencia, sobre todo en las grandes ciudades como Pekín y Shanghái", explica Cathy, una joven de 26 años que trabaja en el sector y utiliza su nombre inglés.

Las torres blancas, los jardines interiores rodeados de hormigón y los terraplenes cubiertos de césped artificial imprimen un carácter frío e irreal a Upper East. La sensación crece cuando se camina por la calle que bordea el complejo residencial, a lo largo de un muro de ladrillo de varios cientos de metros cubierto con fotos del proyecto y frases publicitarias: "Somos una familia", "Disfrute completamente de la prosperidad en un lugar próspero", "Pureza y belleza, gusto supremo", "Una vida diferente, la tolerancia es lo que más cuenta", "Casas amplias y exquisitas, con corazón, que no conocen fronteras".

Pero la prosperidad y las casas exquisitas solo están en un lado. Detrás del muro y sus frases, late la miseria: un conjunto de chabolas rodeadas de basura; unas letrinas sin techo, en las que hurga una rata; un negocio de reciclaje de botellas de plástico en un patio polvoriento, por el que deambulan las gallinas bajo un cordel en el que se seca carne de cerdo al sol.

Es la paradoja de la sociedad china hoy, una de las más desiguales del mundo, en la que conviven, a veces solo separadas por una calle, riqueza y pobreza; en la que por las mismas calzadas de sus ciudades ruedan millonarios en Ferrari junto a chamarileros en triciclo y vendedores de sandías en carromatos tirados por mulas.

La brecha es especialmente profunda entre las zonas urbanas y las rurales, donde viven dos tercios de la población. La renta per cápita mensual en las primeras -1.752 yuanes (195 euros)- más que triplica la de las segundas -493 yuanes (55 euros)-. De ahí que, aunque las ciudades vivan una euforia consumista, China en su conjunto está aún muy lejos de ser una sociedad de consumo madura, el objetivo que persigue el Gobierno, que ha tomado medidas para incentivar la demanda interna y bascular de un modelo económico excesivamente basado en la inversión y la exportación a otro más sustentado en el consumo.

El cambio necesitará tiempo. Por un lado, para elevar el nivel de ingresos de la población y desarrollar una red de seguridad social, que permita a las familias no tener que ahorrar tanto para hacer frente a los gastos sanitarios -los hospitales son de pago, ya sean públicos o privados- y de educación de los hijos. Por otro, porque muchos en China no comparten la actitud consumista de jóvenes como Mi Tingjun (el publicista), Zhang Hua y su novia o Chen Yao (la estudiante en Australia).

La generación de sus padres atravesó las hambrunas y el caos del Gran Salto Adelante (1958-1961) y la Revolución Cultural (1966-1976), décadas en las que murieron millones de personas, la gente se vio obligada a comer cortezas de árbol para sobrevivir y se dieron incluso casos de canibalismo. Estas experiencias les marcaron profundamente y han desarrollado un espíritu de austeridad extrema. Hasta el punto que algunas personas mayores se duchan encima de un barreño y utilizan el agua que recogen para fregar el suelo de la vivienda o como sustituto de la cisterna en el retrete. No lo hacen por conciencia ambiental, sino por ahorrar unos céntimos.

Lo ocurrido no hace mucho tiempo a una joven empresaria del este de China cuando su madre vino a visitarla a Pekín refleja claramente esta brecha generacional. "Mi madre estaba haciendo una sopa y yo entré en la cocina para calentar una bolsa de leche de soja al baño María", cuenta. "Eché agua en una cacerola y encendí otro fuego, pero, cuando iba a meter la bolsa, mi madre la cogió, la introdujo en la sopa hirviendo y me dijo: 'Así ahorras".

Esta generación poco inclinada a gastar representa aún una parte importante de la población. Pero los jóvenes vienen empujando. No han conocido las penurias de sus progenitores, y pocos padres les han hablado de ellas. China está inmersa en un acelerado proceso de transición de una economía de la producción a una economía del consumo. Mi Tingjun lo resume de forma muy directa, gráfica y sencilla, en solo cinco palabras: "La gente quiere gastar dinero".


A finales de 2009, 670.000 familias tenían más de un millón de dólares, un 60% más que el año anterior

La sociedad china es hoy de las más desiguales. Conviven los Ferrari y los carromatos tirados por mulas

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Empleadas de hogar sexys - Llegan las 'pornoasistentas'


Raquel Villaécija, París
24.02.2011
Foto - Página web donde se pueden contratar asistentas sexys


Una web de pornoasistentas enfada a los politicos franceses Una web de pornoasistentas crea polémica en Francia


"Lara. 24 años. Joven morena con bellas curvas realiza sus tareas del hogar con sensualidad y voluptuosidad. Disponible en París todos los días a partir de las 10.30. Tarifa: 100 euros". El anuncio está colgado en Sensual Clean Service, la primera web de asistentas sexys creada en Francia. Una página donde se puede contratar el servicio de planchado, cocina o limpieza con un plus erótico.

El proyecto ha visto la luz hace unas semanas y ya ha desatado una guerra civil entre asociaciones feministas y políticos, por un lado, y los navegantes masculinos defensores de la iniciativa, por otro.

Se trata de chicas jóvenes, guapas que friegan, planchan, pasan el aspirador, hacen la cama y cocinan en minifalda o lencería fina, una vestimenta "para hacer realidad las fantasías de los clientes", señala como reclamo la web: "Todas están equipadas de un plumero y mucha sensualidad".

Los servicios ofertados comprenden todas las tareas del hogar. Eso sí, se mira pero no se toca. Porque, según defienden los creadores del proyecto, este no es un espacio de contactos donde contratar servicios sexuales, sino domésticos. "No se trata de prostitución. De hecho en el contrato está estipulado que los clientes no pueden tocar a nuestras lady clean ni grabarlas", explica al diario francés Le Parisien Johann Blazy, avispado autoemprendedor de 29 años.

El precio depende del servicio. La tarifa oscila entre los 75 y los 100 euros la hora dependiendo de la zona. De momento, la oferta de asistentas eróticas sólo está disponible en las ciudades de París, Toulouse, Lyon, Montpellier y Lille.

También venta de lencería

En Bélgica y Estados Unidos ya existen webs que ofrecen servicios similares, pero en Francia se trata de la primera iniciativa de estas características. "Nuestra idea es novedosa y quizá genera envidias", explica este visionario de los negocios que, aprovechando el tirón, tiene previsto abrir también un espacio de venta de lencería sexy.

Sus justificaciones no convencen a políticos y asociaciones feministas. Varios concejales de ayuntamientos como el de Montpellier ya han exigido el cierre de la web al considerar que es un insulto a la imagen de la mujer y que explota la precariedad estudiantil. Las asociaciones feministas han denunciado, además, la proliferación de sitios que explotan la imagen denigrante de la fémina para hacer dinero.

El alcalde de la localidad de Vénissieux ha escrito al primer ministro, François Fillon, para exigir el cierre de Sensual Clean Service. "Es un escándalo. Enviar a jóvenes estudiantes en ropa interior que vayan a limpiar a las casas de hombres es prostitución encubierta", explica el político al citado diario.

El alcalde ha escrito además al ministro de Trabajo, Xavier Bertrand, para que verifique las condiciones de trabajo de estas chicas: "Yo no soy el Señor Moral, pero ¿es necesario instrumentalizar a estas jóvenes objeto para excitar la imaginación colectiva".

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Sombras sobre Assange.
Firmado: un examigo


El exportavoz de Wikileaks, Daniel Domscheit-Berg, retrata en un libro recién publicado el lado oscuro de las finanzas, gestión y personalidad del editor australiano durante la etapa en la que trabajaron juntos


ÓSCAR GUTIÉRREZ
24.02.2011


Trata de justificar una cosa y demostrar otra. Justificar que la actitud de Julian Assange le llevó a dejar Wikileaks; y demostrar que, junto al australiano, fue el sostén de la web de filtraciones desde 2007. "Creíamos en los mismos ideales" se confiesa Daniel Domscheit-Berg (Alemania, 1978) estirando la memoria para acercar al lector a su primer encuentro con Assange en las páginas de Dentro de Wikileaks: Mi etapa con Julian Assange en la web más peligrosa del mundo (Crown Publishing). "Eramos iguales", "un equipo increíble", prosigue el otrora portavoz y número dos de Wikileaks en un tono de admiración hacia el hombre que le hizo dejar su empleo, coger el petate y tirar millas por media Europa; el individuo con el que compartió techo en Wiesbaden (Alemania), también en Islandia; el que creyó "amigo", pero sobre el que ahora levanta una sombra que llega al manejo de las finanzas, de los documentos, sus tics dictatoriales y su vida personal.


Cada uno de los episodios en los que aparece Assange, el hombre que ha puesto en jaque al Pentágono a través de la revelación de cientos de miles de documentos secretos, reaviva el interés de la lectura, poco mimada por la escritura (su versión original esta redactada en alemán y editada por el sello Econ Verlag). Sobre el carácter paranoico y autoritario del editor australiano ya habían corrido ríos de tinta desde que Washington le pusiera en la diana. Domscheit-Berg, que pese a todas sus reticencias a la manía persecutoria de Assange cambió su apellido por Schmitt, redunda en este apartado del carácter del exhacker con palabras para definirle como "dictador", "autócrata", "emperador" y "tratante de esclavos". Le compara incluso con el creador de la cienciología, Ron Hubbard, escritor de ciencia ficción que "acabó creyéndose sus historias". Y repite una frase que Assange le hizo llegar en abril de 2010, principio del fin de su relación: "Si la jodes, te perseguiré y mataré".


Amores y desamores al margen -sobra señalar que el libro construye la versión de una de las partes-, Dentro de Wikileaks destapa algunas medio verdades sin duda reveladoras de puño y letra de Domscheit-Berg. El informático alemán, en las páginas dedicadas a las finanzas de la organización, afirma que "nadie supo cuánto dinero fue depositado en Moneybookers -firma británica en la que Wikileaks tenía una cuenta para donaciones- y para qué se utilizó". Domscheit-Berg cuenta además que Assange abrió una segunda cuenta a su nombre a la que se podía acceder desde el apartado de donaciones de la web. Esta fue cerrada posteriormente, según relata el libro, por una investigación sobre blanqueo de dinero. El diario The Guardian -esto no lo cuenta Domscheit-Berg- publicó la correspondencia enviada por Moneybookers al australiano en la que se justificaba el cierre de la cuenta por encontrarse Wikileaks en una lista negra de EE UU.


"Nuestra primera pelea seria de verdad fue por dinero", reconoce el alemán quien, una vez que el grifo de las donaciones empezó a fluir, pidió a su entonces compañero de batalla que accediese a pagar sueldos a través de la Wau Holland Foundation. "Le expliqué a Julian -narra Domscheit-Berg- que no sería el único en tener acceso a los fondos (...) Me habría conformado con 2.500 euros brutos al mes". El australiano se negó a que Domscheit-Berg y los dos técnicos que trabajaban a tiempo completo en Wikileaks cobraran un salario. Y es aquí donde el informático destapa otra medio verdad: ¿Quién estaba detrás de Wikileaks? Assange -más pseudónimos como Jay Lim-, Domscheit-Berg, un técnico y el que llamaban "el arquitecto", un programador informático que también ha abandonado la organización. ¿Quiénes eran entonces esos miles de voluntarios de los que habló a este periódico en una entrevista en abril de 2010? "Ese número -revela el autor en el libro- incluía a cualquiera que hubiera firmado nuestra lista de correo. Gente que estaba en contacto con nosotros con la promesa de apoyar el proyecto. Pero no hicieron nada. Eran solo nombres. Ni siquiera nombres, solo números".

El pasado año, no obstante, Wikileaks unió a su lista de colaboradores nombres como Birgitta Jónsdóttir, Kristinn Hrafsson, Rop Gonggrijp, Herbert Snorrason... Solo Hrafsson sigue en la organización.

Domscheit-Berg, inmerso ahora en su nuevo proyecto, Openleaks, no muestra en su relato un ápice de duda sobre la veracidad de los documentos. Sí se sobrecoge, sin embargo, cuando recuerda la edición de los Papeles de Afganistán. El equipo, según la narración del alemán, fue consciente de que había que borrar por seguridad nombres citados en los documentos (91.000) solo cuatro días antes de su revelación, el 26 de julio pasado.

Domscheit-Berg se enteró durante una comida con dos periodistas, pero Assange evitó darle explicaciones a través del chat. Solución: trabajo contra el reloj y omisión de 14.000 informes delicados. Resultado: 100 nombres que debían haber sido tachados fueron publicados; Washington acusó a Wikileaks de tener "las manos manchadas de sangre", y la atención se desvió del contenido de los papeles.

Negligencias como esta, argumenta Domscheit-Berg, fueron las que abrieron las puertas a su salida. No sin antes llevarse consigo el sistema de recepción encriptada de documentos y los que entonces había en la plataforma esperando a ver la luz.

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Errata Naturae publica por primera vez en español textos del cineasta italiano sobre Estados Unidos


Pier Paolo Pasolini
24.02.2011

Es cierto. Todo lo que he visto, o lo que he creído ver en Nueva York, destaca frente a un fondo oscuro —para nosotros inconcebible, al menos en cuanto que inadmisible—, es decir, frente a la vida cotidiana estadounidense, la vida del conservadurismo, que discurre inmersa en un silencio harto más intenso que los «gritos» que nos llegan desde la Izquierda. En este silencio del fondo, neutro y pavoroso, tienen lugar fenómenos de auténtica locura colectiva, es decir, de un odio de algún modo codificado, y que es muy difícil de describir. Se trata del odio racista, que no es sino el aspecto externo de la profunda aberración que representa cualquier forma de conservadurismo y de fascismo. Un odio que no tiene razón de ser; es más, no es, pues no existe. [...] ¿Cómo y por qué un blanco pobre podría odiar a un negro? Sin embargo, precisamente son los blancos pobres de todo el Sur los que profesan este odio que nace de una idea falsa de sí mismos y, por tanto, de la realidad. [...] De esta forma de vida, la última consecuencia, y la más trágica, ha sido el asesinato impune de Kennedy, prueba de esta guerra civil que no estalla, pero que, sin embargo, se combate dentro del alma de los norteamericanos.

Hablar acerca de Estados Unidos exclusivamente en términos de neocapitalismo es parcial

Hablar acerca de Estados Unidos siempre y exclusivamente en términos de neocapitalismo y de revolución tecnológica me parece parcial y sectario. Puede parecer absurdo, pero precisamente en Estados Unidos es donde el problema del subdesarrollo y de la miseria adquiere un significado extraño y violento. [...] Lo más escandaloso es que el centro de la lucha para la revolución del Tercer Mundo realmente se encuentra en Estados Unidos. El problema negro, unido de este modo tan retorcido e inextricable al de los «blancos pobres», es un problema del Tercer Mundo. Y si esto resulta escandaloso para la conciencia obrera de los partidos comunistas europeos, lo es más aún para la conciencia capitalista estadounidense. [...] Así pues, nunca podremos dejar de considerar suficientemente y en todos los sentidos el alcance del problema negro, porque, repito, va unido, de manera absurda y contradictoria, al problema de los blancos pobres, o antes pobres. En efecto, no han sido suficientes dos o tres generaciones para transformar por completo la psicología de las enormes masas de emigrantes. Éstos, en primer lugar (lo he podido constatar en el barrio italiano), mantienen una actitud de veneración para con el país que los acoge y, ahora que se han convertido en ciudadanos, para con sus instituciones. Todavía son hijos, son hijos demasiado obedientes o desesperados. En segundo lugar, han llevado consigo, y la han conservado en su interior, la principal característica de los campesinos de las áreas subdesarrolladas, lo que De Martino denomina «miedo a perder la presencia». Éstos son los fundamentos del racismo fascista popular.

Nunca se habrá señalado suficientemente en qué medida las enormes diferencias entre los norteamericanos son causadas por sus distintos orígenes pobres. [...]

Y, tal vez por esto, deseen a toda costa ser iguales entre sí: y si los norteamericanos basan su anticomunismo en el hecho de que el comunismo igualaría a los individuos, es porque desean, desesperadamente, ser igualados. Para olvidar, precisamente, sus orígenes diferentes e inferiores. [...]

Así pues, son el miedo a «perder la presencia» y el esnobismo de la nueva ciudadanía los que impiden reflexionar al norteamericano —esta extraña mezcla de subproletario con burgués profunda y honestamente encerrado en su propia lealtad burguesa— acerca de la idea que tiene de sí mismo. De esta manera, esta idea sigue siendo falsa, como en todo ambiente alienante de industrialización total.

Precisamente intenté preguntar a algunos norteamericanos, al mayor número que pude, si sabían qué era el racismo (pregunta que sobre todo y muy particularmente implica una reflexión sobre la idea de uno mismo). Nadie supo dar una respuesta. [...]

Contradicciones

Para mí, la nota más violenta, dramática y definitoria de la «calidad de vida estadounidense» es una característica negativa: la inexistencia de la conciencia de clase; efecto inmediato de la idea falsa de sí mismo de cada individuo integrado, casi por concesión o por gracia, en el ambiente de los privilegios pequeñoburgueses del bienestar industrial y del poder estatal. Pero en todo esto hay contradicciones: por ejemplo, la fuerza desbordante del sindicalismo, que se manifiesta en huelgas enormes e increíblemente eficaces, donde no se explica por qué no prospera de forma estable una conciencia de clase. [...]

Lo extraordinariamente novedoso (para un europeo como yo), sin embargo, es que la conciencia de clase surge en los norteamericanos en situaciones completamente nuevas y casi escandalosas para el marxismo.

La conciencia de clase, para abrirse camino en la cabeza de un estadounidense, requiere un largo camino tortuoso, una operación harto compleja: requiere la mediación del idealismo, digamos incluso que del idealismo burgués o pequeñoburgués, que da sentido completo a la vida de los norteamericanos y del que no pueden prescindir de modo alguno. Ellos lo llaman «espiritualismo». [...] Quizá se trate más bien de moralismo, dominador y modelador de todos los aspectos de la vida, que en literatura, por ejemplo, incluso en la de masas, es exactamente el antónimo del realismo: los norteamericanos sienten la necesidad de idealizar continuamente en el plano artístico (y, sobre todo, a nivel de gusto medio: por ejemplo, las representaciones «ilustrativas» de sus vidas y de sus ciudades, como en las películas mediocres o malas, son formas de una necesidad inmediata de idealización).

La conciencia de clase para abrirse camino en un estadounidense requiere un tortuoso caminoAsí pues, en lugar de en las huelgas o en otras formas de lucha de clase, la conciencia de la propia realidad social surge en las manifestaciones pacifistas y no violentas dominadas precisamente por un espiritualismo inteligente que, por lo demás, representa de manera objetiva, al menos para mí, un hecho estupendo que me ha enamorado de Estados Unidos. Se trata de la visión del mundo por parte de personas que, por vías que nosotros consideramos erróneas —pero que históricamente son las que son, o sea, correctas—, han llegado a madurar una idea de sí mismas como simples ciudadanos poseedores de una noción honesta y profunda de la democracia. En definitiva, para llegar a una conciencia no sólo formalmente democrática de uno mismo y de la sociedad, el estadounidense realmente libre ha tenido que pasar por el calvario de los negros (y, en la actualidad, por el calvario de Vietnam) y compartirlo. Sólo ahora, desde el reconocimiento, al menos formal, de los derechos civiles de los negros, hemos empezado a darnos cuenta de que el problema de los negros está en sus albores, y que se trata de una cuestión social. [...]

El vacío inmenso que se abre como una vorágine en cada uno de los norteamericanos y en el conjunto de la sociedad norteamericana —es decir, la falta de una cultura marxista—, como todo vacío, pretende ser llenado violentamente. Y se llena así, con este espiritualismo al que me he referido, que, como radicalismo democrático revolucionario en un primer momento, en la actualidad tiende hacia una nueva conciencia social que, al no aceptar todavía el marxismo de manera explícita, se presenta como contestación total y desesperación anárquica. [...]

Sinceridad total

Ahora vivo en una sociedad que acaba de salir de la miseria, y se aferra de un modo supersticioso al poco bienestar que ha alcanzado, como una condición estable, y en este nuevo curso de su historia es portadora de un sentido común que podría funcionar entre los rebaños o en los talleres de artesanos, pero que hoy en día se revela estúpido, vil y mezquino. Una sociedad irredimible, irremediablemente burguesa sin tradiciones revolucionarias, ni siquiera liberales. [...]

Digámoslo abiertamente: me he quedado aislado, envejeciendo conmigo mismo y con mi repulsión a hablar de compromiso y de falta de compromiso. De este modo, no puedo no haberme enamorado de la cultura norteamericana, y no haber vislumbrado, dentro de ella, una razón literaria llena de novedad: un nuevo tiempo para la Resistencia, aunque por completo carente, insisto, de ese espíritu resurgimental, de corte, por así decir, clásico, que depaupera un poco la Resistencia europea. [...] Lo que se exige a un literato norteamericano «no integrado» es todo él, una sinceridad total. Desde los viejos tiempos de Machado, no daba una lectura fraternal como la de Ginsberg. ¿Acaso no ha sido fantástico el paso por Italia de Kerouac borracho, suscitando la ironía, el aburrimiento, el vituperio de los estúpidos literatos y de los mezquinos periodistas italianos? Los intelectuales norteamericanos de la Nueva Izquierda (puesto que allí donde se lucha siempre hay una guitarra y un hombre cantando) parece que hacen justo lo que dice una estrofa de un inocente canto de la Resistencia negra: «Tenemos que arrojar nuestros cuerpos a la lucha».
Me he quedado aislado, envejeciendo conmigo mismo y mi repulsión a hablar de compromiso

Éste es el nuevo lema de un compromiso real y no enervantemente moralista: arrojar nuestros cuerpos a la lucha… ¿En Italia, en Europa, quién escribe movido por fuerzas de contestación tan arrolladoras y desesperadas que siente esta necesidad de enfrentarse como una necesidad original, creyendo que es nueva en la historia, absolutamente significativa y llena de muerte y futuro a la vez?

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BAILE


La Biblioteca Nacional expone por primera vez sus
fondos de danza


Roger Salas, Madrid
22/02/2011

La colección de materiales bibliográficos sobre danza de la Biblioteca Nacional se encuentra entre una de las mejores del mundo. Es uno de sus muchos tesoros que se mantienen por lo general en la sombra y solamente de vez en cuando son alumbrados por el interés de unos pocos investigadores del ramo. Libros, tratados técnicos, manuscritos, grabados y partituras conforman un extenso patrimonio que abarca varios siglos y de los que esta muestra es un lujoso avance.

Libros de danza en la BNE: De la Gallarda al Vals se ha inaugurado estos días en la Sala de las Musas del Museo de la propia Biblioteca y permanecerá abierta hasta el 8 de mayo. La mayoría de los materiales expuestos proceden de la antigua Biblioteca Real y de la colección que formó Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894), compositor, musicólogo y bibliófilo, hijo y nieto de bailarines, incisivo estudioso del ballet de su época, que a su muerte legó a la institución su extraordinaria biblioteca personal.

Se dice tanto desde la antropología como desde la historia del arte que desde los orígenes de la Humanidad el hombre ha bailado inspirado por los más variados impulsos, desde los religiosos a las celebraciones bélicas, por el simple hecho festivo de la danza en sí misma a manifestaciones emocionales de calado más profundo, un proceso dinámico y constante que llega hasta hoy y las expresiones contemporáneas, donde se sigue generando en paralelo una literatura testimonial de gran valor, hoy día respaldada por soportes como la fotografía, el cine y el vídeo.

La danza y la música escrita a propósito para acompañar el hecho artístico bailado han estado siempre presentes en todas las sociedades, aunque en algunos momentos lo han hecho de forma más intensa, como en el caso particular de de las sociedades europeas de los siglos XVI al XIX, donde la expresión de la danza y su exaltación llegó a parangonarse a las demás artes, tuvo sus momentos de auge y popularización hasta convertirse en una obsesión colectiva, mientras se establecía como un ingrediente imprescindible de la educación cortesana, su boato o su ostentación. Son los tiempos en que proliferaron los maestros de danza, con sus apasionantes vidas itinerantes, las primeras escuelas que permiten alumbrar los estilos del futuro de la danza culta y de que estos libros, atesorados y muchas veces editados bajo el auspicio de la nobleza y la alta burguesía, se convirtieron en un preciado objeto de consumo sociocultural.

La danza folclórica

Paralelamente al discurso de la danza culta y su desarrollo (que muchas veces estilizaba y refundía metros populares), la danza llamada folclórica se proveía de un enorme legado oral que pasaba también a los tratados. Ese suministro y trasvase de elementos formales entre danza popular y danza culta, con la complejidad de nuevas formas coreográficas y estilos, verifican su asentamiento en la literatura de danza, un largo y cadencioso proceso que pasa desde la danza propiamente cortesana a la danza teatral y al nacimiento del ballet.

Uno de los mayores alicientes de esta exposición es acercarse a la Coreología, los distintos intentos de escribir la coreografía, de dejar escrito su desarrollo tal como se hace con la lectura musical. Desde antiguo, ha habido multitud de esfuerzos, muchos de ellos olvidados o infructuosos, de escribir la danza, algunos acudiendo a la escritura pentagramática y otros a través de figuraciones simbólicas o de dibujo. Entre las piezas expuestas están los grabados testimoniales del alemán Heinrich Aldegrever, que ponen de manifiesto la internacionalización de las modas cortesanas francesas en la Alemania del siglo XVI.

Se expone Nuove inventioni di balli, de Cesare Negri (ca. 1535-1615), se decía el bailarín más apuesto y elegante de su tiempo, impreso en Milán en 1604 y una muestra de uno de los casos de manual más difundido por todas las cortes europeas. Esta obra estaba dedicada al rey Felipe III de España. En la Biblioteca Nacional están además los otros manuales básicos de la época, como ll ballarino, de Fabritio Caroso da Sermoneta, la Orchésographie, de Thoinot Arbeau, y otras ediciones de esta Nuove inventioni di balli, de Negri. Los especialistas en danzas antiguas pueden reconstruir con estos valiosos libros ilustrados con bastante aproximación bailes como la gallarda, pavana, canaria o villana, cuyas descripciones (y muchas veces sus músicas específicas) vienen acompañando las ilustraciones.

A pesar de las notables diferencias que existen entre algunos de estos manuales, ya se presentan una serie de coincidencias terminológicas que reflejan la realidad naciente de un estilo internacional en la Europa de la segunda mitad del siglo XVI que más tarde daría lugar a la aparición del ballet y su técnica universal.


El maestro de Isabel de Farnesio

Otras joyas para detenerse es el libro de Pierre Rameau (1647-1748), maestro de danza de la princesa Isabel de Farnesio antes de que esta se convirtiera en reina de España. Rameau se interesó por la notación coreológica y a él se le deben una serie de mejoras en el sistema Beauchamp-Feuillet (recogido en la Enciclopedia de Diderot-D'Alambert) que aparecen recogidas en sus manuales Le Maître à danser y Abrégé de la nouvelle méthode dans l'art d'écrire ou de traiter toutes sortes de danses de ville, ambos publicados por primera vez en 1725 y presentes en la colección expuesta. El libro de Rameau fue uno de los más traducidos y plagiados de su tiempo, como la del inglés Kellom Tomlinson (c.1690-1753?): The art of dancing: demostrated by characters and figures (Londres, 1744), que es uno de los más bellos manuales de danza conocidos y sus primorosos grabados consiguen la máxima eficacia en la explicación de los bailes.

Ya en el terreno de la danza española y sus influencias está expuesta también la colección de boleras de José Melchor Gomis (1791-1836), de 1827, editado en París y demostrativo de la vigencia y divulgación de los bailes españoles de entonces.

La entrada a la exposición es libre y puede consultarse una visita virtual, un detallado folleto con las fichas de las piezas y acceder a visitas guiadas en la web de la BNE.


El hombre ha bailado inspirado por los más variados impulsos, desde los religiosos a las celebraciones bélicas


Uno de los alicientes de la exposición es acercarse a la Coreología, los distintos intentos de escribir la coreografíawww.elpais.com/


Hacerse famoso en el mundo de la moda no es difícil. Pero que ese éxito perdure (y se incremente) a través de los años es lo realmente complicado y lo que distingue a los genios de los one-hit wonders.

Tal es el caso de Christian Dior. Vistió a las mujeres más glamorosas del mundo -desde Grace Kelly, Ava Gardner y Marlene Dietrich hasta la Princesa Margarita y la Duquesa de Windsor-, creó una marca a partir de su nombre -que lo sobrevive y lo recuerda a 54 años de su muerte-, y cuyos diseños se encuentran hoy en el top ten de la moda mundial.

Además, consagró el New Look, un estilo cuyas siluetas perduran hasta las pasarelas actuales. Su fama creció después de la segunda Guerra Mundial en Francia, pero fue en Estados Unidos, ayudado por la editora de Harper´s Bazaar, Carmel Snow, donde terminó de conquistar (y aportarle su toque de elegancia francesa) al planeta.

Por eso -y como los libros y la moda siempre se han llevado bien, aún más si vienen en tamaño de coffee table book-, Assouline lanza American Dior un libro con la historia de Christian Dior en Estados Unidos, con textos e imágenes inéditas.

Hay dos ediciones, la sencilla, y una limitada a 100 ejemplares hechos a mano y con estuche, por 7,950 pesos. La puedes conseguir a partir de febrero en la Librería Assouline, Casa Palacio, Hotel Brick y Saks Fifth Avenue México.

www.Gatopardo.com/
Una red de satélites dará Internet
de bajo coste a media humanidad


Rosario G. Gómez, Madrid
19/02/2011

Internet se prepara para dar el gran salto a los países pobres. Una red de tecnología avanzada y de envergadura planetaria ofrecerá cobertura de banda ancha a unos 3.000 millones de personas. Bautizado como O3b Networks (Other 3 billion, otros 3.000 millones, la mitad de la población mundial), el proyecto para conseguir un Internet global se basa en el lanzamiento de una constelación de satélites en órbita ecuatorial que llevarán la señal desde Nicaragua hasta Nueva Zelanda, pasando por Brasil, Nigeria, Siria, Etiopía o India.

En 2010 se calcula que unos 2.000 millones de personas tenían conexión a la Red. Pero una gran parte de la población internauta se concentra en América del Norte, Europa y Japón. El Sur vive de espaldas a la Red. El sistema para recortar la brecha digital consiste en llevar a los países emergentes o en vías de desarrollo que todavía no han entrado en la sociedad de la información grandes canutos troncales de Internet a través de satélites.

Los primeros ocho artefactos se lanzarán en 2013. Una sucesión de antenas activas irá atrapando la señal de un satélite a otro y una red de telepuertos instalados en distintos puntos del planeta permitirá bajar esos gigantescos canutos de Internet a distintas zonas del planeta.

Uno de esos telepuertos estará ubicado en el sur de España (previsiblemente en Andalucía), desde donde se canalizará la distribución de la señal hacia buena parte del continente africano. Otras bases se instalarán en las islas del Pacífico, América del Norte y del Sur, el Mediterráneo oriental, Oriente Próximo y Australia.

Después serán los operadores de telecomunicaciones locales los que redistribuirán la señal a los usuarios, un proceso que se llevará a cabo, en la mayoría de los casos, mediante redes inalámbricas (Wimax o 4G, por ejemplo). Las cotas de cobertura de banda ancha a través de cable o ADSL en África o Latinoamérica están poco desarrolladas.

Abrir zanjas para trazar cableados a través de la selva se antoja una misión prácticamente imposible. Y la ineficiente infraestructura de líneas de telefonía fija (en Nigeria cinco de cada cien hogares no tienen acceso al teléfono) hace del satélite el método más eficaz y barato para conectar con la web y hacerlo con la misma calidad que ofrece la fibra óptica.

Con un presupuesto de 1.200 millones de dólares (880 millones de euros), O3b está impulsado por la Sociedad Europea de Satélites (SES), que aporta un 30% de la inversión, el gigante estadounidense de Internet Google, el banco SHBC y Liberty Global, entre otros. Como socio tecnológico, SES -la compañía que explota Astra- lanzará al espacio 20 satélites. Pero a diferencia de los que se utilizan, por ejemplo, para distribuir canales de televisión en Europa, no estarán situados en órbita geoestacionaria (a 36.000 kilómetros de altura) sino a 8.063, lo que les permitirá ganar en velocidad de transmisión al estar cuatro veces más cerca de la Tierra.

En los satélites de comunicaciones tradicionales, la señal tarda en subir y bajar unos 0,5 segundos. Con el sistema diseñado por O3b, que sitúa los satélites en una órbita intermedia, la latencia se reduce a 0,1 segundos. Esta nueva generación permitirá conexiones más rápidas y flexibles. Prestará servicio tanto a los operadores de telecomunicaciones, como a los proveedores de servicios de Internet.

O3b permitirá recortar la brecha digital entre un Norte acostumbrado ya a coexistir con el iPhone, el iPad y las tabletas electrónicas y un Sur que vive al margen de las tecnologías de la información y la comunicación. "No tener acceso a banda ancha tiene consecuencias económicas y sociales", dice José Luis Gárate, director de desarrollo de Negocio de Astra. "La gran ventaja del satélite es la cobertura y la simultaneidad. Puede llevar señal a miles de millones de personas. Es la única infraestructura que cubre el territorio de manera homogénea y con la misma calidad de servicio", explica Gárate.

Fundada por Greg Wyler, O3b puede hacer posible que millones de personas de más de 150 países emergentes entren en el mundo digital y se conecten, a bajo coste y alta velocidad con el resto del mundo. El sueño del Internet global.

Con parabólica y sin censura
Además de participar en el proyecto O3b como socio tecnológico, Astra ha desarrollado su propio sistema para llevar banda ancha por satélite a Europa, África subsahariana y Oriente Próximo. A través del sistema Astra 2 Connect el operador europeo utiliza la llamada banda Ku, que es capaz de llevar la señal directamente al usuario.

Para acceder a Internet mediante este sistema se necesita una antena parabólica y un módem, equipamiento que ronda los 300 euros, una cantidad demasiado elevada para las economías medias del continente africano. Por eso este tipo de redes están siendo utilizadas preferentemente por hospitales, ONG y organismos gubernamentales.

El Astra 2 Connect está operativo en países como Costa de Marfil, Angola, Sudán, Tanzania, Kenia o Somalia. "Desde Los Monegros o desde Guinea Ecuatorial, los usuarios tienen un acceso transparente a Internet", explica Astra. En este caso no es necesario que un operador nacional entre en juego para redistribuir la señal.

Esta tecnología proporciona conexiones de banda ancha sin restricciones, ya que no se ve afectada por las limitaciones de las redes terrestres. Al no depender de ningún operador local, se podrían sortear incluso los bloqueos de Internet que intentaran aplicar los Gobiernos de turno. "Sería muy complicado establecer procesos de censura. Estaría solo en nuestras manos, y eso nunca lo haríamos", dice Astra.

La compañía tiene previsto utilizar próximamente para estos servicios la banda Ka, que permitirá ampliar la cantidad de usuarios que puede engancharse a la Red y, al mismo tiempo, aumentar la velocidad del servicio. Las velocidades más lentas son convenientes para mensajes de correo electrónico, navegación web o intercambio de documentos de negocios, mientras que los archivos de vídeos necesitan más capacidad.


El desequilibrio digital

- Cada segundo se envían alrededor de tres millones de correos electrónicos en todo el mundo.

- El año pasado, 2.000 millones de personas contaban con conexión a Internet. La mayor parte de los usuarios se concentra en los países desarrollados. En el continente africano solo existe una conexión por cada mil ordenadores.

- En Corea del Sur la velocidad de conexión media es de 17 megas por segundo. En las islas Cook se puede tardar hasta 10 minutos en enviar un simple e-mail.

- El 80% de los alumnos de Estados Unidos cuentan con un ordenador como apoyo en su educación. En Brasil únicamente hay conexión a Internet en uno de cada diez colegios.

- Todos los hogares de Andorra tienen acceso a fibra óptica. En Nigeria, el 95% no tienen siquiera línea de teléfono.

- El flujo diario de SMS supera el número de habitantes del planeta (más de 6.000 millones), pero todavía hay un 20% del territorio sin acceso a señal de telefonía móvil.

- Aunque los mercados emergentes son cada vez más influyentes en la economía global, en muchos de estos lugares hay deficiencias para acceder a la sociedad de la información.


Se lanzarán 20 satélites que se colocarán en órbita ecuatorial

El proyecto costará 880 millones de euros y empezará a funcionar en 2013
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LIBRO - Entrevista

Gordon Lish - EPIGRAFE

"Cargo las pistolas para demostrar que tengo razón"

Andréa Aguilar
22.02.2011

Heterodoxo y rebelde, el autor y editor publica Epígrafe. Desde su casa en Nueva York, da una lección sobre dos caras del mundo literario


Su temeraria pluma se hizo famosa más por tachar que por escribir. Pero Gordon Lish (Hewlett, Nueva York, 1934), el controvertido editor de Raymond Carver, que ha trabajado entre otros con Cynthia Ozick, Don DeLillo o David Leavitt, ha publicado bajo su nombre desde mediados de los ochenta media docena de libros. El año pasado llegó a España Perú, la historia del asesinato de un niño en un cajón de arena a manos de otro crío, llamado Gordon. Ahora aparece Epígrafe, novela epistolar en la que un viudo, en pleno desvarío, se despacha con los miembros de la orden religiosa que cuidaron de su esposa. El protagonista también lleva su nombre.

Lish vive en el Upper East Side de Nueva York. Su apartamento tiene un aire misterioso con suelos de tarima, luces bajas, muebles de madera oscura, una chimenea con velas en lugar de leños, cortinas dobles, sofá de terciopelo y un butacón de madera tapizado en petit-point como el tresillo que está junto a la pared. Apenas diez minutos después de haber cruzado el umbral de su puerta ya ha mencionado a un par de escritores: John Updike y Nicholson Baker, ambos aquejados de psoriasis, como él mismo. Dice que esta enfermedad ha marcado su vida. Pasó gran parte de su infancia en Florida, a la caza de radiación solar, y en la adolescencia se sometió a un tratamiento experimental con corticoides. De resultas tuvo un episodio maniaco y acabó en el manicomio, donde conoció al poeta y editor Hayden Carruth. Él le entregó un ejemplar del Partisan Review, "para ver si entre las frases encontraba alguna idea". Fue un punto de inflexión. Se instaló en California, donde creó las revistas Chrysalis Review y Genesis West con el poco dinero que ganaba enseñando en una escuela. Trabó amistad con Neal Cassady y el grupo beatnik. Nombró editor de poesía a Jack Gilbert y luego le despidió por enviar desagradables cartas de rechazo -"yo era un hombre joven y aquello me pareció innecesario; por supuesto, acabé haciendo exactamente lo mismo cuando estaba en Esquire"-. Aquello fue en los sesenta, antes de que diera el salto a Knopf y de que un artículo de Vanity Fair le bautizara como Capitán Ficción.

Sentado en su salón, el heterodoxo Lish, de espíritu rebelde y pasado beat, parece atrapado en un escenario victoriano. Es un punk de más de setenta y sin cresta que exuda inconformismo. Cuenta que le echaron del colegio y de todos los trabajos que ha tenido, como editor y también como profesor -"enseñar se me da muy bien, puedo dar clases de cuatro horas sin que nadie se mueva...

"-. Ágil conversador, torrencial e irónico, encadena anécdotas: sobre una cena que reventó en casa de Norman Mailer o una conversación telefónica con Salinger. Carga contra el canon pero se define como un romántico que aún cree en la trascendencia de la literatura y en que los excluidos algún día serán reconocidos. Cuenta que a menudo discute con una amiga nonagenaria sobre qué único cuadro o libro elegiría. "Ella dice que elegir uno solo es una tontería, pero así es como yo he concebido mi vida: no vale decir que quieres varios o ninguno, solo puedes colocar una cosa. Decide. Punto". Al hablar de la edición habla del bricoleur de Lévi-Strauss y la chora de Derrida. Se refiere a su trabajo como novelista con modestia -"se trata de juegos sintácticos, no soy realmente escritor, los libros han sido una forma de salirme con la mía"- y envidia la capacidad que grandes autores tienen para colocarse por encima de la falsedad que él detecta en el acto de la escritura. "Ellos pueden vivir con ello, yo necesito decir que todo es mentira".

PREGUNTA. ¿Por qué decidió escribir?

RESPUESTA. Siempre he escrito, desde pequeño. Paré cuando tenía 22 o 23 porque me rechazaron un cuento. Luego escribí dos novelas fruto de mi experiencia en el loquero. Una se llamaba Oda a la locura -¡Dios, hasta los títulos son vergonzosos...!-. Iban a ser publicadas pero no quise hacerlo por mis padres. No volví hasta que tenía 45 o 46 años para mantener a la familia, a las exmujeres, esas cosas.

P. Su primer libro,

Dear Mr. Capote, era una carta, un género que retomó con Epígrafe.

R. Originalmente, eran dos cartas, una dirigida a Capote y otra a Norman Mailer, y la segunda daba la vuelta al texto. Era algo ingenioso, pero a mi editor y a mi agente les pareció demasiado. Presionaron para que lo quitara y cedí. No debí haberlo hecho, era mejor el original, al menos era defendible.

P. ¿Defendible? ¿Habría aceptado este argumento como editor?

R. ¡No! Nunca cedo terreno.

P. ¿Qué hace a un buen escritor? ¿Y a un buen editor?

R. Como cualquier otra cosa en la vida, se trata de convicción. Tienes que estar dispuesto a jugártelo todo. Debes buscar el riesgo en la medida en que puedas. ¿Hay o no música en las frases?

P. ¿Es la misma receta para ambos?

R. Cuando se edita el trabajo de otro ¿qué música buscas escuchar, la tuya o la suya? El texto es como un cuerpo y la relación que tienes con él como editor o escritor debe ser entendida como una relación social. El único criterio son los arrestos, el volumen, la pervivencia de la canción. Uno quiere sacar de cualquier acto de la vida eso que necesariamente merece ser perpetuado.

P. ¿Cuál ha sido la mejor lección que ha recibido como editor?

R. No he tenido ningún respeto por los editores, pero mi jefe en Esquire me enseñó a ser temerario. Nunca he sido un buen estudiante, esa es una de mis cualidades. No aprendí de mis padres, ni de mis amantes, ni de mis amigos, que son bastante inteligentes, gente como DeLillo o James D. Watson, el premio Nobel.

P. ¿Basta con la experiencia?

R. En realidad, se trata de darse permiso a uno mismo para editar y ponerse al cargo.

P. ¿Sin miramientos?

R. La cuestión de los modales está completamente fuera de lugar, no está en mi registro. Simplemente, emito mi juicio, que proviene de un sentido, de una sensación y soy inflexible. Es una competición: el poder de mi personalidad frente al tuyo. Algo completamente criminal, pero es que creo que la conducta humana lo es mayormente. Las relaciones entre escritores y editores no son una categoría en sí mismas. ¿Hay igualdad? Realmente, no lo veo posible.

P. ¿Por qué escribe libros de cartas?

R. Las cartas son fáciles. Puedo reconocer lo que es una buena novela en un instante. Y arreglar las estructuras o reconocer el genio en el trabajo, pero en mis escritos no sé hacerlo, no puedo copiar o imitar.

P. Pero imitó a J. D. Salinger.

R. Cuando estaba en Esquire publicamos el cuento For Rupert, with no promises y no iba firmado. La revista se agotó. La gente pensó que lo había escrito Salinger o Cheever o Updike. Luego se descubrió que había sido yo. Lo hice como un homenaje, y Salinger consideró que era algo despreciable.

Lish cuenta que se sintió herido. Más adelante escribió otro cuento, con cierto resentimiento, For Jerome, with love and kisses, una parodia de For Esme, with love and squalor con el que ganó el Premio O. Henry.

P. ¿Cómo habría editado a Salinger?

R. No habría cambiado ni una coma. Es un prodigio. Su vida me parece fascinante.

P. ¿Su espíritu rebelde?

R. No, es el misterio. Mi hija mayor fue compañera de clase de aquella chica que vivió con él, Joyce Maynard. Uno se pregunta cómo pudo Salinger someterse a semejante ser humano y no haber visto la esencia. A Holden Caufield no se le habría escapado. Cabe pensar si en los primeros textos que publicó esta joven y que llamaron la atención de Salinger ya estaba la semilla de lo cutre y lo mediocre.

P. ¿Ha sentido inseguridad como escritor por su celo de editor?

R. Si fuese capaz de crear cosas como las que escriben DeLillo o McCarthy no creo que insistiera tanto en corregir. Lo que me puso en marcha fue la idea de posar primero como persona literaria y luego como escritor.

P. ¿Tomar una posición o estar en la oposición?

R. Probablemente esto último. Sobreviví a mi primer matrimonio ocho años y al segundo 31, así que no he sido completamente contrario a todo. Pero si estoy en un contexto social suelo decir lo contrario que el resto, ¿es algo auténtico?... Normalmente cargo las pistolas para demostrar que tengo razón. Esta visión tan presuntuosa aumenta el deseo de actuar como un editor draconiano.

P. Sus libros destilan violencia.

R. Don DeLillo una vez me dijo que si no escribiéramos tiraríamos bombas. El asesinato es un tema que me absorbe bastante. Mis hijos lo han notado y esto no me hace sentir orgulloso. En Perú intento reflexionar sobre la complicidad de la víctima, que tiene que ver con tomar parte en tu propia destrucción.

P. ¿Por qué usó su nombre y el de su mujer en

Epígrafe?

R. El libro no hubiera existido sin la enfermedad de mi esposa, una esclerosis amiotrófica. Meter nuestros nombres subía las expectativas, convertía la escritura en una acción mucho más excitante.

P. En

Perú también usó su nombre.

R. No puedo escribir objetivamente. ¿Quizá por qué soy demasiado protagonista? ¿Por mi solipsismo? Pues sí.

La conversación se interrumpe por una llamada. Lish no tiene correo electrónico (usa postales que encarga para que le lleguen a su domicilio y el teléfono). Habla asomado al salón y dice al aparato que, aunque el año pasado dijo que nunca más lo haría, acepta volver a impartir un curso de escritura.

P. ¿Qué necesitan aprender los escritores?

R. Que lo que hacen importa.

P. ¿Cómo son los estudiantes hoy en día?

R. No quieren ser amateurs. ¡Contratan publicistas! Siento que soy el cazador entre el centeno que impedirá que esos chicos se conviertan en un producto.

"Siento que soy el cazador entre el centeno que impedirá que esos chicos (los jóvenes escritores) se conviertan en un producto"

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"Operazione San Gennaro"

In mostra il tesoro del santo

Per la prima volta dall'8 aprile saranno esposte a Napoli le 15 mila gemme che neppure la camorra osa toccare

Michela Tamburrino
22.02.2011
Foto - In mostra 15 mila gemme studiate per tre anni dai maggiori esperti italiani nei caveau del Banco di Napoli



Questa è la storia del Tesoro di San Gennaro. No, questa è la storia di Napoli e della fede dei napoletani nel santo miracoloso. Meglio, è la storia incredibile dell’amore viscerale di un popolo per il suo protettore, la sua unica àncora di salvezza, l’ultima spiaggia quando incombe la sciagura. È la storia di uno straordinario tesoro rimasto protetto nei caveau del Banco di Napoli per secoli, pezzi di un pregio e di una rarità che sminuiscono il valore dei gioielli della corona inglese e dei preziosi dello Zar. Anzi, talmente è alta la loro rilevanza di opere d’arte, che un misero conto economico servirebbe solo a svilirli e mai a restituirne l’esatta portata. Ora andranno in mostra, a Napoli, dall’8 aprile presso il Museo del Tesoro di San Gennaro per poi allargarsi a musei satelliti della città così da creare un’aura di bellezza a maggior gloria del santo, celebrato, insieme con i suoi 54 santi gregari, solo in un fantastico film del 1966, Operazione San Gennaro di Dino Risi con Totò, Manfredi e una conturbante Senta Berger, la pupa della gang scalcagnata che ruba il tesoro.

Nessuno mai, nella realtà, ha osato tanto ai danni di un santo che vanta 35 milioni di fedeli nel mondo, un po’ perché i pezzi più pregiati, comprese «le dieci meraviglie» d’oro e pietre preziose, erano appunto conservati in banca, un po’ perché sarebbe assurdo per un napoletano rubare ciò che è già suo. Sì, perché il tesoro (21.610 capolavori complessivi) non appartiene alla Curia ma appunto alla città, come stabilito per atto notarile. Correva l’anno 1527 e su Napoli si abbatterono tre flagelli all’unisono: la guerra Francia-Spagna che in parte li riguardava, l’eruzione del Vesuvio con annessi terremoti potenti quanto quello che ha distrutto L’Aquila, e la peste che contò 250 mila vittime. I napoletani sopraffatti dalla disgrazia fecero un voto e per certificarne la validità si rivolsero a un notaio: se il santo li avesse salvati, i napoletani avrebbero costruito una nuova cappella a lui dedicata.

E il santo rispose. Per il tesoro e per la cappella fu istituito un «assessorato», una Deputazione addetta alla manutenzione del patrono e sue pertinenze, esistente tutt’oggi, composta dai discendenti delle undici famiglie nobili che la costituirono più elementi del popolo. E grazie a loro resta il valore enorme, dato anche dalla perfetta conservazione dei pezzi, rari, perché come ricorda il professor Paolo Iorio, direttore del Museo e organizzatore della mostra, «qui non si tratta di ex voto, di cianfrusaglie, bensì di doni che nei secoli regnanti e illustri personaggi fecero a San Gennaro. Il primo, busto d’argento e gemme datato 1305, fu un regalo di Carlo d’Angiò, l’ultimo, una pisside d’oro, corallo e malachite datata 1931, venne da Umberto II di Savoia. Va da sé che il lignaggio dell’offerente era a garanzia del pregio dell’opera stessa. Comunque, la Deputazione vagliava pronta a rifiutare, con grave disdoro per l’offerente, l’opera non ritenuta all’altezza».

Ma chi poteva prendersi la briga di inventariare tanto splendore? I dieci uomini (e donne) d’oro, i più grandi gemmologi nazionali, capitanati da Ciro Paolillo, professore alla Sapienza di Roma: «Siamo rimasti chiusi nel caveau per tre anni a studiare e catalogare 15 mila gemme con tecniche investigative. Attraverso i colori e le inclusioni, abbiamo scoperto la loro origine e il loro donatore, un lavoro unico nel suo genere che ci ha portato anche a scoperte gemmologiche importanti. Per confezionare la Mitra furono impegnati 20 mila ducati, quando la spesa della sanità campana, in epoca di peste, non superava i 650 ducati. E oggi quasi come allora, con l’immondizia e la crisi, ci piace pensare che San Gennaro, omaggiato con la mostra napoletana più importante del secolo, possa sentirsi grato». E possa aiutare.

Nessuno mai osò profanare il tesoro. Persino la camorra, per bocca di un boss locale di peso, ha assicurato la sua neutralità all’organizzatore del museo, più morto che vivo dalla paura di vederselo davanti: «È venuto, ha fatto il giro del museo, si è informato e poi ha detto: “Qui davanti giocavo da bambino, nessuno toccherà il santo e quanto è suo”». Giusto per scoraggiare malintenzionati non indigeni, si è pensato a misure di sicurezza a prova di scasso, ma anche loro, i sette uomini d’oro, non temono assalti: «Ci siamo sentiti, non senza brividi, in un’extraterritorialità protetta per tutto il tempo del nostro lavoro, il taxi che non si faceva pagare, il posto sempre libero ovunque volessimo andare».

Tutto parte in epoca di guerra, dal camorrista «’O Re di Poggioreale» (cui si ispirò Risi per il personaggio di Manfredi), l’unico capace di farsi restituire il tesoro momentaneamente portato in Vaticano per paura dei bombardamenti e che poi i prelati non volevano restituire adducendo motivi di sicurezza. Lui ci riuscì, e dopo essere sparito per mesi e aver fatto pensare al peggio, lo restituì platealmente in piazza il 21 gennaio ’47. Fu portato in trionfo.

http://www.stampa.it/
Martin Heidegger


Pensamientos poéticos


Cecilia Dreymüller
22/02/2011

Pensamiento. Para los iniciados en la filosofía de Martin Heidegger no es ningún secreto que la poesía ocupa un lugar central en el desarrollo del pensamiento del filósofo alemán. "La realidad de verdad del hombre es, en su fondo, poética", postula en Hölderlin y la esencia de la poesía. Pero Heidegger no sólo era un formidable estudioso de poesía. Como revela la publicación de los Pensamientos poéticos -en esta cuidada edición, con una traducción transparente, fluida y bien razonada en las notas finales-, él mismo la cultivaba en sus apuntes personales. Y lo hacía, como prueba la seca, aforística y cifrada dicción de sus textos poéticos, sólo excepcionalmente como medio de elucubración improvisada o expresión íntima de sentimientos (si bien esta edición incluye también cartas y poemas algo tontorrones del enamorado a su novia). Los Pensamientos poéticos, recopilados y entregados como regalo a su esposa recogen la esencia de la filosofía de Heidegger y constituyen un complemento importante de su trabajo destinado al público. "Pensar es servir: / el poetizar sin imagen: / silenciar, diciendo / la falta propia de la diferencia del ser / en el radiante escondimiento". La poesía se presenta como instrumento idóneo para librar el pensamiento de la carga superflua de las palabras. El ideal de Heidegger es volver a un hablar antiguo que se asemeja a las sentencias de los filósofos griegos. Y especialmente en la segunda parte, 'Desde la experiencia del ser', se acerca mucho a este ideal, rodeando sus temas favoritos en círculos concéntricos de poemas breves: "Más decisivo / que una 'fe' precipitada / y que proporcionarse un dios / acostumbrado que pueda servir / como apoyo inmediato, sigue siendo aún / la disposición a la diferencia del ser". Un inestimable breviario filosófico.


Pensamientos poéticos
Martin Heidegger
Traducción de Alberto Ciria
Herder. Barcelona 2010
470 páginas. 32 euros

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CINE


Hacia un cine coreográfico


Cisne negro, de Darren Aronofsky y con Natalie Portman, es un sofisticado ejercicio de terror sobre El lago de los cisnes. Wim Wenders estrena en Berlín su filme sobre Pina Bausch en 3D

Omar Khan
22/02/2011
Foto - Cisne Negro –Darren Aronofsky



Hace ya diez años, una película curiosa e inusual retaba la sensibilidad de miles de espectadores en el planeta. Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) reblandecía corazones duros con una historia que desdeñaba todos los clichés de las películas de danza al uso insertándose dentro de la contundente corriente británica de cine social puesta en boga por creadores como Ken Loach o Mike Leigh, y llevada a los extremos de la popularidad por la ácida comedia Full Monty (Peter Cattaneo, 1997). La ingeniosa y emocionante historia de un adolescente que quiere bailar, siendo el hijo de un obrero en un deprimido barrio británico, huía con su original enfoque del manido relato acerca de los sufrimientos que conlleva la danza para ubicarse, mucho antes, en el terreno de la ilusión y la lucha contra los elementos que debe entablar un chico, bailarín improbable, que se siente llamado por la danza.





El secreto de Billy Elliot radicaba en que no era explícitamente lo que conocemos como una película de danza. Tampoco era un musical, aunque años más tarde fuera adaptada para los escenarios del West End londinense, donde todavía se puede ver. Era más bien una historia de la vida, en la que la danza tenía cierto protagonismo y servía como desencadenante de las acciones. Es exactamente lo mismo que le sucede a Cisne negro, que se estrena el próximo viernes y que aunque se ubica en las antípodas de Billy Elliot, coincide en que se despliega desde un género cinematográfico que le parece ajeno. Porque la nueva película de Darren Aronofsky, cineasta ya inquieto que propinó títulos de indudable interés como la enigmática Pi o la desasosegante Requiem for a Dream, es un sofisticado ejercicio de cine de terror que, casi rozando el gore, intenta hacerse preguntas inesperadas, impertinentes y oscuras acerca de El lago de los cisnes, probablemente el ballet más famoso de la historia, mil veces calificado como bello. Sin embargo, no es tan bello desde la óptica del joven cineasta norteamericano que se fija obsesivo en la dualidad de la protagonista e intenta decirnos que detrás del bondadoso y sacrificado cisne blanco, siempre está agazapado y al acecho un cisne negro, el bicho oscuro que todos llevamos dentro. Lo ilustra con el dilema de una bailarina, interpretada con acierto por Natalie Portman, que consigue hacerse con el papel central de la producción de El lago de los cisnes en la compañía en la que lleva años esforzándose. Es perfecta, en técnica e interpretación, para el cisne blanco pero no puede con el negro. Acosada por una madre obsesiva (Barbara Hershey), instigada por un coreógrafo histérico (Vincent Cassell a la manera Diaghilev) y amenazada por una nueva compañera de trabajo (Mila Kunis), se lanza a buscar en su propia interioridad su lado más oscuro. Y no tarda demasiado en dar con él. Tensa y claustrofóbica, inquietante y perturbadora, Cisne negro intenta cimentar y propiciar una nueva relación entre danza y cine, al menos una diferente, una que no es esclava de los códigos del musical.

Cisne negro y Billy Elliot son notorias porque suponen intentos del cine masivo por ofrecer alternativas distintas e innovadoras a las posibilidades infinitas que ofrece la danza al cine. No obstante, tampoco son únicas y desde un cine artístico y de autor, más minoritario, lo que va de siglo ofrece un auténtico abanico de innovaciones, que cruza desde el prodigioso filme-ballet canadiense Dracula: Pages of a Virgin Diary (Guy Maddin, 2002, ganadora del Festival de Sitges), una película fascinante que vuelve sobre la historia del célebre vampiro de Bram Stocker convertida no solamente en ballet sino en sofisticado homenaje al cine mudo, hasta la reinvención del género documental que supone la novísima La Danza, categórico título que otorga el destacado realizador Federick Wiseman al resultado de su inmersión durante nueve meses en las entrañas del Ballet de la Ópera de París. Recién estrenada en España esta película también, a su manera, huye de todo convencionalismo en lo que se refiere a documentales de danza. Bajo lo que el mismo autor llama "cine objetivo" aparecen un puñado de secuencias, sin aparente orden ni concierto, sin voz en off que oriente y guíe, sin saber con exactitud quiénes son los que desfilan por pantalla, que van acercando al espectador a lo que ocurre la noche del estreno, lo que pasa en los ensayos y oficinas, lo que hay tras el telón, lo que hay delante y lo que hay a los lados. Las reuniones secretas, el movimiento en taquilla, los fanáticos, las galas benéficas de suculentas cenas y las comidas descoloridas de los bailarines en el comedor. Podría ser un aburrimiento mortal, pero desde el montaje, el realizador va armando con habilidad artesana un retrato fascinante, no siempre complaciente ni deslumbrante, de una de las más grandes compañías de ballet del mundo. Al final, es al espectador al que le toca sacar conclusiones.

La fallecida creadora alemana Pina Bausch (1940- 2009), a quien por cierto vemos trabajando con los bailarines de la Ópera de París en el documental de Wiseman, fue una gran aficionada al cine, siempre creyó en las posibilidades de plasmar su danza en pantalla. Fue actriz a las órdenes de Federico Fellini, en Y la nave va (1983), dejó caer a Almodóvar con su cámara en funciones de sus coreografías Café Muller y Masurca Fogo, para su película Hable con ella (2002), y ella misma fue directora de un filme de danza, El lamento de la emperatriz (1990). En 2008 permitió que la realizadora alemana Anne Linsel hiciera un seguimiento al proceso de montaje de su pieza Kontakthof con una veintena de adolescentes, de donde salió el curioso documental Tänzträume (ambos, la película y el espectáculo han sido vistos en Barcelona recientemente). Pero la vida no le llegó a Pina Bausch para poder ver su más ambiciosa incursión en el cine: el filme experimental Pina que, en homenaje a ella, a su compañía y a su obra, rodó en tecnología 3D el destacado realizador Wim Wenders (El cielo sobre Berlín, Buena Vista Social Club), que se estrena mañana (en competición) en el Festival de Berlín, evento que el año pasado ya acogió el documental de Linsel. Pina promete ser una revolución en cuanto a la relación danza y cine. No solamente por incorporar y permitir la experiencia de la danza en tercera dimensión, un filón todavía virgen, sino por su manera de presentarlo a la audiencia. Rodado en la ciudad alemana de Wuppertal, donde reside la compañía, Wenders ha trasladado fragmentos de sus coreografías más conocidas a exteriores, a escenarios naturales y urbanos, que redimensionan los originales y crean un nuevo ámbito, estrictamente cinematográfico, para esas acciones escénicas, con frecuencia desgarradas y casi siempre poéticas y evocadoras. De forma tal que la entrada de la segunda década del siglo trae con Black Swan, La danza y Pina novedades relevantes en cuanto a la usualmente complicada y no siempre bien comprendida relación que se puede establecer entre danza y cine.

Entretanto, se siguen produciendo películas comerciales que, con mayor o menor tino, siguen de cerca la tradición y parámetros de la "película de danza". Basada en un personaje real, El último bailarín de Mao (Bruce Beresford), recientemente estrenada, encaja perfecta, en tanto que no deja de transitar por manidos tópicos sobre las relaciones entre China y Occidente en general y entre la danza y sus sacrificios en particular. En solitario, pero cada vez más seguro y eficaz, Carlos Saura sigue dándole vueltas a las posibilidades cinematográficas y estéticas del cante y baile en su reciente Flamenco, Flamenco, al tiempo que el Hollywood del glam sigue produciendo, cada vez con más frecuencia, películas propias o basadas en musicales de Broadway, que reafirman la hegemonía norteamericana del musical, género que les pertenece.

Aunque sigue siendo básicamente un cine de fórmula, a inicios de este siglo hubo un repunte importante del género musical en el cine comercial, que de repente también se vio sacudido por el espíritu de la innovación, básicamente con dos películas totalmente diferentes que fueron sonados éxitos masivos: Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001), una extravaganza fuera de cualquier clasificación, y la adaptación al cine del musical de Bob Fosse Chicago (Rob Marshall, 2002) que, con sus seis oscars, abrió la veda del trasvase de los musicales de Broadway a la gran pantalla. Estos repuntes taquilleros fortalecieron un género que parecía dormido y olvidado. Y desde entonces, no han faltado en las carteleras. No importa si fallan como la reciente Burlesque, auténtico cúmulo de tópicos, o las decepciones de taquilla Nine, Mamma mia o Los productores. Ellos siguen adelante siempre aguardando por las nominaciones y soñando con su taquillazo. La prueba fehaciente del resurgir del musical está en que ahora mismo se cuecen en la industria un buen puñado con estrenos previstos para años sucesivos. Entre ellos habría que destacar la superproducción Cleo (2012), en la que un cineasta de envergadura como Steven Soderbergh hace su incursión en el musical convocando a la misma Catherine Zeta-Jones de Chicago, para cantar y bailar como la reina Cleopatra; Damn Yankees, con Jim Carrey y Jake Gyllenhaal; una versión en clave musical de El color púrpura y varios remakes (Ha nacido una estrella, dirigida por Nick Cassavetes, Sunset Boulevard, My Fair Lady, Footloose o The Rocky Horror Picture Show), así como varias adaptaciones de musicales de Broadway, entre los que se encuentran en proceso Los miserables, Miss Saigón, Wicked, Spring Awakening, con coreografía del reputado coreógrafo Bill T. Jones, Jersey Boys, y una nueva vuelta de Yellow Submarine, el musical animado de los Beatles, en una versión también animada y en 3D, que prepara Robert Zemeckis.


Tensa y claustrofóbica, inquietante y perturbadora, 'Cisne negro' intenta propiciar una nueva relación entre danza y cine


Cisne negro, de Darren Aronfosky, se estrena el próximo viernes en España. Pina, de Win Wender, se proyecta mañana en la Berlinale.

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