HISTORIA ARGENTINA
«Enciclopedia B-S», un experimento literario con la diáspora como telón de fondo del historiador argentino José Emilio Burucúa 

Inés Martín Rodrigo, Madrid
05/02/2011

José Emilio Burucúa acostumbra a bucear en los recovecos de la historia menos reciente, pues su ámbito de actuación se centra en la modernidad temprana. Pero hay ocasiones que no deben dejarse pasar y este apasionado del arte y conocedor de la geografía humana cumplió con creces ante el reto que el destino profesional le tenía reservado. Un solo nombre, el segundo Hombre Montaña (Raúl), y toda una historia a sus espaldas de emigración, identidad, dolor y patria, reconstruida por Burucúa en esta «Enciclopedia B-S» (Periférica). No se trata únicamente de un relato histórico vertebrado a partir de las memorias de un inmigrante rumano de origen judío que en Argentina se gana la vida como luchador. Nos encontramos ante un completo atlas de los caminos por los que transitó la emigración de los judíos europeos a América Latina

- ¿Qué hizo que se detuviera ante esta historia, qué le llamó la atención que hizo que quisiera plasmarla en un libro tan poco común como esta «Enciclopedia B-S»?

- Me encontré, por circunstancias algo fortuitas, en posesión de un archivo familiar formado por un libro de memorias y por una cantidad importante de documentación que había juntado el protagonistas principal de este relato, Raúl. La primera noticia que tuve suya fue hace muchos años, cuando había sido luchador y yo, de adolescente, iba a verle: era el segundo «Hombre Montaña». Averiguar que había escrito esas memorias me sorprendió y cuando las leí me encontré con una pieza que me obligó a no dejar pasar esta gran ocasión de escribir una historia de un hombre común que, además, era un buen retrato del modo en que los huracanes de la historia del siglo XX habían soplado sobre una persona muy sencilla cuyas mayores miras eran alcanzar la felicidad. A pesar de que esos vendavales se encarnizaron con él, pudo navegar desde su Rumanía natal, pasando por la vieja Palestina, Israel, Francia, un destino abortado a Canadá y finalmente llegar a Argentina, donde murió. Una ocasión de oro para un historiador.

- ¿Por qué eligió un formato tan llamativo como este experimento historiográfico, cómo fue la elaboración del libro?

- En principio pensé publicar sus memorias tal cuál, pero después se reveló como algo demasiado complejo porque para poder escribirlas Raúl se compró el «Manual» de María Moliner... imagínate. Si a eso añadimos los errores lógicos de un rumano parlante que aprendió a hablar castellano a los cuarenta años, la dificultad es más que comprensible. Pero el texto logra un increíble impacto y hasta tiene frescura, por lo que decidí citarlo lo más posible en la parte que compete a la vida de Raúl. De hecho, estoy convencido de que sus memorias acabarán en una biblioteca pública argentina.

- Pero, ¿por qué esta forma de enciclopedia?

- Fueron tantos los personajes que aparecieron que me sentí incapaz de armar un relato que conservara esa linealidad que tiene que tener una narración histórica para hacerse inteligible. Decidí realizar un mosaico, de manera que presentaría a los personajes por separado, pero respetando esa linealidad y añadiendo las referencias intertextuales comunes en las enciclopedias y los diccionarios. Después de haber elegido esa forma se me ocurrió escribir ese discurso preeliminar, que en realidad es una parodia del de D'Alembert para la «Enciclopedia» y donde aproveché para realizar críticas amables a algunas tendencias de la historiografía actual. Mis «dardos» van contra cierta tendencia actual de suponer que lo real no ha existido más allá de lo que se ha relatado sobre lo acontecido. Yo creo que sí, que ha habido algo real y nos podemos acercar a ello a través del estudio de las fuentes. Aunque el lector común puede obviarlo y pasar directamente a los personajes.

- ¿Qué tiene de particular la historia de esos personajes, integrantes de la familia B-S?

- Lo que tiene de particular es algo que finalmente es general en los países de inmigración como Argentina, Urugay, Chile, Brasil... Son gentes llegadas desde todos los lugares del mundo, que se encuentran allí, se aman, se aborrecen, se unen, se mezclan y se reproducen.

- Todos los personajes sufren, de algún modo, las embestidas de la diáspora judía. ¿Cómo se percibe eso en el relato?

- Al comienzo del relato hay una identidad judía muy fuerte porque hay personajes fieles aún a la religión de sus antepasados. Después aparece la generación de los dos personajes principales (Cecilia y Raúl), que intentan llevar una vida donde el judaísmo aparece como algo remoto y se intenta una asimilación con lo circundante, más que a una diferenciación. Esa evolución se percibe perfectamente y, por supuesto, la herida profundísima del antisemitismo eliminacionista en todo el mundo psíquico y social de los personajes.

- Es llamativo cómo en esos países de América latina vivieron casi al mismo tiempo judíos que huían del Holocausto y nazis responsables de esa aberración humana.

- Muchos estudios insisten en una cierta complicidad del Gobierno militar del 43 y del primer Gobierno peronista con el Tercer Reich y el refugio que muchos nazis encuentran en Argentina, entre otras naciones sudamericanas. Eso se combinaba con una recepción de judíos expulsados de Europa, tanto al principio de la guerra como después del 45. Historiadores y periodistas han examinado este escándalo de la recepción, hasta en muchos casos oficial, escondida y velada que tuvieron los jerarcas nazis en Argentina. Se han aportado muchísimos datos que demuestran que no es un mito.

- Pese a que se trata de un relato historiográfico, basado en hechos reales y con fuentes documentadas, esta «Enciclopedia» tiene rasgos estilísticos característicos del realismo mágico, ¿está de acuerdo?

- Estoy de acuerdo en el sentido estilístico, ya que es inevitable. Cuando uno hace un relato en Sudamérica, sobre todo después de los ejemplos de García Márquez y Vargas Llosa, no puede evitarlo porque cuando era adolescente era la literatura que se leía. En este sentido he tomado un guante que en una ocasión arrojó Giovanni Levi en una visita a Argentina. Levi dijo que los historiadores debíamos tener el coraje de asumir las grandes, revulsivas y nuevas formas narrativas de la novela a partir de Joyce, básicamente. Además quise hacer una cosa a la que se pudiera acercar cualquier lector, no solo los colegas historiadores.

- ¿Qué puede aportar la historiografía a la literatura?

- Sobre todo y ante todo personajes. La literatura tiene derecho a inventar, mientras que la historiografía solo puede investigar. Pero, como bien afirma Carlo Ginzburg, yo no soy de los que ponen la verdad entre comillas. Para mí existe una verdad a la que es muy difícil llegar y que probablemente nunca alcancemos, pero ha existido algo que es la experiencia de los hombres del pasado, distinta de la nuestra, y un historiador tiene el deber de bucear y decirnos qué ha sido aquello. Así podremos ver que, o bien venimos de aquello, o bien que ya somos algo completamente diferente a ese mundo. Pero, de una u otra forma, existe siempre la posibilidad de que algo de nuestros antepasados reviva con fuerza en nuestro tiempo.

- Puesto que, al fin y al cabo, este libro está construido a partir del huracán más violento que azotó la historia el siglo pasado, ¿cuáles cree usted que son los peores huracanes que está atravesando ahora mismo la sociedad?

- Hay huracanes que van a barrer con verdaderas lacras. Por ejemplo el huracán de las revueltas en África del norte, que espero suponga la eliminación de las dictaduras. Me parece muy interesante que haya un huracán que arrase con esto, pero mi temor es que implique un refuerzo del fundamentalismo religioso, que no creo que sea un peligro exclusivo del mundo islámico, sino que lo veo también en nuestro propio mundo. No soy un ateo ni un «comecuras», pero aprecio que en Occidente hayamos podido construir una sociedad laica en el sentido de que haya una multiplicidad de creencias conviviendo en un plano de igualdad y, entre todas, podamos construir algo común y diferente que es la sociedad civil, con proyectos comunes que nada tienen que ver con lo que cada cual cree sobre su alma y su propio destino. Esa es una de las grandes contribuciones de occidente a la historia de los hombres y eso está en grave peligro en todas partes, aunque en el mundo musulmán quizá es donde más se nota. Es muy interesante ver si este proceso de los países árabes lleva a un fortalecimiento de la sociedad laica. Lo que sí veo en la actualidad, después de lo que ha significado el desastre de la crisis económica que empezó a finales de 2008 y que aún padecemos, es la responsabilidad que tiene cierta organización del capitalismo actual. Es este capitalismo centrado en el auge de las finanzas, en los súperpoderes del sistema bancario y no en la búsqueda de una solución a la crisis del capitalismo (que no marca el final del capitalismo, como algunos colegas de izquierdas creen). Es hora de recuperar el camino del otro capitalismo, del capitalismo del estado de bienestar, en unos términos completamente distintos. Lo que tendría que sublevarnos es, otra vez, la presión del sistema financiero y de lo bancos que acaban de decir colectivamente en Davos que no van a aceptar ningún tipo de regulación. ¡Basta ya! El camino tiene que ir por una regulación muy fuerte del sistema financiero y una carga impositiva sobre los beneficios de las finanzas. No podemos crear dinero con el dinero. Es un huracán que sigue pasando y que los estados no están afrontando con la energía que deben.

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