Mostrando postagens com marcador guerra norte-americana. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador guerra norte-americana. Mostrar todas as postagens
El marketing de la guerra


“Odisea al amanecer” y “Libertad duradera” son algunos de los pomposos nombres de operaciones militares recientes. Aquí, quién los elige, cómo y por qué


POR Ana Prieto
Foto - Gecko, 17 de agosto de 2007. Una de las operaciones de EE.UU. en Irak. (AP)

Odisea al amanecer es el título de best-séller con que el Departamento de Defensa norteamericano ha bautizado a su actual operación contra Khadafi en Libia. Y ese nombre no ha pasado desapercibido para la opinión pública, que tras tantos años de eslóganes bélicos se pregunta qué tiene que ver con las acciones militares que se están llevando a cabo esta vez. ¿Será que los ataques sorprenden a las defensas libias sólo de madrugada? ¿Será que la administración Obama espera que a sus fuerzas les lleve tanto tiempo volver a casa como a Odiseo? ¿Será nada más que otro intento de edulcorar una acción que sin duda se llevará la vida de cientos y cientos de civiles?

Según Africom, la pata militar estadounidense en el vasto continente africano (cuyas oficinas, vale decir, están en Alemania) el nombre no significa nada y fue generado básicamente por una computadora. En efecto, en el año 1975 se creó un sistema llamado Code Word, Nickname and Exercise Term System, NICKA, a través del cual el Departamento de Defensa asigna a los distintos comandos apostados en todos los continentes una secuencia aleatoria de letras para bautizar sus operaciones militares. Esto no significa que el NICKA genere los nombres; es más bien un método automatizado para validarlos y almacenarlos, es decir, para darles luz verde tras comprobar que no se repiten y que se ha respetado la secuencia de letras asignada. Africom podía elegir esta vez entre las siguientes: JS-JZ, NS-NZ y OA-OS. Se decidieron por el último set, con “Odisea”. La segunda palabra puede ser escogida al azar; así es como quedó “amanecer”.

Aseguran que Odisea al amanecer no significa nada, pero el pathos, esa cualidad retórica de apelar a los sentimientos, tiene una presencia innegable. El nombre recurre a la atractiva ambigüedad de las emociones: hace referencia a un gran trabajo, pero no a una guerra; hace referencia al momento del día que todos esperamos tras una mala noche, a la renovación, a la promesa de empezar de cero. Pero sobre todo, parece ser el título apropiado para una acción que ha contado con el impulso y el beneplácito de un presidente que ha ganado el Premio Nobel de la Paz.

La que podría ser una muy interesante historia de los nombres de las guerras no está tan sistematizada como podría estarlo a esta altura. Si pensamos en lo que aprendimos en el colegio, los nombres de las contiendas se suscriben sobre todo al lugar en el que transcurrieron, como Lepanto, Waterloo o San Lorenzo, o bien al tiempo que duraron, y siempre bautizadas cuando el conflicto había terminado –Cien años, Seis días. Pero algunos enfrentamientos escaparon a esta la literalidad, como la muy desconocida Guerra de la Oreja de Jenkins cuyo nombre hacía referencia a su supuesto instigador, es decir, a un eufemismo. Robert Jenkins, un pirata escocés devenido en capitán, se presentó en la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña en 1738 para denunciar que los españoles le habían cortado una oreja en la zona caribeña en 1731. La guerra se declaró casi de inmediato, duró nueve años, fue desastrosa para Gran Bretaña y, desde luego, tuvo menos que ver con la mutilación de Jenkins que con los intereses económicos en la zona.

En la era moderna, los primeros en emplear un nombre en código que fuera algo más que un código incomprensible fueron los alemanes casi al final de la Primera Guerra Mundial, conocida durante su transcurso como La Gran Guerra. La ofensiva alemana utilizó nombres míticos y religiosos para bautizar sus últimas operaciones, como Alberich, San Miguel y San Jorge, más conocida como la Batalla de Lys y que al retraerse en sus aspiraciones, terminó en el femenino Jorgelina.

Cuestión de imagen

Durante la Segunda Guerra Mundial los nombres de las grandes operaciones tendrían la función explícita de alentar y enaltecer a las tropas. Winston Churchill fue un apasionado del tema: dio instrucciones para que las acciones en que un gran número de soldados podía perder la vida no llevasen nombres que sugirieran demasiada seguridad en uno mismo, ni fuesen frívolos ni resultasen humillantes para los deudos. Por ejemplo, habría que evitar a toda costa que una madre dijera que había perdido a su hijo en una operación llamada “Alboroto”. Pero Churchill violaría su propia premisa de templar la autoconfianza al ser el responsable directo de que el desembarco aliado en Normandía en 1944 se llamara Overlord, cuya traducción es algo así como “más supremo que el supremo”. Unos meses después, Japón, que acostumbraba numerar o dar códigos alfabéticos a sus operaciones, bautizó su ofensiva contra los aliados en el Golfo de Leyte como Victoria, famosa por su despliegue sistemático de kamikazes.

Esos nombres no llegaban al ciudadano común, nadie más que los implicados conocían los títulos Overlord, Victoria o el hitleriano Barbarossa. Sólo después de 1945 el Departamento de Defensa estadounidense (entonces llamado Departamento de Guerra) dividiría los títulos de sus campañas en dos alternativas: los códigos y los apodos o nicknames. Los códigos son para uso interno y no llegan al conocimiento del civil común. Los nicknames, en cambio, tienen la misión de moldear actitudes y opiniones, y se convertirían en una táctica bélica más bajo la forma de relaciones públicas.

La operación Encrucijada, que consistió en una serie de pruebas nucleares en el Atolón de Bikini a partir de 1946, recibió ese nombre para sugerir que ante el sobrecogedor poder nuclear no sólo las fuerzas militares sino la humanidad entera se encontraba en un posible punto de no retorno. Dos denominaciones que causaron malestar en las buenas conciencias norteamericanas fueron operación Asesina, durante la guerra de Corea, y Machacadora, en Vietnam. Para evitar errores parecidos en el futuro, el Departamento de Defensa estipuló que en adelante las operaciones no expresarían “un grado de belicosidad que fuese inconsistente con los ideales tradicionales de Estados Unidos o su política exterior”. El nombre de la invasión a Granada de 1983, Furia Urgente, inauguraría definitivamente la combinación del método NICKA con esa prosopopéyica creatividad a la que pronto nos acostumbraríamos y además subsumiría guerras e invasiones al rango de operaciones. La invasión de Panamá de 1989 se llamaría Causa justa, la Guerra del Golfo, Tormenta del desierto, acciones contra objetivos serbios durante la guerra de Yugoslavia, Fuerza Resuelta. La Guerra en Afganistán tras el 11-S, se llama, hasta hoy, Operación Libertad duradera (iba a llamarse Justicia infinita pero concedieron que a esta sólo puede administrarla Dios).

Si Churchill viviera, probablemente pensaría que Odisea al amanecer y Libertad duradera son nombres pomposos y floridos que no conmueven a la opinión pública y, sobre todo, que en nada mejoran la moral de los combatientes. Y quizá repetiría ante la comunidad internacional una de sus célebres frases: “No importa qué tan bella sea la estrategia, de vez en cuando hay que fijarse en los resultados”.

Ñ
LEI TALIBÃ
31.07.2010

A revista Time traz na capa desta semana a fotografia de Aisha, uma jovem afegã, de 18 anos, a quem foram cortadas as orelhas e o nariz por não respeitar as regras talibãs e ter fugido da casa da família do marido.

Aisha conta que era constantemente espancada e tratada como uma escrava. Mesmo assim, a história não foi o suficiente para convencer um comandante talibã e enquanto o cunhado de Aisha a agarrava, o seu marido cortou-lhe as orelhas e o nariz.

A fotógrafa da Time, Jodie Bieber, quis fotografá-la mostrando a beleza da mulher. “És mesmo uma mulher bonita. Não compreendo, nem imagino o que possas sentir quando tens o nariz e as orelhas cortadas, mas o que posso fazer, e mostrar-te, é a tua beleza nestas fotografias”, disse a Aisha.

O trabalho mostra a situação das mulheres naquele país e defende a permanência das tropas americanas no local. No editorial da revista americana lê-se que a reportagem pretende também: “convencer os americanos sobre o que os EUA e aliados deveriam fazer no país”.

Hoje em dia Aisha está escondida e protegida por guardas. A organização não governamental “Women for Afghan Women” (Mulheres pelas mulheres afegãs) ajuda-a financeiramente. Uma organização humanitária da Califórnia quer levá-la para os EUA para que possa ser submetida a uma cirurgia de reconstrução da face.
www.ionline.pt/

...

AFEGANISTÃO - UM ENIGMA E QUATRO HIPÓTESES


Por José Luis Fiori
Outras Palavras *
30.07.2010

“Whenever western leaders ask themselves the question, why are we in Afghanistan, they come up with essentially the same reply: “to prevent Afghanistan becoming a failed state and haven for terrorists”. Yet there is very little evidence that Afghanistan is coming stable. On the contrary, the fighting is intensifying, casualities are mounting and the Taliban are becoming more confident”
Gideon Rachman, Financial Times, 26 de junho de 2010


A superioridade numérica e tecnológica das forças americanas e da OTAN, com relação aos guerrilheiros talibãs do Afeganistão, é abismal. No entanto, a situação estratégica dos EUA e dos seus aliados, depois de nove anos de guerra, vem piorando a cada dia. Em apenas um mês, o presidente Obama foi obrigado a demitir, por insubordinação, o famoso general Stanley McChystal, que ele havia nomeado, e que era o símbolo da “nova” estratégia de guerra do seu governo.

E agora enfrenta um dos mais graves casos de vazamento de informação da história militar americana, com detalhes sanguinários sobre ação das tropas, e acusações de que o Paquistão – seu principal aliado – é quem prepara e sustenta os guerrilheiros talibãs.

Depois do envio de mais 30 mil soldados americanos, em 2010, a situação militar dos aliados não melhorou; os ataques talibãs são cada vez mais numerosos e ousados; e o numero de mortos é cada vez maior. Por outro lado, o apoio da opinião publica americana e mundial é cada vez menor, e alguns dos principais aliados dos EUA, como a Holanda e o Canadá, já anunciaram a retirada de suas tropas, com própria Grã Bretanha sinalizando na mesma direção.

Faz algum tempo, o general americano, Dan McNeil, antigo comandante aliado, declarou à revista alemã Der Spiegel que seriam necessários 400 mil soldados para ganhar a guerra, e talvez por isto, quase ninguém mais acredite na possibilidade de uma vitória definitiva. Por outro lado, o governo do presidente Hamid Karzai está cada vez mais fraco e corrompido pelo dinheiro da droga e da ajuda americana, a sociedade afegã está dividida entre seus “senhores da guerra” e o atual Estado afegão só se sustenta com a presença das tropas estrangeiras.

Por fim, a luta contra as redes terroristas e al-Qaeda de Bin Laden também vai mal, e está sendo travada no lugar errado. Hoje está claro que os talibãs não participaram dos atentados de 11 de setembro, nos EUA, e estão cada vez mais distantes da al-Qaeda e das redes terrorista cuja liderança e sustentação está sobretudo, na Somália, no Yemen e no Paquistão.

E quase todos os estrategistas consideram que seria mais eficaz a retirada das tropas e o rastreamento e controle a distância das redes terroristas que ainda existam no território talibã. Resumindo: a possibilidade de vitória militar é infinitesimal; os talibãs não defendem ataques terroristas contra os EUA e não dispõem de armas de destruição de massa; e não existem interesses econômicos estratégicos no território afegão.

Por isto, a guerra se transformou numa incógnita, para os analistas políticos e militares.
Do nosso ponto de vista, entretanto, a explicação da guerra e qualquer prospecção sobre o seu futuro requerem uma teoria e uma análise geopolítica de longo prazo, sobre a dinâmica das grandes potências que lideram ou comandam o sistema mundial, desde sua origem na Europa, nos séculos XV e XVI. Em síntese:

1. nesse sistema mundial “europeu”, nunca houve nem haverá “paz perpétua”, porque se trata de um sistema que precisa da preparação para guerra e das próprias guerras para se ordenar e expandir;

2. nesse sistema, suas “grandes potencias” sempre estiveram envolvidas numa espécie de guerra permanente. E no caso da Inglaterra e dos EUA, eles começaram – em média – uma nova guerra a cada três anos, desde o início da sua expansão mundial;

3. além disto, este mesmo sistema sempre teve um “foco bélico”, uma espécie de “buraco negro”, que se desloca no espaço e no tempo e que exerce uma força destrutiva e gravitacional sobre todo o sistema, mantendo-o junto e hierarquizado. Depois da Segunda Guerra Mundial, este centro gravitacional saiu da própria Europa e se deslocou na direção dos ponteiros do relógio: para o nordeste e sudeste asiático, com as guerras da Coréia e do Vietnã, entre 1951 e 1975; e depois, para a Ásia Central, com as Guerras entre o Irã e o Iraque, e contra a invasão soviética do Afeganistão, durante a década de 80; com a Guerra do Golfo, no início dos anos 90; e com as Guerras do Iraque e do Afeganistão, nesta primeira década do século XXI.

4. deste ponto de vista, pode se prever que a Guerra do Afeganistão deverá continuar, mesmo sem perspectiva de vitória, e que os EUA só se retirarão do território afegão quando o “epicentro bélico” do sistema mundial puder ser deslocado, provavelmente, na mesma direção dos ponteiros do relógio.

Foto Pål Berge
* Outras Palavras é a nova versão do boletim de atualização do Le Monde Diplomatique, agora vinculado à Biblioteca Diplô e o site Outras Palavras.
A reprodução é benvinda.
Interessados em recebê-lo devem clicar aqui.