Memoria histórica para
la literatura
'Derrota y restitución de la modernidad' lanza "una mirada desacomplejada" a los últimos 70 años de las letras y revisa la imagen del exilio, Cela o Barcelona
Carles Geli, Barcelona
23/03/2011
Foto - Juan Ramón Jiménez, María Zambrano, Miguel Delibes, Ana María Matute y Rafael Sánchez Ferlosio, vistos por Sciammarell
La marea de la memoria histórica tenía que llegar algún día también a la literatura. Lo hará mañana con la aparición de Derrota y restitución de la modernidad 1939- 2010, séptimo volumen de la Historia de la literatura española que, bajo la dirección de José-Carlos Mainer, edita Crítica. Los profesores Jordi Gracia y Domingo Ródenas son, tras un trabajo de casi tres años, los titanes artífices de un manual de 1.180 páginas por el que desfilan más de 7.000 referencias (autores, profesores, obras, revistas, instituciones...) al servicio de un novedoso y audaz discurso intelectual que, por vez primera, llega hasta hoy mismo y que escocerá en más de una ocasión tanto por la franja alta como por la baja de la ambiciosa cronología que abarca.
Ponen el acento los autores en que la posible originalidad de su historia reside en sus últimos 40 años, donde de alguna manera establecen un canon, pero lo novedoso ya arranca en la primera parte, en la que se consolida la idea (defendida ya en otros libros por Gracia) de que la ruptura intelectual, la "autarquía destructiva" que se impuso en 1939 en relación al exilio cultural fue más corta de lo afirmado (o ignorado) hasta ahora. Y así, con apoyo documental aparecen discursos de Corpus Barga (de 1946), Francisco Ayala (1949) y Pere Calders y José Luis López Aranguren (ambos en 1953), donde la querencia del otro y los puentes ya se plantean raudos. "Es la muestra de que la modernidad no nace con la democracia sino que esta es hija de la modernidad", resumen. ¿Y por qué, si había incluso documentos, esa postura no ha formado hasta ahora parte del relato? "Porque el antifranquismo ha dominado por encima del franquismo, solo en los últimos años se ha podido construir una mirada desacomplejada sobre eso". ¿Las artes fueron, pues, más abiertas que la propia sociedad española? "Sin duda: se sacaron el franquismo de encima mucho antes que el resto de la sociedad".
El ensayo entendido no sólo como filosofía o historia y el memorialismo jugando en la misma división que la novela o la poesía son otras pequeñas aportaciones de una historia en la que junto a maestros como Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Benet o Fernando Savater aparecen Terenci Moix y Arturo Pérez Reverte. "Son gente a la que hasta ahora se la miraba por encima del hombro pero que han sido fundamentales para el sistema literario español, igual que el periodismo; han enriquecido los distintos estratos de lectores; y eso también vale, en el campo ensayístico para José Antonio Marina... Hemos tratado de evitar la judicialización de la vida literaria contemporánea".
Si quizá López Aranguren, Dionisio Ridruejo, Joaquín Ruiz Giménez o la publicación Revista simbolizan la primera etapa, el editor Carlos Barral y Seix Barral podrían resumir ese periodo entre 1959 ("cuando se acaba la parálisis de la posguerra") y principios de los 80. "Personaje y sello conforman un equipo cultural que aglutina las formas de modernidad incipiente de la literatura española", opinan los autores sobre el clásico editor catalán. Éste es, además, la punta del iceberg de una notable presencia de escritores y referencias de Barcelona, mostrando, quizá por vez primera en una obra de estas características, por un lado una nutrida nómina de autores periféricos y, por otro, una clara bicapitalidad cultural en la historia de la literatura española. "La visibilidad de la primera resistencia, del contrapoder, había de nacer de los desengañados del propio poder -como los Ridruejo, Aranguren...- y de algunos residuos liberales -Revista de Occidente, algunos autores de la editorial Taurus...-; eso era Madrid, pero la vanguardia de la literatura la llevaba Barcelona. ¿Hacia dónde pivotan los amigos de Juan Benet? Pues en Barcelona: será aquí donde ha de ganar en 1969 el premio Biblioteca Breve por Una meditación", ejemplifican.
"Hacer una lectura de este libro desde el índice onomástico es hacer trampa", adelantan los autores; pero la tentación está ahí. Y al reseguir nombres, se topa con el gran peso cualitativo de Miguel Delibes frente a la endeblez de un consagrado como el Nobel Camilo José Cela: "Su labor de recepción del exilio es importante, pero fuera de dos o tres títulos se ha deshinchado". Con sutil dureza despachan también los ultimísimos narradores bautizados como los nocilleros, cuyos textos, escriben, "son más atractivos y sugerentes que literariamente valiosos". Se explican de viva voz: "Es una literatura de contraseña, escrita con arreglo a un código -desde videojuegos a cierta música, pasando por series de televisión- que si el lector no tiene no puede disfrutar del texto; es curioso porque la tendencia es ir más allá del juego literario y volver a la novela como instrumento válido para la indagación del ser humano", lanzan. Una idea, como la de que Internet pueda sustiuir la labor de hallar nuevas voces que ahora realizan las pequeñas editoriales, que desarrollarán "en una adenda a este volumen, de también 1.200 páginas", bromean. Mientras, uno estudiará a Guillermo de Torre (Ródenas) y el otro ya ha empezado una biografía de Ortega. Juntos, a cuatro manos, no descartan volver a la historia del ensayo español del siglo XX. Más (nueva) memoria literaria.
12+4 nombres
¿Pueden resumirse 70 años de literatura española en 12 nombres señeros? Tras un par de soplidos
una apasionante suma y resta verbal entre ambos, Jordi Gracia y Domingo Ródenas lo hacen: Juan Ramon Jiménez, Luis Cernuda, Miguel Delibes, Carmen Martín Gaite, Carlos Barral, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Benet, Jaime Gil de Biedma, Fernando Savater, José Ángel Valente, Javier Marías y Javier Cercas.
Ante ese "sector muy ruidoso" que, en opinión de los dos profesores, domina la narrativa castellana más reciente, proponen como nombres relevantes de la literatura del presente los de Javier Pérez Andújar, Isaac Rosa, Ricardo Menéndez Salmón y Pablo Sánchez.
"Son más sugerentes que literariamente valiosos", se dice de los 'nocilleros'
El volumen tiene 1.180 páginas e incluye más de 7.000 referencias
http://www.elpais.es/

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CULTURA HISPANICA EM NOVA YORK
Nueva York comienza a hablar de su hispanidad pasada, presente y futura
Dos libros y una gran muestra de arte dan cuenta del peso de los latinos en la cultura de la Gran Manzana.
Por Carmen Boullosa
08.08.2010
Foto - GRUPO DE DAMAS CUBANAS. GRABADO SOBRE MADERA, PUBLICADO EN HARPER’S WEEKLY EN SEPTIEMBRE DE 1869
Primero fui visitante de Nueva York. Durante tres décadas. Ahora llevo nueve años viviendo aquí. Al principiar mis temporadas neoyorkinas, tenía que tener tres habilidades para torearla sin tropiezos: el crimen estaba en alza, era necesario hablar en inglés -no se manejaba otra lengua comprensible-, y era inevitable viajar en vertical, hacia los altos pisos de los altísimos rascacielos. Para mí sólo el tercer punto tenía muy serios inconvenientes: las alturas me dan vértigo.
Lo de deambular siempre alerta al posible ataque de un criminal no me atribulaba: fui cantante de rock “duro” en mi adolescencia -los conciertos eran sobre pisos de tierra-, y usé minifalda en la Ciudad de México cuando era en algo impropio e inusual. Estoy acostumbrada a torear en lugares poco propicios. Confieso que en ambientes hostiles me siento como un pez en el agua.
Hoy vivo parte del año en Nueva York, donde se libra la rutina cotidiana en español. La criminalidad se ha casi evaporado, sobre todo si se le compara con la que campea en México, mi país. Y, por fortuna, mi vida transcurre horizontal, en un barrio de Brooklyn.
Un tercio hispano
Es un hecho que en la Nueva York de hoy se habla español. El cambio demográfico ha sido vertiginoso a partir de los años cuarenta. Tanto, que pronto el 30% de sus habitantes serán “hispanos” -no necesariamente hispanohablantes-. Así lo vaticinan los demógrafos.
Y hoy mismo el subway, las tiendas, las cocinas de los restoranes y sus mesas están llenos de “los nuestros”. En las cocinas abundan especialmente los mexicanos. Y sobre todo los originarios de Puebla: vale en su honor decir que, cuando por fin fue legal abrir una iglesia católica en Nueva York, el rey de España, los mineros novohispanos, el arzobispo de México y el obispo de Puebla dieron sustanciosos donativos para construir la primera iglesia católica en Nueva York. Eso fue en 1777, antes el catolicismo había sido reprimido, tanto que hasta estaban prohibidos los curas en las colonias, so pena de muerte.
Otra cosa prohibida fueron las corridas de toros: cuando por fin se celebraron, los toreros tenían las espadas sin punta, no se mataba al toro ni había posibilidad de que éste hiriera al “matador”, pues le habían mellado al animal los cuernos antes del encuentro.
Así y todo, cuando se celebró por primera vez una, en 1880, en la “Central Park Arena”, en la 116 y la Quinta Avenida, se reunieron entre 3 y 4 mil neoyorkinos a presenciarla.
Habla, memoria
Claudio Remeseira acaba de publicar un libro, “Hispanic New York, a sourcebook”, una recopilación de textos sobre y del Nueva York hispano, que incluye a los clásicos, como José Martí (vivió en esta ciudad 12 años), Walt Whitman -conocido por no ser demasiado amigo de los hispanos-, páginas de las memorias del puertorriqueño Bernardo Vega, y entre los contemporáneos la académica Virginia Sánchez Korrol y Gabriel Haspic Viera con un trabajo sobre la evolución de la comunidad latina en Nueva York.
Dionisio Cañas, el poeta, aborda el nomadismo de la cultura hispana. El crítico literario Paul Berman -un apasionante texto que leí años atrás en el New York Times, Mariachi Reverie-, y Antonio Muñoz Molina escribe sobre la Nueva York española. Andrew Delbanco escribe el prólogo.
En diálogo con Clarín, dice Remeseira: “Por su historia y por su presente, Nueva York es una de las ciudades clave de la cultura hispanoamericana global. Uno de los objetivos de este libro es fundamentar esta afirmación; los ensayos y la bibliografía recopilados dan testimonio del amplísimo catálogo de personalidades hispanas de todas las disciplinas artísticas que han estado directamente vinculadas con esta ciudad a lo largo de su historia y en quienes la ciudad ha ejercido una influencia transformadora, reflejada luego en sus obras”.
Remeseira, periodista argentino al que probablemente ustedes conocen más que yo, tiene un acercamiento al tema diferente al de un neoyorkino que, muy posiblemente, yo conozco mejor que ustedes: Mike Wallace, premio Pulitzer, fundador de la revista “Radical History Review” y su editor durante años. Wallace, junto a Richard Hofstadter, escribió una historia de la violencia en EE.UU. que apareció en 1970. También es coautor de “GOTHAM”, una historia total de la ciudad y, last but not least, es mi marido. “Durante más de dos siglos, la ciudad de Nueva York fue una zona-libre-de-español. La fundaron los protestantes holandeses, que odiaban a sus opresores, los invasores españoles católicos”, explica. Aquellos “colonos” tenían a tiro de piedra las rutas de los barcos españoles, su posible botín, y los centros militares de la colonia española lo suficientemente lejos para estar a resguardo de ellos. A partir de 1664, la ciudad quedó bajo el control de los ingleses, también enemigos declarados de los españoles por esos tiempos.
Su extenso ensayo, Nueva York, the Back-Story, aparece en el libro “Nueva York 1613-1945”, catálogo de la exposición del mismo nombre, organizada por la NYHS - la New York Historical Society, la institución cultural más antigua de la ciudad, se abrirá al norte del Central Park, en el Museo del Barrio. Este, en sí mismo, es un monumento a la historia y la lucha de los hispanos en la ciudad, ya que tuvo su origen en las luchas por los derechos civiles de los ‘60 y tiene como misión dar cuenta de la cultura latinoamericana en Nueva York.
Al romper con los ingleses, la ciudad requirió insumos y espacios de comercio, volteó los ojos al sur del continente. Así, cuando a los ojos le siguieran los cálculos, crecerían las míticas fortunas neoyorkinas, las de los Astor, los Vandebilt, los Guggenheim, los Whitney, los Rockefeller, y hay más.
“Nueva York, 1613-1945” fue editado por Edward J. Sullivan (que contiene además del panorámico de Wallace, ensayos inéditos que se afocan a temas o comunidades específicas, de Richard Kagan, Lisandro Pérez, Juan Flores, James Fernández, y otros). Como el de Remeseira, analiza con ensayos -en su caso antes inéditos-, la presencia de los latinoamericanos y españoles en Nueva York. Hay que celebrar la aparición de los dos libros y la exposición que se inaugurará en septiembre.
Nueva York ha estado en deuda con un componente de su propia historia. Ahora está dispuesta a hablar de su memoria.
Nueva York
Nueva York comienza a hablar de su hispanidad pasada, presente y futura
Dos libros y una gran muestra de arte dan cuenta del peso de los latinos en la cultura de la Gran Manzana.
Por Carmen Boullosa
08.08.2010
Foto - GRUPO DE DAMAS CUBANAS. GRABADO SOBRE MADERA, PUBLICADO EN HARPER’S WEEKLY EN SEPTIEMBRE DE 1869
Primero fui visitante de Nueva York. Durante tres décadas. Ahora llevo nueve años viviendo aquí. Al principiar mis temporadas neoyorkinas, tenía que tener tres habilidades para torearla sin tropiezos: el crimen estaba en alza, era necesario hablar en inglés -no se manejaba otra lengua comprensible-, y era inevitable viajar en vertical, hacia los altos pisos de los altísimos rascacielos. Para mí sólo el tercer punto tenía muy serios inconvenientes: las alturas me dan vértigo.
Lo de deambular siempre alerta al posible ataque de un criminal no me atribulaba: fui cantante de rock “duro” en mi adolescencia -los conciertos eran sobre pisos de tierra-, y usé minifalda en la Ciudad de México cuando era en algo impropio e inusual. Estoy acostumbrada a torear en lugares poco propicios. Confieso que en ambientes hostiles me siento como un pez en el agua.
Hoy vivo parte del año en Nueva York, donde se libra la rutina cotidiana en español. La criminalidad se ha casi evaporado, sobre todo si se le compara con la que campea en México, mi país. Y, por fortuna, mi vida transcurre horizontal, en un barrio de Brooklyn.
Un tercio hispano
Es un hecho que en la Nueva York de hoy se habla español. El cambio demográfico ha sido vertiginoso a partir de los años cuarenta. Tanto, que pronto el 30% de sus habitantes serán “hispanos” -no necesariamente hispanohablantes-. Así lo vaticinan los demógrafos.
Y hoy mismo el subway, las tiendas, las cocinas de los restoranes y sus mesas están llenos de “los nuestros”. En las cocinas abundan especialmente los mexicanos. Y sobre todo los originarios de Puebla: vale en su honor decir que, cuando por fin fue legal abrir una iglesia católica en Nueva York, el rey de España, los mineros novohispanos, el arzobispo de México y el obispo de Puebla dieron sustanciosos donativos para construir la primera iglesia católica en Nueva York. Eso fue en 1777, antes el catolicismo había sido reprimido, tanto que hasta estaban prohibidos los curas en las colonias, so pena de muerte.
Otra cosa prohibida fueron las corridas de toros: cuando por fin se celebraron, los toreros tenían las espadas sin punta, no se mataba al toro ni había posibilidad de que éste hiriera al “matador”, pues le habían mellado al animal los cuernos antes del encuentro.
Así y todo, cuando se celebró por primera vez una, en 1880, en la “Central Park Arena”, en la 116 y la Quinta Avenida, se reunieron entre 3 y 4 mil neoyorkinos a presenciarla.
Habla, memoria
Claudio Remeseira acaba de publicar un libro, “Hispanic New York, a sourcebook”, una recopilación de textos sobre y del Nueva York hispano, que incluye a los clásicos, como José Martí (vivió en esta ciudad 12 años), Walt Whitman -conocido por no ser demasiado amigo de los hispanos-, páginas de las memorias del puertorriqueño Bernardo Vega, y entre los contemporáneos la académica Virginia Sánchez Korrol y Gabriel Haspic Viera con un trabajo sobre la evolución de la comunidad latina en Nueva York.
Dionisio Cañas, el poeta, aborda el nomadismo de la cultura hispana. El crítico literario Paul Berman -un apasionante texto que leí años atrás en el New York Times, Mariachi Reverie-, y Antonio Muñoz Molina escribe sobre la Nueva York española. Andrew Delbanco escribe el prólogo.
En diálogo con Clarín, dice Remeseira: “Por su historia y por su presente, Nueva York es una de las ciudades clave de la cultura hispanoamericana global. Uno de los objetivos de este libro es fundamentar esta afirmación; los ensayos y la bibliografía recopilados dan testimonio del amplísimo catálogo de personalidades hispanas de todas las disciplinas artísticas que han estado directamente vinculadas con esta ciudad a lo largo de su historia y en quienes la ciudad ha ejercido una influencia transformadora, reflejada luego en sus obras”.
Remeseira, periodista argentino al que probablemente ustedes conocen más que yo, tiene un acercamiento al tema diferente al de un neoyorkino que, muy posiblemente, yo conozco mejor que ustedes: Mike Wallace, premio Pulitzer, fundador de la revista “Radical History Review” y su editor durante años. Wallace, junto a Richard Hofstadter, escribió una historia de la violencia en EE.UU. que apareció en 1970. También es coautor de “GOTHAM”, una historia total de la ciudad y, last but not least, es mi marido. “Durante más de dos siglos, la ciudad de Nueva York fue una zona-libre-de-español. La fundaron los protestantes holandeses, que odiaban a sus opresores, los invasores españoles católicos”, explica. Aquellos “colonos” tenían a tiro de piedra las rutas de los barcos españoles, su posible botín, y los centros militares de la colonia española lo suficientemente lejos para estar a resguardo de ellos. A partir de 1664, la ciudad quedó bajo el control de los ingleses, también enemigos declarados de los españoles por esos tiempos.
Su extenso ensayo, Nueva York, the Back-Story, aparece en el libro “Nueva York 1613-1945”, catálogo de la exposición del mismo nombre, organizada por la NYHS - la New York Historical Society, la institución cultural más antigua de la ciudad, se abrirá al norte del Central Park, en el Museo del Barrio. Este, en sí mismo, es un monumento a la historia y la lucha de los hispanos en la ciudad, ya que tuvo su origen en las luchas por los derechos civiles de los ‘60 y tiene como misión dar cuenta de la cultura latinoamericana en Nueva York.
Al romper con los ingleses, la ciudad requirió insumos y espacios de comercio, volteó los ojos al sur del continente. Así, cuando a los ojos le siguieran los cálculos, crecerían las míticas fortunas neoyorkinas, las de los Astor, los Vandebilt, los Guggenheim, los Whitney, los Rockefeller, y hay más.
“Nueva York, 1613-1945” fue editado por Edward J. Sullivan (que contiene además del panorámico de Wallace, ensayos inéditos que se afocan a temas o comunidades específicas, de Richard Kagan, Lisandro Pérez, Juan Flores, James Fernández, y otros). Como el de Remeseira, analiza con ensayos -en su caso antes inéditos-, la presencia de los latinoamericanos y españoles en Nueva York. Hay que celebrar la aparición de los dos libros y la exposición que se inaugurará en septiembre.
Nueva York ha estado en deuda con un componente de su propia historia. Ahora está dispuesta a hablar de su memoria.
Nueva York
La Sociedad Histórica de Nueva York y el Museo del Barrio están colaborando en la organización de “Nueva York”, una gran muestra que se inaugurará en septiembre y dará cuenta de la importancia de los aportes hispanos a la cultura de la ciudad.
- Se exhibirán documentos, dibujos, impresiones, cuadros, libros impresos y artefactos de la colección de la Sociedad Histórica de Nueva York y otras instituciones.
www.clarin.com/
- Se exhibirán documentos, dibujos, impresiones, cuadros, libros impresos y artefactos de la colección de la Sociedad Histórica de Nueva York y otras instituciones.
www.clarin.com/
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