ARTE Yinka Shonibare MBE

"Como artista, tienes que ser el mejor mentiroso"


FIETTA JARQUE
12/02/2011


Nigeriano y británico a partes iguales, Yinka Shonibare (Londres, 1962) ha ido construyendo a lo largo de tres décadas una obra de estudiado impacto y eficaces señas de identidad. Entre ellas está la utilización de esos coloridos textiles con los que se visten en muchos países africanos, que él utiliza para acentuar su mensaje. Por ejemplo, figuras de hombres y mujeres -en general sin cabeza- con trajes de estilo victoriano o de la época de la Revolución Francesa, realizados con estas telas. La metáfora es clara y directa. Una reinterpretación ficticia de la historia con la participación de los entonces invisibles africanos, colonizados y discriminados. Una parodia elegante, cínica, divertida, fácilmente comprensible.

Para aproximarse a su obra hay que tener en cuenta ciertos aspectos de su biografía. Nacido en Londres de padres nigerianos, alternó su infancia con estancias en ambos países. Al empezar sus estudios de arte se le manifestó una enfermedad degenerativa, la mielitis transversa, que lo dejó paralítico durante un año y que sigue afectando su movilidad. "Pertenezco a los dos mundos", dice en una entrevista telefónica. "Aunque vivo ahora en Londres desde hace 30 años, soy un producto de ambas sociedades. Fue un privilegio recibir esa formación. Mis padres querían asegurarse de que yo entendiera África, el idioma y las costumbres. Las dos herencias son igualmente importantes para mí".

Crítico con los desmanes imperialistas, Yinka Shonibare fue nombrado en 2004 miembro de la orden del Imperio Británico (MBE, en sus siglas inglesas). Lejos de rechazar el reconocimiento de la Corona, adjuntó desde entonces el MBE como colofón a su nombre, en un gesto que entronca bien con el juego de dobles lecturas que practica.

La exposición que inaugura en Madrid el próximo jueves, comisariada por Octavio Zaya, muestra una amplia muestra de su trabajo, titulada El futuro del pasado. "Mi trabajo hace continuas referencias a la historia representándola de una forma distinta, pero siempre como una manera de hablar del presente. Solo utilizo la historia como metáfora", afirma. "Mi compromiso con la historia tiene que ver con un segundo control de la representación. Por ejemplo, la representación de la gente negra en el pasado. Tengo una serie de fotografías (que no van a estar en esta exposición), titulada Diario de un dandy. En ellas estoy yo vestido a la manera de la época victoriana rodeado de una serie de personajes aristocráticos. Está basado libremente en unos cuadros de Hogarth, titulados The rake's progress. Si fuésemos históricamente exactos, en esa época alguien como yo habría sido el sirviente o como mucho el valet de esos hombres. Con esa foto cambio algo en la historia a través de una escena de apariencia teatral. He reconstruido la historia a mi manera".

La época victoriana está muy presente en su trabajo porque significó el esplendor del Imperio Británico y de su dominio sobre las colonias ultramarinas. "También la uso como referencia a algo que Margaret Thatcher llegó a decir en los años ochenta, y es que había que recuperar los valores victorianos. Algo que yo y otros muchos de origen africano no entendíamos porque los valores victorianos solo significaban diversos tipos de represión", señala Shonibare. "Al mismo tiempo pensé, es curioso, si temo a algo ¿por qué debo huir? Debo enfrentarlo y reírme de ello, jugar con esas ideas. Opté por la parodia y ha llegado a convertirse en una marca de mi trabajo".

En todo caso, Shonibare observa que los artistas de origen africano tienen cada vez mayor relevancia en el panorama internacional. "Creo que las anteriores generaciones de artistas africanos intentaban hacer obras de arte que se parecieran a las europeas. Me refiero al periodo del modernismo. Las generaciones posteriores, con influencia del feminismo y la participación más activa de la gente negra en la sociedad, se dieron cuenta de que no querían ser universales y tratar de parecerse a los demás. Prefirieron reflejar su propia experiencia. Es lo que han hecho muchos artistas de mi generación, y yo, como parte de ellos, no trato de ocultar nada respecto a mi herencia cultural, la expreso abiertamente, no la disimulo", comenta. "En Londres muchos artistas de origen africano están entre los más importantes e incluso marcan tendencia, como Chris Ofili, Steve McQueen, Isaac Julien o yo mismo, además de arquitectos como David Adjaye. Todos hemos sido nominados al Premio Turner y alguno incluso lo ha ganado, pero solo veinte años atrás eso no era así".

La preeminencia del arte occidental ha sido total hasta hace pocos años. En 1989 la exposición Les magiciens de la terre marcó un hito, seleccionando expresiones más ligadas a las culturas de continentes como el africano, asiático y latinoamericano. Fue importante para cambiar el punto de vista sobre el arte de estos lugares. "Esa exposición aportó una perspectiva no occidental sobre el arte contemporáneo. Antes de eso todo era muy distinto. Fue una exposición muy criticada porque mezclaba artistas tradicionales con otros actuales, como Richard Long, pero en términos de visibilidad del arte no occidental fue absolutamente crucial".

No siempre tuvo tan claras sus ideas este artista. "Cuando era estudiante producía un arte muy político. Era la época de la perestroika y cuando yo presenté un trabajo sobre ese tema mi profesor me dijo: '¿Por qué haces algo sobre Rusia, que no es algo que te concierna? ¿Por qué no haces auténtico arte africano?'. Me pregunté qué podía significar eso. Pensé que yo no era un africano auténtico sino algo mezclado y descubrí que esa es mi autenticidad. No creo que la gente tenga que optar entre ser moderna o tradicional. No hay necesidad de elegir, se puede ser ambas cosas a la vez".


Y hablando de lo auténtico y lo contaminado, hay algo interesante en el uso de los textiles que utiliza. Lo irónico es que esos estampados, en realidad, tienen origen indonesio y fueron industrializados por los holandeses para su venta en África. Se hicieron muy populares, hasta el punto de que hoy se identifican como tradicionales africanos. Es la metáfora perfecta... "Me gusta este tipo de juego porque cuando la gente ve estas telas y no conoce su historia, piensa que son originalmente africanas", afirma. "Hasta los nacionalistas africanos lo creen y lo toman como símbolo de la pureza de sus culturas, cuando lo que significa es una transacción entre diferentes países. Es imposible hablar de pureza cultural. Los partidos de extrema derecha preconizan esa pureza y rechazan lo que llega de fuera, algo que en el mundo actual, en constante movilidad, es casi imposible de conseguir".

Una de las series que presenta en Madrid está basada en el grabado de Goya El sueño de la razón produce monstruos. Sus fotos reconstruyen la escena, pero el personaje central cambia en cada una, representando diversos continentes. "Visualmente encuentro que esa imagen es muy impactante, con mucha fuerza", explica. "Tiene un gran poder simbólico al ser un grabado producido en la época de la Ilustración, cuando la ciencia era muy importante, aunque no todo se puede explicar a través de ella. Cuando yo produje esas fotografías era la época en que George Bush empezó a hablar del 'eje del mal', señalando a varios países. Fue además el momento del pulso con Irak. La historia que nos contaron como pretexto a la invasión fue la intención de llevar la democracia a Irak. Históricamente las ideas occidentales de la Ilustración han sido usadas como excusa para colonizar lo que se consideraba pueblos primitivos, así que en esta serie hago referencia a cinco continentes. Lo que he querido decir con este trabajo es que los actos irracionales -la guerra, el asesinato, el genocidio- pueden ocurrir en cualquier lugar del mundo, no necesariamente en Estados Unidos o en los países más poderosos. Los elementos de ensoñación o fantasía de la imagen de Goya me sirven para esta metáfora".

Siempre asoma el lado oscuro del alma en su trabajo, como se expresa también en las series de Willy Loman, basadas en el personaje de Muerte de un viajante, de Arthur Miller. "Ahora que España se enfrenta a un nivel de desempleo tan dramático, creo que se comprenderán mejor estas fotografías. La obra de Miller está marcada por la Gran Depresión de 1929, y está basada en las promesas incumplidas del capitalismo. Las fotos tienen como inspiración el Infierno de Dante, de la Divina Comedia, tal como la representó Gustave Doré en sus grabados. Willy Loman baja a los círculos infernales a través de puestas en escena contemporáneas. Los bancos colapsaron, la atmósfera era opresiva. El sistema capitalista que siempre nos habían alabado, el único confiable, falló. Un trabajo icónico literario, que se puede adaptar a estos momentos".

Son impecables e impactantes puestas en escena, con una estética casi publicitaria. "No concibo mi arte en términos de realidad", dice. "Es ficción, es una falsificación, una interpretación. Un instrumento teatral es la perfecta manera de representarlo. No hago documentales. Creo que todo es objetivo y falso a la vez, como en las noticias de la televisión. Y la historia supuestamente lo es, dependiendo de quién la escriba. Yo no juego a adoptar un punto de vista objetivo. No intento decir la verdad. Como artista tienes que ser el mejor mentiroso de la sala. La verdad es un artificio, es algo artificial", subraya. Pero sí hay verdades en su obra. "Claro, pero la gente se puede vincular mejor con la obra si la ve como un entretenimiento. Con cierto grado de parodia y de humor. También de belleza, de exceso. Y como segunda mirada, descubrir el lado oscuro. Siempre hay cierto grado de violencia escondido".

Yinka Shonibare MBE. El futuro del pasado. Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, del 10 de febrero al 15 de mayo.
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