ENTREVISTA ALEXANDR LÉBEDEV

 OLIGARCA RUSO Y PROPIETARIO DE 'THE INDEPENDENT'

"Cuando lo necesito actúo como Lenin"


PILAR BONET
30/01/2011


Alexandr Lébedev, el magnate convertido en editor de los diarios The Independent y Evening Standard en Londres y en patrón financiero del periódico Nóvaya Gazeta en Moscú, no es el más rico de los oligarcas rusos, pero sí el más creativo. Este hombre, que fue espía del KGB en los años ochenta siendo diplomático en la Embajada de la URSS en el Reino Unido, está hoy rebosante de imaginación y energía a sus 51 años, aunque sus negocios bancarios no vayan viento en popa.


Lébedev es multifacético. Unos le tildan de teatral y escurridizo. Otros lo consideran un puntal de referencia de la lucha por la transparencia informativa y contra la corrupción en Rusia. En medios de la oposición liberal lo aprecian por su apoyo a Nóvaya Gazeta y opinan que en los servicios de Seguridad hay funcionarios corruptos que quisieran obligar a Lébedev a emigrar de Rusia. Por su intensa trayectoria pública de más de dos décadas, el banquero, editor y empresario sabe mucho, aseguran. Tal vez demasiado.


En su torrencial discurso, las frases se superponen inacabadas, para frustración de los interlocutores partidarios de enunciados tangibles. Una de sus ideas recurrentes es la necesidad de investigar a fondo las complicidades entre los delincuentes occidentales y rusos y de mancomunar esfuerzos internacionales para que "la lucha contra la corrupción global inicie una nueva etapa".


Lébedev nació en Moscú en la familia de una profesora de inglés y un académico y estudió relaciones internacionales antes de ingresar en la academia de espionaje del KGB. En 2010, Forbes lo situó en el lugar 34º de su lista de oligarcas rusos y le calculó una fortuna de 2.000 millones de dólares. En el ranking mundial de la revista ocupaba el puesto 488º, por debajo de Esther Koplowitz.


Él, sin embargo, prefiere que lo vean como "un reportero de investigación". "¿Dónde ha visto un oligarca que cultiva patatas y vuela en un Tu-204?", dice refiriéndose a su negocio agrícola (la mayor explotación de patatas de Rusia) y a la industria aeronáutica nacional que apoya con entusiasmo, pese a múltiples desengaños. Lébedev recuperó un teatro dedicado a Antón Chéjov en Yalta (Ucrania) y es acérrimo enemigo del juego.


El magnate posee el 15% de las acciones de Aeroflot y, a través de la Corporación de Reserva Nacional (NRK), tiene el 78,19% de las acciones del banco Nazionalnii Reservnii Bank (NRB). Estos días reúne documentos para neutralizar las amenazas que se ciernen contra él, y por ese motivo, según una carta que ha escrito al presidente Dmitri Medvédev, no ha ido al Foro Económico Mundial de Davos, lugar que había frecuentado en el pasado.


En noviembre de 2010, fuerzas policiales, acompañados de agentes del Servicio Federal de Seguridad (SFS) y enmascarados como tropas antidisturbios registraron la oficina central del NRB en Moscú, alegando que buscaban documentos de un supuesto robo cometido por personal del banco en la gestión de fondos que habían sido entregados en 2008 por el Estado durante la crisis para sanear otro banco arruinado. Lébedev asegura que devolvió el dinero y que el NRB incluso invirtió el propio para sanear la entidad en quiebra. En enero, a las oficinas centrales del NRB -un edificio moderno y bien equipado- ha llegado una inspección de bomberos que ha cerrado el local por tres meses. Cree Lébedev que estas operaciones van dirigidas contra él ya sea para apoderarse del NRB, que él valora en mil millones de dólares, o para vengarse de alguna publicación crítica en Nóvaya Gazeta.


"Esos corruptos órganos de orden público son gánsteres, pero gánsteres con uniforme de policía o de funcionarios del SFS de muy alta graduación, que intentan inventarse una acusación delictiva contra mí, como han hecho con otros empresarios" dice. Lébedev cree que los enmascarados "no tienen a nadie que les proteja en las alturas. Ellos actúan por sí solos".


Piensa Lébedev que los periodistas del mundo deben unirse para realizar investigaciones internacionales sobre el lavado de dinero y sobre los paraísos fiscales. E incluso propone temas: "El banquero Serguéi Pugachov de Mezhprombank lavó más de 3.000 millones de dólares. ¿Usted cree que el Banco Central no sabía nada? Yo no. El Mezhprombank fue uno de los bancos más grandes de Rusia durante años. Se dedicaba a recoger dinero aquí y a invertirlo en Mónaco a través de 200 créditos concedidos en zonas off-shore", afirma. "¿Comprueban los franceses la procedencia del dinero robado al pueblo ruso con el cual se financió el periódico France Soire?", señala refiriéndose a una de las compras de Pugachov. "Esta es mi pregunta al Gobierno francés", añade. Pugachov, un petersburgués, llegó a senador en el Consejo de la Federación y, por su aparente religiosidad, se ganó el apodo de El banquero ortodoxo.


En los azarosos años noventa, el magnate tuvo gran protagonismo. En 1995, su banco NRB llevaba las operaciones de Gazprom relacionadas con las deudas de Ucrania. También estuvo involucrado en las maniobras para destituir al fiscal Serguéi Skurátov en 1999. El fiscal cayó en una trampa tendida aparentemente por el FSB con la intervención de Putin. Imágenes que parecían mostrarlo en compañía de unas prostitutas fueron utilizadas para hundirlo. El fiscal "había inventado 18 acusaciones criminales contra mí", afirma Lébedev y, cuando cesó, el banquero consiguió un certificado de que no había pruebas de los delitos que se le habían atribuido, entre ellos falsas empresas y compra ilegal de armas.


Según Lébedev, Skurátov dirigía una estructura delictiva en la que se integraba el grupo criminal de Orejo-Borísovo, una barriada de Moscú. Lébedev adquirió entonces una experiencia importante, porque, según dice, tuvo que proteger a "once chicas de comportamiento ligero" que prestaron declaración en el caso, estando aún el fiscal en su cargo. "Cuando encargaron la protección de las testigos al Ministerio del Interior, a una la violaron, a otra la pegaron y a otra por poco la matan", dice. "Yo las escondí a todas y no es placentero esconder a once testigos que tienen que salir a declarar".


Ahora, en el caso de la periodista de Nóvaya Gazeta Anna Politkóvskaya, asesinada en 2006, Lébedev anuncia "nuevos hechos acompañados de testigos" para desenmascarar al instigador del crimen. Asegura que el testigo acudirá a los tribunales "cuando todo esté preparado". "Aquí el programa de protección de testigos no funciona", dice. "¿Acaso se sentiría seguro si fuera un testigo del caso Politkóvskaya? ¿Cree usted que los órganos de Seguridad le protegerían? No. ¿Y la Fiscalía? Si yo fuera testigo, nunca acudiría a ellos. Mejor que les proteja yo. Hay que proteger la vida del testigo, al que por supuesto querrán eliminar. En cuanto el Ministerio del Interior se encarga de un testigo, adiós testigo".


Otro periodista de Nóvaya Gazeta muerto en extrañas circunstancias en 2003 fue Yuri Schekochikin. También aquí "puede haber un testigo importante, pero este aún no ha madurado. A Schekochikin lo envenenaron con una sustancia tóxica especial, así lo considera Nováya Gazeta, como el polonio", dice.


De 2003 a 2007, Lébedev fue diputado de la Duma y allí pasó por varios grupos parlamentarios, incluida Rusia Unida, el partido mayoritario formado por los seguidores de Vladímir Putin. Compitió, sin éxito, con Yuri Luzhkov por la alcaldía de Moscú y también por la alcaldía de Sochi, la Villa Olímpica de los Juegos de Invierno de 2014.


¿Hay solidaridad entre los veteranos de los cuerpos de seguridad de la URSS? Lébedev asegura que "la misma que entre los ginecólogos o los ex conductores de tranvía". El banquero afirma haber conocido a Putin, su ex compañero de profesión, en 1990. Se lo presentó Alexéi Kudrin, el actual ministro de Finanzas.


El oligarca financia Nóvaya Gazeta. Formalmente, el 49% de las acciones le pertenecen a él y a Mijaíl Gorbachov. El 51% restante, al colectivo del periódico. "Considero que Nóvaya Gazeta es la opinión pública del país, que hace un gran trabajo, terriblemente arriesgado. Les han hecho una advertencia por extremismo y los jueces han fallado en su contra. Sin embargo, aparecen periodistas jóvenes que no tienen miedo", recalca. The Independent y Evening Standard, los periódicos que compró, no son rentables todavía. Yevgueni Lébedev, su hijo, lleva el negocio de prensa de su padre en el Reino Unido.


Lébedev es positivo sobre Wikileaks. "El mundo de comunicación no será el mismo después de Wikileaks". Lébedev está de acuerdo con los cables norteamericanos que presentan a Rusia como una estructura mafiosa. "Es una imagen correcta. Se trata de una banda muy bien organizada", sentencia. Espera el oligarca que los órganos fiscales reaccionen ante la publicación de las 20.000 cuentas bancarias de Suiza. "Según la asociación Fair Tax Convention", dice, "hay 20 billones de dólares sucios que viven su propia vida. En una filial de un banco suizo hay un par de billones de dólares de dinero ruso", afirma.


No aspira Lébedev a ser el magnate de la prensa Rupert Murdoch de Rusia. "Murdoch ha hecho retroceder la cultura de los británicos con sus tabloides, aunque la televisión rusa ha tenido un efecto aún más devastador en el nivel cultural de los rusos. Pero a Lébedev le gusta que Murdoch investigue la corrupción y arrincone a los funcionarios corruptos. Por eso, lo mejor sería que hubiera muchos Murdoch. Rusia tenía antes dos Murdoch -Vladímir Gusinski y Borís Berezovski-, pero desde que se exiliaron tenemos una televisión tan horrible como en la URSS".


El banquero ha pasado por varios partidos. "Cuando necesito hacer una maniobra táctica para una victoria estratégica, actúo como Lenin", dice refiriéndose a su zigzagueante trayectoria política. El magnate está muy vinculado a Gorbachov, a quien respalda junto con el partido socialdemócrata. "Apoyo a Gorbachov como una reencarnación de los valores, como político, como filósofo, como persona. Para mí pertenece a una categoría especial. Es un hombre que tuvo el poder, que dirigió un enorme país, un idealista que surgió de un experimento frustrado y que decidió de repente dar el poder al pueblo, sin perder la cabeza, sin enriquecerse, sin haber obtenido jamás un solo kopek que no fuera de su trabajo. Y es una persona con moral. Porque sufre por los otros, piensa en los otros y actúa por los otros. Y aquí eso no es usual y no lo entienden".


Al valorar los 20 años transcurridos desde que se desintegró la URSS, Lébedev asegura que Rusia avanzó un 40% hacia la democracia, pero que Putin la hizo retroceder un 20%.


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