200 gramos de Proust

Se edita una 'càpsula' de 200 páginas desgajada de
'En busca del tiempo perdido'

Swann, Charlus, Albertine y todo el universo proustiano aparece en 'Celos'

Älvaro Cortina, Madrid
01/02/2011

Entre por 'Por la parte de Swann' y 'El tiempo recobrado', 'En busca del tiempo perdido' suma siete volúmenes de superación de la novela de salón parisino, más allá de Balzac, y de superación de capacidad lectora, más allá de la paciencia de muchos. Junto al monumento, los lectores pueden encontrar novelas suyas (esbozos para el monumento) más asequibles. 'Jean Santeuil' es un ejemplo; la que presenta ahora Gadir, 'Celos', otra. Aquí se podrá encontrar la estilística de frase caudal, integradora de tiempo, espacio a través de la mente. Se podrá encontrar a los Guermantes, al señor de Charlus ligoteando con jovencitos, al judío Swann, al narrador desquiciado por Albertine...

Cuenta a ELMUNDO.es Javier Santillán, editor de Gadir: "La novela tiene una entidad propia. Y constituye una perfecta iniciación en Proust, y es una buena ocasión para recuperarlo. Porque 'En busca...' da un poco de respeto por su extensión para mucha gente. Tanto quienes no lo hayan leído como los que sí lo hayan hecho, deberían leer 'Celos'". Esta novela de 200 páginas constituye una versión (en ocasiones bastante similar) al cuarto volumen, 'Sodoma y Gomorra'.

"Fue, digámoslo así, una pequeña traición a Gaston Gallimard", explica Santillán. En 1921, el esnob hipersensible celebérrimo del cuarto acorchado, decidió publicar en la revista 'Les oeuvres livres' una narración autónoma de ese mundo propio que había compuesto con sus fantasmas y sus conocidos, sin contar con Gallimard, que, ante el éxito, esperaba su siguiente entrega (el mentado cuarto tomo).
Una frase por cierto curiosa, en la que Proust parece reflejarse irónicamente: "Quienes pertenecen al gran mundo tienden a imaginar los libros como una especie de cubo, con una de las caras levantada para que el autor se apresure a 'meter' en su libro a las personas que conoce". La famosa 'roman à clef'. Novela en clave de quién es quién. Hoy, los especialistas han desenmascarado a muchos de sus caracteres, de sus modelos. En la medida de lo posible, han desenmascarado a Proust. La mayor parte de 'Celos' está detenida en un salón, donde el modo y el efecto de un mero saludo con la mano provoca todo tipo de consideraciones sociales, donde todo parece tasarse al milímetro. Se menciona a D'Annunzio, se menciona el Caso Dreyfus, y embajadores del gran mundo van saliendo a escena. Armiño: "'Celos' se convierte en una pequeña fisura por la que el lector penetra en el mundo de 'En busca del tiempo perdido', de sus personajes y de los temas clave".

Mauro Armiño, traductor, aclara mucho con notas a pie de página. Aquí un pasaje de su prólogo:

"De este modo, 'Celos' se convierte en una pequeña fisura por la que el lector penetra en el mundo de 'En busca del tiempo perdido', de sus personajes y de los temas clave: amor, celos, deseo, inquietud, angustia... los fantasmas que roen la conciencia del mundo de apariencias, mientras los protagonistas se retuercen bajo la desgarradura de los celos y el deseo".

Ya lo hemos dicho: la mayor parte de 'Celos' es más bien estática. Discurre por los cauces propios de sus elucubraciones sociales y maledicencias y gestos suelos o insinuaciones. Después, todo se va traduciendo en la espera a la chica que no llega. No, digamos, una espera beckettiana, en el fondo absurdamente relajada, sino un arrebato. Los celos, o sea. Ya lo dice Harold Bloom en 'El canon occidental', cuando habla del genio cómico del autor, "único" en "ver y representar la alta comedia, más que la farsa vulgar, de los celos sexuales" (¡y no lo dice de Shakespeare!). "La investigación" del celoso es casi el nervio del filósofo por conocer el hecho, el fenómeno en sí mismo.

El narrador de 'Celos' se pasea entre sombras rumiando, indagando. El Swann que ya aparece en las primeras genesíacas páginas de 'A la busca del tiempo perdido' (¿se acuerdan, que cuando acudía a cenar a casa del narrador/niño la madre se ausentaba de darle un beso?), a favor del coronel Dreyfus, también estimula la cháchara de muchos. Y Albertine... Albertine sin aparecer en el palacio de Guermantes. "Proust en estado puro", considera Santillán. Además, sirve para ir cogiendo músculo para lo gordo.

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