Venecia se tambalea y pide auxilio

Un estudio alerta del grave deterioro de los palacios y puentes por la ausencia de políticas de restauración - No solo la subida de las mareas es la causante del desastre 

Milena Fernández, Venecia
09/02/2011 

El Puente de los Suspiros precipitándose a trozos (hasta 160) sobre las oscuras aguas del canal, bloques enteros de piedra desintegrándose lenta pero inexorablemente como castillos de arena entre las umbrías de los viejos palacios de la ciudad de los Dogos, el Palacio Ducal vergonzosamente cubierto, primero, de colosales anuncios y, finalmente, ni eso, porque no hay dinero y las inmensas telas blancas han venido a sustituir a la publicidad de relojes o joyas. Venecia se desmorona y, a la vez, enseña sus vergüenzas. Es sin duda el peso de los símbolos el pretexto de esta historia: también la tardanza, cuando no la desidia, de tantos y tantos políticos cuya única solución fue y es cortoplacista y absurda: limpiar fachadas y dejarlo todo bonito para la cámara del turista... aunque por dentro, las estructuras de Venecia se desmoronen, víctimas de una ausencia de planes reales de rehabilitación más allá del empeño esteticista.

Las fachadas de los tesoros venecianos, el Palacio Ducal, la plaza de San Marcos, la Biblioteca Marciana, el Museo Correr, el Ala Napoleónica, la Procuraduría Nueva y la Procuradería Antigua están a punto de entrar en la unidad de cuidados intensivos, y esta vez no son los devastadores efectos de la subida de las mareas lo que propicia el desastre. El problema es que, durante medio siglo, Venecia ha sido dejada de la mano. Ni un mal proyecto de reforma en profundidad, tan solo parches limpios y bonitos, inútiles. Y lo peor es que, cualquier día, al problema patrimonial habrá que sumarle otro sanitario: el mal estado de conservación constituye un peligro para 20 millones de viajeros que al año invaden la urbe.

El campanazo de alerta viene de Renata Codello, directora de los Bienes Arquitectónicos y Paisajísticos de Venecia. "La zona no presenta un estado de conservación bueno, en algunos puntos hay graves fisuras. No se corre un riesgo inmediato, pero algunas partes están en crisis", dice. El problema es "serio", zanja de entrada la arquitecta Codello, una profesional poco simpática para los políticos de turno. Venecia es como un paciente con una enfermedad crónica, que en decenios no visitó al médico. "Desde la primera década del siglo pasado hasta finales de los ochenta, no ha habido ningún mantenimiento en un aparato arquitectónico tan complejo", comenta. Hoy se pagan las consecuencias.

Examinemos uno a uno los problemas. La plaza de San Marcos ha recibido diversos retoques, por lo general, de emergencia y de vieja fecha. Son famosos los cambios del pavimento de la plaza, edificada en el siglo IX. En 1793 fueron cambiados los ladrillos originales por unas piedras volcánicas. Al ser el punto más bajo de la ciudad, la ocasión sirvió para elevarla un metro el suelo. Casi un siglo más tarde, en 1890, otro cambio del desgastado pavimento. Sin embargo, no fue hasta 1989 cuando arrancó la primera "intervención sustancial del complejo arquitectónico", asevera Codello. La Biblioteca Marciana es la primera pieza del rompecabezas, "que por las noches no me deja dormir tranquila", confiesa. Se llevó a cabo en el edificio un intensivo proceso de restauración y se instaló un sofisticado sistema antiincendios, con el cual no contaba. En este sector las obras finalizaron en 2003, cuando en realidad ya hubiera tocado comenzar de nuevo, "porque los trabajos de restauración son de no acabar".

Hasta la fecha han sido restauradas 4.000 metros cuadrados de las fachadas de la gran plaza veneciana. Pero aún quedan muchas tareas pendientes. La fachada de las procuradorías nuevas, en la orilla del Gran Canal, requiere de una completa rehabilitación. "En cuanto a la parte central de la fachada del Museo Correr, la situación es alarmante pues presenta fisuras muy amplias. De ahí se han desprendido piedras, pero afortunadamente todo había sido protegido para garantizar la seguridad de los viajeros y facilitar el trabajo de los restauradores", continúa Codello.

El desprendimiento de la famosa piedra del Palacio Ducal, la antigua residencia de los dogos gobernantes en la ciudad serenísima, fue la gota que derramó el vaso. Sucedió en el otoño de 2007, justo cuando habían concluido con la restauración de la fachada gótica, diagonal a la columna que sostiene el león alado. El accidente sirvió para realizar una radiografía que dictaminó el mal estado del patrimonio arquitectónico. Inmediatamente comenzó la carrera contra el tiempo para salvar el Puente de los Suspiros, simplemente el lugar más fotografiado de Venecia. Construido en el siglo XVIII para conectar las prisiones nuevas con el Palacio Ducal. Se espera que para finales de 2011 concluyan los trabajos de restauración, indica el director de las obras, el arquitecto Alberto Torsello. "Podemos decir que el paciente, en este momento sigue enfermo, pero el mal no avanza".

¿Por qué caen pedazos de un edificio recién restaurado? "La pieza del accidente se encontraba en un ángulo donde, probablemente, se formó un microclima particular con infiltraciones de agua. Estas, con el pasar del tiempo, hicieron caer la piedra". La explicación es de Elissabeta Zendri, docente de Química de la Universidad Ca Foscari de Venecia. La profesora agrega un elemento que parece obvio: "Se ha visto la conservación como la limpieza de los edificios, pero hay que concentrar la atención en la parte estructural".

A pocos pasos de las aulas universitarias, la profesora Zandri comenta un fenómeno que ha llevado a la espectacular caída de las 160 piedras del Puente de los Suspiros. "La piedra de Istria es muy particular y muy resistente. Por ello fue utilizada durante siglos, pero tiene un problema: en el interior sedimenta arcilla. La arcilla tiende a dilatarse, para luego regresar a la dimensión original, aunque absorbe agua. Cuando esta acción se repite, es peligroso porque no se puede saber exactamente cuándo ocurrirá el desprendimiento de una piedra".


La conservación requiere recursos. Sin embargo, el dinero brilla por su ausencia. La receta será la misma de años atrás: cartelones publicitarios en las fachadas. Una empresa paga entre 10.000 y 40.000 euros al mes por un anuncio en la plaza de San Marcos. En enero, los cartelones aparecieron en blanco. ¿Una provocación? "No" dice Codello. "La publicidad se mueve con las leyes de mercado, que no siempre se cruzan con el interés por preservar. Las grandes compañías, que ganan con el turismo deberían invertir en el mantenimiento de la ciudad".