Manual de instrucciones para situaciones
de pesadilla en Nueva York

Publican un documento con medidas extremas frente a ataques terroristas, epidemias o escasez de medicamentos para toda la
población enferma

Anna Grau, Nueva York
20.02.2011
Foto - Tanques y soldados en las calles de Nueva York, en la película «Estado de sitio»


Nueva York está desde hace unos días más preparada para lo peor. Los responsables del sistema judicial del estado han hecho público un “manual para la salud pública del estado” que en realidad es una lista de instrucciones para jueces y miembros de los tribunales en situaciones de crisis extrema como un nuevo 11-S, un ataque bacteriológico, una epidemia o algo peor. Entre las posibles decisiones a tomar destaca qué hacer si hay más enfermos que medicamentos para salvarles la vida o si hay que aislar contra su voluntad a una persona infectada y capaz de infectar a otros.

No se trata de nuevas leyes sino de poner en claro las que hay y qué margen de maniobra dan. No siempre esto está meridianamente claro. Por ejemplo si ante una crisis sanitaria hay que racionar los medicamentos y se opta por priorizar a los más aptos para sobrevivir, aquellos que lo son menos –gente mayor o discapacitada- podrían poner un pleito por discriminación. Aunque es probable que lo perdieran porque, según subraya el manual, no sería la primera vez que el derecho individual es sacrificado al colectivo en condiciones extremas.

Confinada contra su voluntad
The New York Times sacaba a colación el ominoso caso de Mary Mallon, más conocida como María la Tifoidea. Era una inmigrante irlandesa en el Nueva York de principios del siglo veinte que se ganaba la vida como cocinera hasta que fue identificada como la portadora sana del bacilo del tifus. Contagiaba a otros sin enfermar ella. Tras una dura batalla legal Mary Mallon fue confinada contra su voluntad en una cabaña solitaria en una isla del East River. Al cabo de unos años la dejaron salir a cambio de que renunciara a volver a trabajar como cocinera. Incumplió esta promesa, y además lo hizo utilizando un nombre falso. Fue confinada de nuevo hasta su muerte, ya sin que nadie sintiera ningún remordimiento. Había hecho enfermar a 47 personas y algunas habían muerto.



Evacuaciones y toques de queda
Este sería uno de los casos más extremos que prevé el nuevo manual de salud pública del estado de Nueva York. Otros aluden al derecho de las autoridades de imponer evacuaciones y toques de queda, tomar el control de la vía pública y de los transportes y hasta utilizar la propiedad privada como refugio u hospital de campaña, lo quiera o no lo quiera el propietario. También hay normas para el racionamiento de alimentos y para el sacrificio de animales que supongan un peligro.

No es que Nueva York no haya puesto nunca a prueba su reacción frente a las emergencias. Ocurrió con el 11-S y, a otra escala, ocurrió también con la epidemia de gripe A, cuando los vagones de metro se llenaron de gente con mascarillas y en los juzgados se sistematizó la decisión de hacer comparecer esposados y con guantes a los detenidos más agresivos.

En general el reto es cómo imponer el interés público en situaciones extremas en un país que hace de la libertad individual una religión y donde todo puede ser objeto de denuncia. En Nueva Orleans el azote del Katrina provocó casos límite en el hospital local. Hubo médicos que hicieron sacrificios sobrehumanos para salvar vidas y que después fueron juzgados bajo la acusación de practicar la eutanasia a enfermos muy graves que no podían ser evacuados pero a los que tampoco se quería dejar atrás padeciendo una atroz agonía. Los médicos fueron exculpados de todos los cargos después de una gran movilización ciudadana a su favor.
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