Umberto Eco: "Vivimos
rodeados de falsificaciones"

"Hasta ayer el poder controlaba y sabía lo que hacían los ciudadanos. Con Wikileaks se subvierte la relación, somos todos los que controlamos el poder mundial”

El autor italiano presenta en Madrid 'El cementerio de Praga'. La obra ha causado rechazo entre la jerarquía católica

Tereixa Constenla, Madrid
13.12.2010

Umberto Eco está resfriado pero en forma. En la presentación de su nueva novela en Madrid, “El cementerio de Praga” (Lumen), ironizó a cuenta del rechazo que la obra ha causado entre la jerarquía católica: "Las críticas de L'Osservatore Romano [periódico del Vaticano] han aumentado las ventas en 100.000 ejemplares".
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El antisemitismo del protagonista, Simone Simonini, el único personaje de ficción de la obra, también disgustó a los judíos, aunque finalmente tres comunidades hebreas han invitado a Eco a presentar el libro en Jerusalén. "Son muy inteligentes", dijo.

La novela de Eco llega 30 años después de “El nombre de la rosa”, que le convirtió en un superventas a pesar de sus latinajos y sus honduras filosóficas. Constató que lo bueno vende. “El cementerio de Praga” va por la misma senda. En un mes se han vendido en Italia 600.000 libros. "No lo entiendo, a lo mejor se han vuelto todos locos", bromeó. "Es posible que lo estén porque votan todos a Berlusconi", añadió entre risas.
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Ambientada en el siglo XIX, “El cementerio de Praga” está repleta de personajes históricos como Dreyfuss, Freud o Garibaldi. Pero su gran protagonista, Simonini, es fruto de la imaginación del autor. Se dedica a falsear documentos y otras lindezas como el comercio de hostias consagradas para misas satánicas.
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Un argumento que no está del todo lejos de la actualidad, como recordó el propio Eco, a propósito de los cables del Departamento de Estado filtrados en las últimas semanas. "Vivimos rodeados de falsificaciones de los servicios secretos y los Gobiernos".
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Wikileaks
"Hasta ayer el poder controlaba y sabía lo que hacían los ciudadanos. Con Wikileaks se subvierte la relación, somos todos los que controlamos el poder mundial, es la transparencia total pero el poder también necesita confidencialidad. ¿Qué sucederá ahora? No sabemos".

Recortes a la cultura
"El ministro de Finanzas dice que con la cultura no se come. Es falso. Que vaya al Louvre. Hay un sector de la derecha en mi país que odia la cultura. En el Gobierno hay gente inculta y racista. Está surgiendo un populismo en el que el Parlamento pierde sus funciones y una sola persona tiene todo el control mediático".
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Religiones
"Las religiones han sido un estímulo muchas veces. Sin ella no habríamos tenido a Miguel Ángel o Rafael, pero el fanatismo reprime la creatividad".
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Umberto Eco y la liga judeocristiana


El Vaticano y la comunidad judía italiana cargan contra 'Il cimitero di Praga', nueva novela del escritor - Según sus detractores, el libro coquetea con el antisemitismo

Lucia Magi, Bolonia
12.11.2010


Treinta años no es nada. Al menos, en asuntos de polémica religiosa. Ese es el tiempo que separa “El nombre de la rosa”, primer asalto del escritor, semiólogo y pensador boloñés Umberto Eco a la ficción espiritual, de “Il cimitero di Praga” (El cementerio de Praga), su nueva y estupenda novela. Todo un fenómeno de ventas (cien mil ejemplares en solo una semana), así como un catalizador de las ya de por sí agitadas aguas culturales de la Italia de Berlusconi.
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Eco vuelve a enfrentarse no solo a las acusaciones de la Iglesia, sino también a la soliviantada comunidad judía. La razón reside en un libro en el que, página a página (son 528), il Professore conduce al lector por un viaje trepidante al siglo XIX, una excursión considerada por algunos inexacta desde el punto historiográfico y que se mueve al vaivén de la madre de todas las conspiraciones: la que pinta a los judíos como los urdidores ocultos y todopoderosos del destino mundial.
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La galería de habitantes reales de “Il cimitero de Praga” no tiene desperdicio: un Sigmund Freud drogadicto, Dreyfus, oficial francés condenado por ser judío, el gran Ippolito Nievo, patriota y escritor italiano, o Garibaldi. Entre nombres históricos y acontecimientos reales (dibujados con la manía detallista habitual en la prosa de Eco) se desenvuelve el protagonista -"el único personaje inventado de la novela", según el autor-. Es Simone Simonini, capitán turinés, memorable anti-héroe y la presencia más desagradable del relato.
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Antisemita convencido en pleno ottocento, el protagonista falsifica testamentos y comercia con hostias consagradas para misas satánicas. ¿Su gran obra? Fabricar las actas de una reunión nocturna inexistente entre las lápidas del cementerio judío de Praga. En ella, los ancianos rabinos de las 12 tribus de Israel tejen planes para dominar el mundo. Ese documento falso sirve en la novela para la redacción de los muy reales “Protocolos de los sabios de Sión”, panfleto antisemita que, a principios del siglo XX, sirvió de justificación teórica para los pogromos de la rusia zarista y, más tarde, para la persecución nazi.
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Sus detractores afean a Eco la puesta en escena de un montaje histórico "falso". La construcción de una "sinfonía maligna" que no se molesta en interrumpir. La comunidad judía y la Iglesia se preguntan: ¿puede un autor que no interviene en la historia evitar la peligrosa ambigüedad? El periódico de la Santa Sede opina que no: "Denunciar el antisemitismo poniéndose en la piel de los antisemitas", escribe la historiadora Lucetta Scaraffia en L'Osservatore Romano, "no funciona como una verdadera acusación. El lector acaba por resultar contaminado por el delirio antisemita [cons-truido por Eco]. Cuando se evoca el mal, es necesario enfrentarlo al bien, para que sirva de contraste. La reconstrucción del mal sin condena, sin héroes positivos, adquiere una apariencia de voyeurismo amoral".
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"La narración de Eco quiere desmontar lo falso a base de reconstruir esas falsedades" -escribe otra historiadora, Anna Foa, en la revista mensual publicada por las comunidades judías italianas-. "Si los heréticos podíamos disfrutar con las brujas de “El nombre de la rosa”, ¿podremos hacerlo con la misma inocencia con la clase de construcciones que alimentaron las locuras de Hitler?". El escritor replica pragmático: "Quien escribe un manual de química puede también ser acusado si alguien lo utiliza para envenenar a su abuela".
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A estas declaraciones, Riccardo Di Segni, rabino jefe de Roma, contestó: "Pienso que el mensaje suena ambiguo. No se trata de un libro científico que analiza y explica, sino de una novela". "Mi intención era dar un puñetazo en el estómago de mis lectores", replicó el semiólogo. "Una violencia que convenció a otros".
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Un odio que también mueve a Simonini, educado desde pequeño en el desprecio a los judíos y a las mujeres, entrenado en el servilismo hacia el poder y cegado por su rencor personal: "Me doy cuenta de haber existido solo para vencer aquella raza maldita. Únicamente el odio calienta el corazón", dice.
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Entre tanta proclama acusatoria, Gad Lerner ha intervenido en el debate desde las páginas de La Repubblica. Según él, la novela está destinada a ser un clásico porque al fin y al cabo cuenta algo muy universal y actual. Se lo explica el protagonista Simonini a un agente secreto del zar: "La divina Providencia nos ha regalado a los judíos, utilicémolos y recemos para que siempre haya alguno al que temer y odiar". Lerner ve en este diálogo un afán tremendamente actual: identificar los enemigos para así definirse como comunidad a partir del odio al otro.
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