MODA ESPANHA

Premio Mujer Empresaria 2010

"No somos mujeres empresarias. Somos empresarias"

Por Manda Mars
16.11.2010

En un restaurante de Madrid, las fundadoras de la firma Flamenco Chic, Elena Martín y Carola Morales (foto) , se debaten en torno al destino de unos fetuccini, en medio de uno de esos diálogos doméstico-alimentarios: "¿A que están buenos? Que cojas, que tengo mucho". "Noooo... "Va...".
Flamenco Chic nació en 97 y tiene bastante de empresa familiar, aunque, al menos de momento, no hay batallas serias. "No discutimos nunca, hablamos normal de lo que nos gusta y lo que no", explica Martín. Lanzaron la firma después de abandonar la cadena de moda en la que trabajaban. Comenzaron con un primer bolso de organza. La ropa que diseñan es una ensalada de colores, bordados y abalorios que ha gustado lo suficiente como para tener siete tiendas en España, unos 80 empleados y la determinación de abrir en Nueva York, Miami y Los Ángeles.
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"Pero actuamos por impulso, nunca hacemos estudios de mercado", aseguran. En una feria internacional, hacia 98, entró Adolfo Domínguez en su expositor y le bromearon: "No vale copiar". "Yo, si vengo, es a comprar", respondió el modista. Y les hizo un pedido. Ataviadas con prendas de su firma, con estudios de interiorismo la una y de diseño la otra, relatan los avatares de su empresa con el mismo deleite con el que atacan la burratta o comentan los platos que viajan a mesas vecinas.
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"Y puedes decir que no era buena estudiante", suelta Morales con desparpajo. No hay sentadas a la mesa dos productos habituales de las escuelas de negocios, pero explican con bastante claridad (y sin anglicismos innecesarios): cuantas menos deudas con el banco, mejor; la mejor publicidad, la del boca oreja -"la gente codicia lo que ve al de al lado"-. Y, para afrontar la crisis, han lanzado una nueva marca de bajo coste, "pero un poco en secreto, no decimos que es nuestra para separarla bien de Flamenco".
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La vida de Martín (39 años) y Morales (42) ha transcurrido de forma paralela. Sus padres eran vecinos en un edificio cercano al restaurante, en la calle de Lagasca, iban al mismo colegio y cuando se casaron se mudaron a la misma urbanización de las afueras, con un jardín compartido en el que crecieron juntas. Para más inri, fue la misma persona - el cuñado de una de ellas - quien les presentó a sus respectivos maridos. "Le llamamos el colocador", se ríe Morales. Ellas también son vecinas.
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Ahora, facturan 10 millones al año, según dicen, y la Federación Española de Mujeres Directivas, Profesionales y Empresarias les ha otorgado el Premio Mujer Empresaria 2010. Cuando se habla de un empresario, el señor en cuestión es un empresario a secas, cuando se trata de una empresaria, es una "mujer empresaria". ¿Juegan en ligas distintas? Es Morales la que entra al trapo: "No nos sentimos inferiores, nadie nos tiene que decir: 'Mira estas lo que han conseguido'. No somos mujeres empresarias, somos empresarias. Somos trabajadoras". Llega la cuenta con otra de esas escenas cotidianas, esta vez a tres: "No, yo". "Ni hablar". "Que sí...". Normalmente el periódico paga estos almuerzos, pero ellas ganan.
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