La televisión: recuerdos del futuro

Una ambiciosa exposición evoca
esplendores y contradicciones del medio

Por J. M. Martí Font, Barcelona
05.11.2010

Hace ya más de medio siglo que la televisión entró en las casas de la gente, en sus vidas. Ahora, al menos tal y como la hemos conocido, se acaba. Ya no se fabrican tubos catódicos; la revolución de las comunicaciones ha dinamitado el viejo paisaje doméstico, transitamos por otro espacio. ¿Ha sido una plaga? Una plaga, según el poeta francés Antonin Artaud, es aquello capaz de abrirse camino y acceder a todos los estratos de un organismo, desorganizándolo completamente, pero dándole una oportunidad única de liberarse a sí mismo. La cita figura en el texto introductorio de la exposición ¿Estáis listos para la televisión?, que se abre hoy al público en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba).
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La muestra, comisariada por Chus Martínez, no es una muestra sobre videoarte. Contiene 170 obras y hasta 82 horas de televisión, y recicla como título el eslogan Are you Ready for TV? con el que Westinghouse hizo publicidad de los primeros televisores en color en 1954. Sostiene Chus Martínez que, en contra de lo que hoy en día pueda parecer, el arte y la reflexión ocupaban miles de horas de programación de televisión hasta bien entrada la década de 1980.
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Los dos grandes museos neoyorquinos, el MOMA y el Met, realizaron programas desde sus salas desde los primeros momentos. Y no solo las artes plásticas ocupaban la pantalla. También el pensamiento. En Francia y Alemania los filósofos eran una presencia recurrente. En 1962, Anna Ahrendt, tras contemplar un programa en el que Michel Foucault entrevistaba a Gaston Bachelard, llamó a la cadena y pidió que le dejaran hacerse una entrevista a sí misma. Y el equipo del programa viajó a su casa de Nueva York.
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Samuel Beckett, por poner otro ejemplo, escribió cuatro dramas para televisión, uno de los cuales puede verse en la exposición. Y en la España franquista - y en el Macba hay un sorprendente muestrario - se producían programas culturales de gran calidad como el mítico “A fondo”, la serie de entrevistas a escritores realizada por el recientemente fallecido Joaquín Soler Serrano, por citar el más conocido.
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La exposición se articula a través de diez capítulos de una saludable heterogeneidad; desde el titulado El bromista insaciable, que recoge el humor y la ironía del medio, pasando por el bautizado dead air, término que define la típica situación derivada de un fallo técnico que interrumpe la emisión y pone en evidencia aquello que desconoce el espectador: la tramoya, las bambalinas del escenario o la situación de las cámaras.
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Otros capítulos son más densos, como el dedicado a televisión y política. Los más brillantes tal vez sean los titulados El matrimonio grecolatino, sobre la infinita capacidad del medio de emitir imágenes desde cualquier rincón del mundo y el que utiliza el título de un programa semanal de la CBS durante la década de 1960, What's my line? (¿Quién soy?) en el que una especie de jurado formado por personalidades debía averiguar sin poder verlo, la profesión del invitado, y que supuso la consagración mediática de Salvador Dalí en Estados Unidos.
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La muestra descubre también a artistas pioneros, como Marta Traba, argentina instalada en Bogotá que ya en 1955 hace arte desde la televisión, o un resumen de los programas que realizaba el cineasta brasileño Glauber Rocha, en su casa, con su sala de estar como plató, a la que acudían desde psicoanalistas a todo tipo de artistas y que, emitidos por Globo TV, paralizaban el país.
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