Bogotá, la ciudad alhajero de Colombia

Ciudad de esmeraldas donde la cultura, el sabor del café y la rumba se mezclan sin apuros. Consulte aqui las mejores recomendaciones turísticas para explorar este lugar

Por Laura Llerena
07.11.2010

Más allá de Cartagena y Medellín, hoy Colombia ofrece otra cara para explorar: Bogotá, una metrópoli en evolución que refuerza su imagen urbana y la seguridad de propios y extraños. Desde el aire, antes de aterrizar en el aeropuerto de El Dorado, se observa una ciudad que emerge entre el verde paisaje de la Sabana de Bogotá.
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Ya en tierra, sus calles y su gente se observan tranquilas, inmersas entre construcciones de ladrillos rojos, amuralladas por las montañas de la Cordillera Occidental, un ramal de la de los Andes.
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Aquí el clima es impredecible ya que, pues según los propios bogotanos, no hay estaciones del año, por lo que hay que venir como "alcachofas" - se oye decir - para irse poniendo o quitando prendas de ropa, conforme dicta el día, sin olvidar nunca el paraguas.
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Desde el aeropuerto al centro de Bogotá son aproximadamente 40 minutos de tiempo en trasladarse, dependiendo del tráfico, y es que actualmente se encuentra en construcción un tramo del principal transporte público bogotano: el TransMilenio, motivo por el que hay que tener un poco de paciencia para llegar de un lugar a otro.
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Arte con sabor a café - Nuestro recorrido comienza en la Candelaria, en el centro histórico, conocida como la zona cultural de la capital, pues alberga los principales teatros, universidades, cafés y restaurantes de la ciudad, convirtiéndose en un importante punto de encuentro de estudiantes y turistas.
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Aquí puede visitarse la Biblioteca Luis Ángel Arango, la principal del país y una de las más importantes de América Latina, reconocida por ser una de las primeras bibliotecas públicas en utilizar tecnología para la búsqueda de libros. Incluso, cuenta con material para invidentes.
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A unas cuadras de la biblioteca está el Centro Cultural Gabriel García Márquez, ideal para disfrutar de las artes y el sabor del café colombiano, ya sea el "de la casa" o el famoso Juan Valdés, el más popular en el país colombiano, con sabores y estilos diferentes.
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Este centro se ubica en la antigua calle de la Enseñanza y se erige en honor al Nobel de literatura. Alberga una librería y una galería y todos los viernes se realizan talleres, muestras cinematográficas y diversas exposiciones artísticas, convirtiéndose en uno de los lugares preferido de los bogotanos.
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Siguiendo por la misma calle encontramos el Museo Botero. La colección de arte con la que cuenta este museo fue donada en el año 2000 por el mismo Fernando Botero, personaje que se hiciera famoso por pintar y esculpir figuras "con volumen" como a él mismo le gusta llamarle a los cuerpos de siluetas regordetas. Se exhiben más de 120 obras del artista colombiano.

Plaza Bolívar, el centro de la historia - Luego de comprar un afiche de la Mona Lisa de Botero y recargar al cuerpo con una dosis de cafeína colombiana, la Plaza Bolívar espera por contarnos su historia de libertad.
En 1538 fue el escenario de la toma militar por el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada y años más tarde, el 20 de julio de 1810, fue el sitio donde se congregó el pueblo bogotano para exigir el cabildo abierto.
Tres años después, Antonio Nariño, quien dirigió la Independencia de Colombia, celebró con un acto cívico la libertad del país.
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Para el año 1819 la población acogió a Simón Bolívar, acompañado de oficiales y patriotas victoriosos, en la Batalla de Boyacá, lucha que selló la gesta libertadora. De ahí el nombre de la plaza.
Desde esta enorme plancha de concreto, repleta de palomas y siempre vigilado por la guardia colombiana, que se hace acompañar por perros policía, se aprecian los edificios más importantes de la capital, construidos en su mayoría en piedra de cantería que le otorga luz al centro de la ciudad.
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Entre ellos destaca la Catedral Primada, el Capitolio Nacional, llamado también "el enfermo de piedra", ya que su construcción tardó más de 70 años; el edificio Liévano, el Palacio de Nariño, actual residencia del presidente; la Casa Museo 20 de julio y la de los Comuneros, así como la Capilla del Sagrario, que aún conserva su fachada original, la más antigua de todas, la cual data del año 1648.
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Este último recinto, recuerda al turista probar un dulce típico colombiano. Y es que sobre la calle 11, que hace esquina con esta iglesia, se asoma una tienda-restaurante que se ha convertido en una parada obligada en el destino.
Se dice que durante la época de La Colonia, los bogotanos que acompañaban a sus esposas a la misa dominical, salían a escondidas a tomarse un aguardiente. Por supuesto, salían por una puerta escondida que daba a la calle donde se encuentra el restaurante. Desde entonces, a este lugar se le llamó La Puerta Falsa, en alusión a la anécdota. as hileras de colaciones, panes y dulces coloridos que se muestran en la vitrina, son una invitación tácita a entrar. Los tamales, las almojábanas y los dulces de arequipe son los más reclamados.

Bogotá desde lo alto - Después de la caminata, el hambre apremia, así que ahora nos dirigimos al restaurante San Isidro, en lo alto del Cerro de Monserrate, el santuario de mayor devoción y peregrinación de los habitantes de la ciudad y un importante punto turístico.
Fue construido en 1925 para adorar a la virgen de Monserrate. Hoy en día es la iglesia del Cristo Caído, aunque aún se conserva una pequeña capilla para la virgen de Monserrate.
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Hasta la cima de este cerro, se puede llegar por tres vías, dice nuestra guía: caminando, que es como regularmente suben los fieles (llegando a hacer hasta más de una hora, según la condición física de cada persona), por el funicular o en teleférico. Esta última, nuestra opción elegida. En teleférico se hacen menos de diez minutos, el tiempo necesario para disfrutar de la vista de Bogotá, desde lo alto. Mientras ascendemos, el paisaje se va expandiendo, pasando de una ciudad que creíamos pequeña a una de mayores dimensiones, dibujada entre verdes extensiones de tierra.
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En el punto más alto, el frío aumenta, enrojeciendo la nariz de los presentes, y aun cuando por la mañana parecía que el día sería soleado, la tarde se tornó gris y lluviosa, sin previo aviso. Para resguardarnos, nada mejor que el restaurante Casa San Isidro que nos recibe con el calor de su chimenea. Luego, una crema caliente y la especialidad a base de langostinos frescos, acompañados con agua de cítricos "de leche" como se pide el agua si se quiere más cremosa, fueron la recompensa del día y la solución para quitarnos el frío.

Al salir, la lluvia había desaparecido, dejando un cielo despejado que permitió observar sin dificultad dos diferentes vistas de la capital: la ciudad de ladrillo rojo y las verdes montañas de a cordillera.
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Ciudad de oro y esmeralda - En Bogotá se dice que la esmeralda es la "piedra del amor", pues la leyenda dicta que si esta joya se oscurece al momento de regalársela a su pareja, entonces la persona es fiel. Imaginamos entonces lo que ocurre si la piedra se aclara. Lo cierto es que Colombia es uno de los principales países exportadores, a escala mundial, de esta joya de singular tonalidad verde.
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Ante esta importancia, en Bogotá se alza el Museo Internacional de la Esmeralda, el primero en su tipo en América Latina. Se encuentra en el piso 23 del edificio de Avianca, frente al parque de San Francisco, y ofrece un recorrido interactivo, pasando por un túnel que simula las cuevas de excavación de donde se extrae esta piedra preciosa, en el departamento de Boyacá.
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La explicación comienza con el proceso para encontrarla y extraerla, hasta limpiarla, pulirla, cortarla e incluso distinguir entre los tipos de piedra que hay y las características que le dan valor a cada una. Cuenta con una sala de exhibición con más de mil piezas y una tienda para llevarse un recuerdo color esmeralda. Puede adquirir aretes, collares y pulseras desde 30 y hasta cinco mil dólares.
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Otro sitio de gran valor, no sólo por su contenido, sino también por su historia es el Museo del Oro. Fundado en 1939, este recinto posee más de 50 mil piezas que cuentan la importancia que tuvo este metal precioso entre las culturas prehispánicas del país. A través de la música prehispánica es posible revivir la leyenda de El Dorado en una de sus salas, aquella en la que el cacique, sacerdote de los indios muiscas, era cubierto en polvo de oro durante un ritual.
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¡Rumba! - Para cerrar con broche de oro: una noche de ¡rumba! La mejor opción es ir a la zona "T", también conocida como "Zona Rosa", donde se encuentran los mejores restaurantes y bares de la ciudad.
Andrés Carne de Res, es uno de los sitios más concurridos. Aquí se dan cita locales y extranjeros de todas las edades y nacionalidades.
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Los cortes de carne y el ajiaco, platillo típico bogotano (un caldo con sabor a papa y elote, aderezado con crema, queso y alcaparras) acompañado por un agua de lulo, una fruta ácida que sólo se utiliza para hacer jugos, son la sugerencia para degustar una cena tradicional en cualquiera de los pisos de este restaurante, que van desde el Infierno, pasando por la Tierra y el Purgatorio, hasta llegar al Cielo.
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Luego, la pista se abre con la cadencia que los colombianos llevan en la sangre, donde el único límite es dictado por el ritmo de la cumbia.
Una urbe sí de negocios, pero también de diversión, salpicada de cultura, sabor e historia.
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