LIBRO

Rachel Cusk: «Sí, mis novelas, como la vida,
no tienen argumento»

La autora inglesa publica «Las variaciones Bradshaw», nueva inmersión en las retorcidas entrañas de una familia de clase alta

Por Manuel De La Fuente, Madrid
04.11.2010
Foto - Rachel Cusk, por Victor Lerena

«En ocasiones veo muertos, parecen personas normales, pero están muertos», le dice así, como quien no quiere la cosa, el niño Haley Joel Osment a Bruce Willis en una desasosegadora escena de la no menos angustiosa película «El sexto sentido».
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En las novelas de Rachel Cusk, también hay muchas personas que parece normales (y con bastantes perras, generalmente), pero los pliegues de sus vidas están repletos de oscuros y angostos pasadizos. Si en su libro anterior, «Arlington Park», los chalés adosados se convertían en castillos llenos de extraños peligros y sortilegios, en su nueva novela «Las variaciones Bradshaw» (Lumen) una pareja más que acomodada decide cambiar sus roles famliares: ella se pondrá a trabajar; él se quedará en casa al cuidado de la hija del matrimonio.
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«Para las feministas de la clase media alta - cuenta la novelista -, puede decirse que su idea del trabajo es que casi es un placer, un medio de realización personal además de, por supuesto, un derecho y un reto frente a la política convencional. Para la mujer que necesita el dinero esto es totalmente distinto, porque tiene que defender el equilibrio entre su vida personal y su trabajo, lo que no suele ser fácil. En el pasado era prácticamente imposible, pero la mujer moderna de cierto status consigue el placer, la dignidad, la realización propia y la emancipación a través del trabajo».
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Las novelas de Cusk son como esos terrarios donde las hormigas se entregan a sus quehaceres ante nuestra vista. «Independientemente de la vida que yo lleve - continúa Rachel Cusk -, todo lo que escribo lo hago a partir de mi propio conocimiento de la existencia. Para mí, la única manera de encontrar la verdad es consultándome a mí misma y auscultando mis propias sensaciones. Me sería imposible escribir un libro, digamos que con la imaginación, un libro sobre algo distinto a lo que me ocurre y lo que conozco. A través de cosas concretas, yo quiero darle a todo una estructura, y creo que una función de la literatura también consiste en poder articular el inconsciente de la realidad, de la vida cotidiana, todo aquello que está relacionado con ser. A quienes no les gusta mi trabajo siempre dicen que mis novelas no tienen argumento. Precisamente, de eso se trata, porque la vida tampoco tiene un argumento».
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Niños clarividentes
Y no faltan, como en «El sexto sentido», niños clarividentes. «A veces, los niños son simplemente la manifestación del ego de su padre o la cruda servidumbre de sus madres, son casi sus esclavos. Por otro lado, muchas mujeres tienden a creer que los hijos son su gran creación. Pero en mis novelas, a los niños se les confiere autonomía, individualidad. En ese sentido creo que trato de mostrar lo difícil que le resulta a la gente dentro de la familia percibirse los unos a los otros como auténticos individuos».
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Sí, los personajes de Cusk parecen personas normales... pero acaban por dar mucho miedo. «Eso esta bien... no es usted el único que se siente así. En cuanto a mí, no necesito vincularme especialmente con los personajes, no necesito terminar nada, ni concluir nada, ni llevarlos hacia un final, ni que causen tal o cual emoción o sensación, lo que yo trato de hacer es captar y plasmar un fragmento de vida. Hay autores que conciben una novela como una obra de teatro en la que se llega al final, los actores hacen una reverencia y llegan los aplausos. No es mi caso, yo sólo retrato a mis actores interpretando, no esperando el final de la pieza».

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