Thomas Hobbes


Un tratado político para
vivir mejor


En esta obra clave del filósofo inglés, que contribuye a pensar la teoría política, el autor de “Leviatán” propone una convivencia pacífica y una demanda permanente de libertad.


MARTIN W. PRIETO

Durante mucho tiempo los filósofos, por astucia, vanidad o por genuino convencimiento, han sostenido que sus libros manifestaban las verdades eternas de la razón y el sentido común, algo parecido a una matemática dentro del mundo del discurso (pero aun ella tiene fallas eternas, como mostró Gödel). El gran filósofo de la política Thomas Hobbes solemnemente anunció, al comienzo de un tratado sobre temas polémicos: “pues no diserto, sino computo”. Este hábito no desvaloriza una filosofía, pero dice mucho sobre ella. Seguir este tipo de indicaciones literalmente sería, si no ingenuo, menos interesante que observar el hecho más habitual de que las filosofías no funcionan muy bien como cálculos vacíos de subjetividad e historia.Una doctrina, aunque verse sobre fenómenos constantes del mundo, está ligada a su autor y a la época en que fue concebida. Muchos amantes de la filosofía que se toman el delicado trabajo de comprenderlas y difundirlas creen que su práctica continua puede influir de manera fundamental en los seres humanos, tanto en sus búsquedas externas como internas. De cualquier modo, la filosofía es sin dudas un juego tan extraño, en permanente discusión de sus reglas, como inevitable.

Recientemente la editorial Hydra, especializada en acercar obras importantes de filosofía política de rara circulación, ha publicado el tratado de Hobbes Elementos filosóficos. Del Ciudadano . La traducción directa del latín, el vasto prólogo que lo precede, las notas y el glosario son el trabajo de Andrés Rosler (UBA, Conicet). La obra guarda cierto isomorfismo con el gran clásico de Hobbes Leviatán ; pero a diferencia de este, posterior, más político y más retórico, Del Ciudadano conserva más precisión filosófica. En otras palabras, si el Leviatán es el célebre protagonista de este drama, Del Ciudadano es el guionista.

¿Quién fue entonces la subjetividad histórica detrás de esas computaciones? Rosler, quien tituló a su prólogo “El enemigo de la república” comienza diciendo: “toda obra de filosofía política de envergadura no es sólo un conjunto de proposiciones lógicamente enlazadas acerca de la política, sino que además es en sí misma política”. Hacia mediados del siglo XVII Hobbes escapa de Inglaterra, hundida en la guerra civil. Desde el exilio aborrece a los tibios republicanos y su vecindad con la anarquía, y escribe Del Ciudadano . El lector comprende cómo esta obra, tan clara y estructurada, pudo ser ejecutada durante una época de desesperación cuando distingue que en sus páginas circulan secretos los horrores de esta contienda y las emociones del autor, quien se definió alguna vez hijo del miedo. Su efecto perdurable deberá un poco a lo que dijo Bataille de que la felicidad carece de un tipo de vigor, rencoroso, soberano, que es propio de la desgracia.

La obra tiene tres partes: “Libertad”, que trata sobre el estado de naturaleza y de la ley natural; “Poder”, sobre las categorías fundamentales de la sociedad y de la política; y “Religión”, donde Hobbes se aventura necesariamente en terreno teológico para mostrar que su idea del Estado surge de la fuente de la ley divina. Si bien aquellos detallados escenarios naturales que inician la obra no son compendios de datos históricos, sino más bien el terreno donde representar ciertas ideas primordiales como la igualdad y la libertad de todos los hombres, Hobbes sí hizo un acierto etnográfico importante: dijo que entonces la vida era difícil, brutal y corta (como invariablemente siguió siendo para una buena parte de la humanidad). Para Hobbes –quien no tenía en alta estima la bondad natural del ser humano– la política de la ciudadanía activa y el debate parlamentario que defendía el republicanismo se aproximaba a aquella guerra ancestral del todos contra todos. Por eso considera que tiene que haber un Estado, con el peso y las fauces de un Leviatán , que dirija el bien común y que imponga deberes sobre los cuerpos.

Hobbes dice: “cuando los ciudadanos demandan libertad, no demandan bajo ese nombre libertad sino dominio”. Como filósofo de una corriente contractualista (la que Locke y Rousseau luego continuaron), la gravedad de los pactos y los cumplimientos de los pactos es de suma importancia. El pacto de Hobbes es sanguíneo y urgente, y no sólo por medio de éste los hombres libres acuerdan someterse a un soberano impune a cambio de paz y seguridad, sino que recuerda que ya en el Antiguo Testamento se consigna que Dios “pactó” con Abraham su vasallaje a cambio de un valioso lote de tierra, Israel.

Del Ciudadano puede entonces considerarse como un anhelo razonado de paz, válido para todas las épocas. Para recoger cada uno de los frutos de esta teoría, es necesario comprender su contexto histórico e intelectual y encontrar puntos en común con el nuestro. Para ello la editorial Hydra acompaña al lector proveyendo en sus ediciones una cuidadosa estructura crítica que ilumina la obra. En este caso Rosler indica algunos puntos de actualidad recalcitrantes: la vigencia del Estado moderno, un renacimiento del republicanismo, y una serie de problemas políticos similares a los que vivió Hobbes: imperialismo, guerras de religión, individualismo, etc.

En el terreno de lo temporal, el lector que desee involucrarse pacientemente con la discusión filosófica encontrará en Del Ciudadano una obra que contribuye a pensar la teoría política, que básicamente apunta a vivir mejor en el mundo que ya bastante hemos destruido. Mientras tanto, en el cielo (como dice el Talmud) Dios reza para que su clemencia y su amor prevalezcan sobre su justicia.

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