Cartografía de la derrota cultural


La figura del perdedor trazada en personajes de novelas de los últimos 40 años en América Latina y España permite relacionar a la literatura con la ética y la política.


por Susana Rosano

La empatía con el vencedor resulta siempre ventajosa para los dominadores de cada momento”. Esta frase de Walter Benjamin tal vez sintetice con rigor el espíritu que anima el último libro de Ana María Amar Sánchez Instrucciones para la derrota. Narrativas éticas y políticas de perdedores (Anthropos Editorial). De esta manera, el hecho de perder puede ser leído como un arte, alejado de las estridencias triunfalistas y de la creencia fácil de que el éxito es un camino a recorrer en la vida, con algunas estancias seguras y la promesa final de una felicidad siempre vacua.

La figura del perdedor que construyen redundantemente muchos textos de los últimos cuarenta años de la literatura latinoamericana y española le sirve a Amar Sánchez para relacionar a la literatura con la ética y la política. Se trata de personajes atravesados por la historia que, de alguna manera, se eligen perdedores, es decir: devienen perdedores a partir de una elección de vida consciente. Una constelación de textos que se preguntan por las formas en que se asume una derrota política y que construyen imágenes que dan cuenta de las estrategias que han sido necesarias para sobrevivir. Como dice la propia autora: discursos que, a sabiendas de su imposibilidad o de la dificultad de contar, cuentan.

Si bien es cierto que muchos de los relatos analizados en este ensayo corresponden de alguna manera al exilio y a la diáspora latinoamericanas, la pregunta que acecha el libro es cómo se ha constituido a través de la figura del antihéroe una metáfora de la historia. Son lecturas y representaciones de mundos estigmatizados por el trauma de diferentes derrotas políticas, ya sea la de la Guerra Civil Española, la de las dictaduras del Cono Sur o de las revueltas estudiantiles de Tlatelolco en México. “El perdedor –dice Amar Sánchez– es una figura atravesada por la historia, es el resultado de una coyuntura trágica y a la vez se constituye a sí mismo como tal por su decisión política”.

Amar Sánchez reconoce en el prólogo que su interés por la figura de los perdedores comienza en su libro anterior, Juegos de seducción y traición (2000), donde trabaja la relación entre literatura y cultura de masas. En este libro, el análisis del relato policial latinoamericano contemporáneo permite ver un cambio radical en la figura del héroe tradicional del género, el detective. Si el detective canónico de la policía era siempre alguien que dominaba el juego, que podía prever cada jugada del enemigo y ganarle –es decir: que sabe y tiene la ley y el poder a su favor– en estas ficciones latinoamericanas de fin de siglo los detectives se convierten en marginales. Ya no desafían al lector con su inteligencia ni con su ingenio. Y en este sentido Amar Sánchez sostiene que los textos establecen aquí una nueva complicidad con los lectores y se vuelven “manual de perdedores”, como reza el título de la novela de Juan Sasturain. El gesto guarda una relación muy estrecha con el consejo de Marcelo Maggi, uno de los protagonistas de Respiración artificial , de Ricardo Piglia: “Hay que hacer la historia de las derrotas”.

El perdedor, dice Amar Sánchez, no es un fracasado; y en este sentido se distancia mucho de esta figura que ha sido muy trabajada por la narrativa, a tal punto que en 1990 se publicó una antología que llevaba precisamente por título Historia de perdedores y reunía cuentos de Antonio Muñoz Molina, Juan Carlos Onetti, Alberto Moravia, Arturo Uslar Pietri, entre otros, con protagonistas en los márgenes del sistema social: prostitutas, hombres y mujeres que han perdido todos sus sueños. Frente a ellos, Amar Sánchez elige para su lectura otro tipo de perdedores, aquellos que portan las cualidades éticas del vencido: “el perdedor de estos relatos va más allá del duelo, no intenta superar una pérdida personal, sino construir un camino en que la resistencia y la insistencia en la memoria impidan, justamente, el olvido”. Y en este sentido tres textos que la autora analiza son emblemáticos porque resisten retirándose, rechazan toda complicidad, y ofrecen modos de resolver la derrota y el trauma desprovistos de alternativas heroicas: El oído absoluto , de Marcelo Cohen; Lo imborrable , de Juan José Saer; y E l arte de la pérdida , de Cristina Peri Rossi.

Si la novela de Marcelo Cohen anticipa con la descripción del territorio donde transcurre la historia, Lorelei, la fiesta menemista de los noventa; la novela de Juan José Saer convoca también al repliegue interior. Y en este sentido, Tomatis no sólo “vive en la penumbra confusa de los perdedores” sino que se distancia, no hace más que “sobrevivir, respirar con cuidado, pero al mismo tiempo sostiene la memoria, lo imborrable”. Por su parte, el relato de Peri Rossi plantea un perdedor diferente: el protagonista se ha replegado y resiste en un ámbito puramente imaginario.

Pero no todos los personajes que transitan la constelación de textos elegida en este libro pueden mostrar las cualidades éticas del vencido. Los fantasmas del pasado acechan también a partir de las figuras de la traición y de los perdedores que se refugian en el desencanto y en el cinismo.

La distinción que realiza Giorgio Agamben en Medios sin fin. Notas sobre la política entre derrota y deshonra le sirve a Amar Sánchez para introducir una nueva figura, la del traidor. No todos los vencidos serán perdedores dignos y muchos de ellos buscarán diversos caminos con que acomodarse a las nuevas circunstancias: “El triunfo de la concepción posibilista de la política, la idea de adaptarse para sobrevivir planteada por los triunfadores, incluye otros modos de aceptar la derrota, diversas transacciones y múltiples traiciones”. Se trata de acercarse al poder sin importar demasiado la forma que adquieren esas adhesiones. Textos como El beneficio de la duda , de la chilena Alejandra Rojas; El pianista , del español Vázquez Montalbán; novelas de “perdedores incapaces de resistir” como las españolas Como la piel del camaleón , de Juan José Martínez Seco, y Los viejos amigos , de Rafael Chirbes; Villa y Ni muerto has perdido tu nombre , de Luis Gusmán o Sol de medianoche del puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá, entre otros analizados aquí, hablan de diversos tipos de “adaptaciones”, la transformación de los comportamientos, la pérdida de la dignidad, la disolución de la propia identidad.

Una última estación en esta verdadera cartografía de la derrota la ocupan aquellos que Amar Sánchez bautiza como los desencantados. Aquí la autora analiza, entre otras, dos novelas mexicanas de los comienzos del nuevo milenio que resumen y extreman hasta el cinismo la experiencia de la pérdida como decepción de las utopías políticas: El fin de la locura , de Jorge Volpi; y Tu nombre en el silencio de José María Pérez Gay.

Ana María Amar Sánchez es consciente de la diversa calidad estética de los textos que trabaja en este libro. Sin embargo, esto no es obstáculo para que resalte en su análisis una postura ética frente a la escritura. Y para ello toma mano de la convicción de Jacques Ranciere de que no hay ningún conflicto entre la pureza del arte y su politización. La literatura propone así, sobre todo en América Latina, un debate que parece ausente de otras disciplinas, como lo es el de la aceptación de la derrota y sus múltiples consecuencias.

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