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Gustave Courbet: La spiaggia a Palavas, 1868 |
Periodista, barcelonés, corresponsal de 'La Vanguardia' en Oriente Medio desde 1970

El régimen de “capitulaciones” del Imperio Otomano, forzado por las potencias occidentales, protegió a los extranjeros, a las minorías cristianas y judías de las tierras del Levante, organizadas en “miliets” o comunidades de naturaleza confesional. En Beirut, donde aun perdura este sistema político, último eslabón del Imperio Otomano, sus incesantes guerras de mil rostros son atizadas por la exasperación de estas identidades asesinas. Fue en Beirut y antes en El Cairo donde nació el movimiento del renacimiento árabe, “Nahda”, tanto en las letras, en el pensamiento como en la política. Primero los cristianos libaneses, a la sombra de los misioneros occidentales, en torno a las universidades francesa y norteamericana de Beirut, impulsaron esta corriente renovadora, que después fue un movimiento básicamente musulmán que aspiraba a desarrollar el patrimonio común y trascender las diferencias sectarias. Sus promotores abordaron el problema de la decadencia árabe y trataron de buscar cuál podía ser su lugar en el mundo contemporáneo.

La posterior guerra de 1967 fue la gran guerra arabe-israelí con la ocupación de Jerusalén y de la Cisjordania cuyas consecuencias siguen amenazando la seguridad del Mediterráneo En 1973 Anuar el Sadat hizo la guerra para conseguir la paz con Israel, pero fue una paz separada, bilateral, y solo años después tras los acuerdos de Oslo entre Israel y los palestinos, otro estado limítrofe, el reino de Jordania, firmó otro acuerdo de paz. Dos de los estadistas que protagonizaron estos acontecimientos históricos, el presidente egipcio Anuar el Sadat y el primer ministro israelí Isaac Rabin, fueron asesinados por extremistas de ambos bandos. A partir de 1978 hasta el 2009 Israel ha invadido varias veces El Líbano para erradicar las fuerzas de la resistencia contra la ocupación, primero de los palestinos después del Hezbollah, y en el invierno del año 2009 sus tropas se cebaron en la población de Gaza dirigida por Hamas. El conflicto palestino israelí continúa siendo el gran escollo para la completa normalización de las relaciones mediterráneas. Ninguna capital árabe fue ocupada en estas guerras, a excepción de Beirut cuando en verano de 1982 los soldados israelíes penetraron en la ciudad con el objetivo de expulsar a los guerrilleros palestinos de la OLP al mando de Yasser Arafat.
Cuando viajan los alejandrinos a El Cairo dicen siempre que van a Egipto, al emplear el nombre árabe de Misr que es el mismo nombre de la nación y no Al Kahira que es el de la capital.
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Matisse Henri: Il porto di Abail, 1905 |
Alejandría fue una metrópoli mediterránea alejada desde el tiempo de los griegos hasta al de sus modernos gobernantes de la civilización y el estilo de vida egipcios. Sus años de cosmopolitismo apenas duraron un siglo desde 1860 a 1960. El cosmopolitismo fue un paréntesis en su historia. Todavía quedan algunos rótulos de calles alejandrinas escritos en francés, debajo de los escritos en árabe. Novelistas como Naguib Mahfuz, el único premio Nobel de los árabes, o Eduard Karrat han consolidado literariamente la indiscutible egipcianidad de esta “capital de la memoria”. La apertura de la biblioteca alejandrina ha dado cierto impulso a la ciudad. Pero si se han remozado y blanqueado fachadas de los nobles edificios del paseo marítimo, basta sólo con doblar una esquina para ver sus casas decrépitas, ennegrecidas por la humedad. Quimera u utopía, el sueño de Alejandría fue, ya desde Alejandro el Magno, su fundador, hermanar Oriente y Occidente.
Así como Salónica se hizo griega, Trieste italiana, Estambul -despojada de sus minorías muy arraigadas en su historia- turca, Alejandría, que parecía mas mediterránea que egipcia, se convierte en la segunda ciudad de la república de Egipto, proclamada por los “oficiales libres” tras el golpe de estado de 1952 contra la monarquía del rey Faruk. Los alejandrinos ya no eran solo los protegidos de los cónsules sino todo un pueblo egipcio de fellahs o campesinos que la presión demográfica expulsaba del delta del Nilo. El cineasta Chahin en sus filmes sobre Alejandría ha narrado, no sin nostalgia, el fin de esta época.
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