Sin andamios después de 20 años 

Concluye una última restauración que pretende mostrar la belleza de Santa Sofía
en todo su esplendor

Daniel Iriarte, Estambul
19.01.2011

Tras la caída de Constantinopla en manos otomanas, la basílica de Santa Sofía apenas tardó cuatro días en ser convertida en mezquita. La ciudad capituló un martes, el 29 de mayo de 1453, y ese mismo viernes ya se celebraba en su interior la oración colectiva hacia La Meca. Para la llamada del muecín, se improvisó un minarete de madera, que posteriormente sería sustituido por uno de ladrillo. Poco después, Mimar Sinan, el arquitecto más importante del imperio otomano, se ocuparía del proyecto que asentaría definitivamente la transformación.
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No fue la primera ni la última reforma que sufriría el edificio, pero sí tal vez la más importante. Santa Sofía se mantendría como lugar de culto para los musulmanes hasta su conversión en museo en 1935, en la primera época de la actual República de Turquía. Ahora, casi ocho décadas después, una última restauración pretende mostrar la belleza de este edificio en todo su esplendor.

«Santa Sofía es un lugar muy especial», explica a ABC la arqueóloga Defne Tekay, especialista en el edificio y partcipe en el proyecto de restauración. «Es un templo importante para cristianos y musulmanes, que muestra la mezcla de culturas de esta ciudad. Es un símbolo de Estambul. Aquí se pueden encontrar elementos de ambas religiones juntos, como por ejemplo en el baptisterio, que se abrirá al público este año», explica. En esta sala puede admirarse la pila bautismal del siglo VI («la más grande del mundo», dice Tekay), junto a las tumbas de los sultanes Ibrahim y Mustafá I.
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De repente, el interior de Santa Sofía parece más grande. Mucho más. Por primera vez desde hace casi dos décadas han desaparecido los gigantescos andamios que ocupaban casi todo el atrio. Los trabajos han permitido destapar la cara de uno de los serafines bizantinos, cubierta durante la época otomana, dado el carácter iconoclasta de la religión musulmana. Del mismo modo, se han reparado los mosaicos de la cúpula central.
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«Los terremotos casi destruyeron los mosaicos, los llenaron de grietas, así que la restauración ha sido muy difícil», relata Tekay, quien enumera asimismo la lista de operaciones realizadas: desde reforzar los techos hasta «fumigar, limpiar y repintar las caligrafías» de los cuatro medallones islámicos de las columnas centrales. El resultado es espectacular: el brillo de las pinturas doradas deslumbra al visitante desde las cuatro esquinas.
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«También hemos cambiado la luminaria, respetando las formas originales, aunque, claro, en aquella época tenían velas en lugar de luces eléctricas», dice, mientras lleva al periodista hasta el centro de la estancia, donde cuelga una enorme lámpara de metal coronada por multitud de bombillas.
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Prestigio del viajero
«Durante siglos, haber realizado el “namaz” (el vocablo que designa la oración islámica en los países del ámbito turco-persa) bajo estos candelabros implicaba un gran prestigio para los viajeros, cuando éstos regresaban a sus hogares», se entusiasma Tekay.
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Durante nuestra visita, apenas se oyen las explicaciones de los guías a los grupos turísticos. A éstos, parece, la majestuosidad del edificio les ha dejado sin palabras. Recorremos las naves, escuchando el retumbar de nuestros propios pasos en los muros, en los techos. Hace tan sólo unas semanas, este eco era amortiguado por los feos andamios que durante los últimos diecisiete años habían crecido en estas paredes, como una funesta enredadera de metal.
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¿Creen los responsables del proyecto que esto atraerá más visitantes? «La restauración, obviamente, tendrá un impacto en el turismo», afirma Melike Özcan, asistente de la dirección del museo. «No está documentado, porque Santa Sofía ya recibía muchísimos turistas antes, pero nos consta que está viniendo mucha gente a admirar partes específicas de la renovación», asegura.
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Las reparaciones, por supuesto, no ha concluido. Existen varios proyectos aún en marcha, como el acondicionamiento de la biblioteca de Mahmut I o la restauración de las pinturas del techo, de época islámica. El director del museo, Haluk Dursun, lo ha explicado claramente: «Nuestra intención es mostrar todas las etapas por las que ha pasado Santa Sofía, por eso el trabajo nunca se puede dar por acabado». La arqueóloga Tekay menciona la responsabilidad de su grupo, que ahora parece inmensa: «El edificio se ha conservado durante muchos siglos y es nuestro deber mantenerlo. Es el patrimonio de las generaciones futuras».