El correo electrónico nos vuelve tan estúpidos como ratas de laboratorio 
¿Cuántas veces al día mira su bandeja de mensajes? Un experto dice que nos comportamos con el email como una cobaya que repite mil veces el mismo ejercicio por un poco de comida
07,12.2010

El pasado agosto, el norteamericano Nicholas Carr, ex editor ejecutivo de la Harvard Business Review y un famoso escritor especializado en tecnología, aseguraba en su libro «The Shallows», que internet, pese a sus múltiples ventajas, tiene un peligroso efecto sobre nuestros cerebros. A su juicio, la sociedad digital está alterando nuestra capacidad de reflexión y de aprendizaje, de forma que el cerebro no es capaz de profundizar ni de prestar la atención necesaria. En definitiva, nos vuelve más estúpidos. 
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Ahora, Carr llama la atención sobre otro aspecto de la Red: el correo electrónico. Y afirma algo impactante. Dice que el email, que ahora podemos comprobar no sólo en el ordenador, sin también en el móvil o en un tablet, nos está convirtiendo en seres tan básicos y simples como ratas de laboratorio. Según explica, entramos en nuestras bandejas de mensajes numerosas veces al día buscando nuestro aliciente social o intelectual de la misma forma que una cobaya aprieta repetidamente una palanquita en busca de un poco de comida como recompensa.
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Nicholas Carr afirma en la revista «Esquire» que la tecnología nos ha convertido en unos adictos y nos ha provocado una regresión a un estado no más sofistificado que el de una rata de laboratorio. ¿Cuántas veces miramos al día nuestro correo electrónico? Un estudio dice que en las oficinas británicas los trabajadores lo hacen 30 veces a la hora. Por cada nuevo mensaje, nuestro cerebro libera una dosis de dopamina, una sustancia química que induce al placer y que se ha relacionado con los comportamientos adictivos.
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La incertidumbre, un aliciente
«Nuestros gadgets nos han convertido en ratas de laboratorio de alta tecnología, presionando palancas sin pensar con tal de recibir una recompensa», apunta. El hecho de la incertidumbre, de no saber si un nuevo mensaje nos está esperando, hace el asunto aún más emocionante y adictivo.
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Carr considera que la abundancia de información de la era digital «dificulta el pensamiento profundo, la comprensión y la formación de recuerdos». Además, hace el aprendizaje más difícil y consigue que nuestra memoria sea más pobre y dispersa.