Francia recuerda a Simone de Beauvoir
en el centenario de su nacimiento
Maria Luisa Gaspar
05.01.2011
Foto - Simone de Beauvoir, en una imagen de 1971. (Foto: AFP)

PARÍS.- Un coloquio internacional, el estreno de varios documentales, nuevas biografías y reediciones diversas celebran este mes de enero el centenario del nacimiento Simone de Beauvoir, la admirada y denostada autora del Segundo sexo, atípica compañera del filósofo Jean-Paul Sarte.
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Los especialistas de su obra y de su persona se darán cita en París a partir del día 9, justo cien años después del nacimiento de Simone Lucie-Ernestine-Marie-Bertrand de Beauvoir, icono todavía vigente del feminismo mundial para algunas mujeres y pensadores, figura, también, ampliamente criticada.
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Organizado por la psicoanalista y escritora Julia Kristeva en la Universidad París-Diderot, el coloquio reunirá durante tres jornadas de trabajo a intelectuales y biógrafos de diferentes países, entre ellos Claude Lanzmann, Danièle Sallenave, Deirdre Bari y Hazel Rowely.
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No está, pues, todo dicho ni descubierto sobre esta intelectual que marcó la vida de miles de mujeres en todo el mundo al defender desde mediados del siglo XX que "no se nace mujer, sino que una se vuelve", porque "el conjunto de la civilización" elabora ese producto "intermediario entre el macho y el castrado que calificamos de femenino".
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Adorada y denostada
Fue también la "dama de hierro sartrienne", como le llaman algunos detractores, quien defendió el trabajo como la "única manera que garantiza a la mujer una libertad concreta", pues gracias a él la mujer puede franquear "en gran parte la distancia que le separa del hombre".
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Momentos de lucidez como los revelados en estos y otros escritos suyos contrastan, sin embargo, con algunos episodios de su vida y con el contenido de una obra epistolar -su obra maestra, según su colega Philippe Sollers- reveladores de una increíble capacidad de sumisión.
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Si intelectuales, realizadores y escritores se volcaron en el recordatorio del nacimiento de esta polémica figura nacional, la prensa tampoco dejó pasar el aniversario, para evocar sus actividades y escritos desde el mejor ángulo, como el diario 'Liberation', o de manera rotundamente crítica, como el semanario 'Le Nouvel Observatoire'.
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Ambos medios la muestran sin su eterno turbante, el rotativo con a una fotografía de la célebre feminista bisexual tomada en 1947; el semanario con su última portada ilustrada con su cuerpo desnudo, de espaldas, en casa de un amigo de su amante estadounidense Nelson Algren, captado a principios de la década de los años 50, en Chicago (EEUU), por el fotógrafo Art Shay.
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Detrás de esta imagen poco conocida, 'Le Nouvel Observatoire' desmitifica la figura de Simone de Beauvoir y entre otros aspectos de su existencia poco atractivos recalca el nulo compromiso tanto suyo como de Sartre en favor de la Resistencia contra la ocupación alemana.
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"El Frente Popular, la Guerra de España" tampoco les interesan, "su gran asunto es la filosofía y la escritura, y ellos mismos, por supuesto", insiste el semanario, que recuerda la inactividad resistente de la pareja, considerada, sin embargo, durante décadas, como símbolo de la lucha por la libertad en todo el mundo.
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Tampoco se salva en este centenario la memoria de Simone de Beauvoir de que se recuerde la extrema gelidez con la que empezó a defender ya en la década de los 60 causas perdidas, como la de la liberación argelina, en particular de las mujeres argelinas maltratadas por el ejército francés.
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El testigo es aquí de peso, pues se trata de la intachable abogada, feminista y política de origen tunecino Gisèle Halimi, que fundó con De Beauvoir el movimiento feminista Choisir (Elegir) y con quien defendió, entre otros, el derecho al aborto.
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Poco importa, lo fundamental es la obra, mantienen algunos autores, para quienes lo de menos es también la agitada vida amorosa de Simone de Beauvoir, quien en 1943 fue expulsada de la Educación Nacional tras ser denunciada por la madre de una de las numerosas alumnas a las que sedujo desde su cátedra.
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En cualquier caso, la precoz e inteligentísima Simone de Beauvoir, será siempre una mujer que intentó romper, con mayor o menor éxito, el molde social de la burguesía desheredada en la que nació, por lo que es todavía hoy "vaca sagrada" y fuente de inspiración de ciertos feminismos.
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No de todos, pues algunas camaradas de lucha critican el "pensamiento liberal-libertino" de la "grand sartreuse", así como la rudeza de su discurso contra la maternidad, y, curiosamente, contra las lesbianas, además de temer que su objetivo fuese hacer de la mujer "un hombre como cualquier otro".


Claude Lanzmann

"Sartre y Beauvoir me enseñaron a pensar.
Yo les di que pensar"

Marta Caballero
18.01.2011

Con un ojo semicerrado y el otro escudriñando al que entrevista, Claude Lanzmann pasea soberbia y surcos a sus 85 con la tranquilidad de ser alguien no sólo en la historia de Francia, "que eso no es nada", sino "en la del mundo". Filmó la obra única que es Shoah, esas nueve horas de épica testimonial en torno al holocausto, formó parte de la intelectualidad francesa de la segunda mitad del XX y fundó junto a Sartre y Beauvoir (de quien fue amante), la revista Les temps modernes, que hoy dirige.
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Todo esto después de haber pertenecido a la resistencia francesa y de haber escapado al genocidio. Ahora lo cuenta todo en un libro, La liebre de la Patagonia, unas memorias atípicas y sin orden cronológico que ayer estuvo presentando en el Instituto Francés de Madrid y que han sido un éxito de ventas en Francia. "En mí país soy querido, amado, venerado, odiado y detestado, pero he alcanzado la posteridad", presume.

PREGUNTA.- Escribe usted de su propia vida como si la hubiera vivido otra persona o como si la suya fuera la peripecia de un personaje de ficción.
RESPUESTA.- No es exactamente así pero tampoco son unas memorias. Fue mi editor francés quien me obligó a poner memorias para poder encasillar el libro en una categoría clara. Al igual que el resto de mis trabajos, como sucede con Shoah, hablamos de obras inclasificables. El orden no existe en este libro aunque sí existe un criterio, el de la memoria, es decir, el de lo que en mi memoria es más importante. Por eso empiezo con un capítulo dedicado a cómo se puede infligir la pena de muerte a una persona. De allí desemboco en mi experiencia personal, en concreto en mi tiempo en la resistencia contra los alemanes, preguntándome qué habría hecho yo en el caso de haber sido capturado, en relación a los que se suicidaron para no hablar. Y me pregunto: ¿Habría sido yo capaz de suicidarme? El tema del valor frente a la cobardía es el eje del libro y la arquitectura de la obra es a la vez libre, rigurosa y sutil.

P.- ¿Hasta qué punto ha sido sincero? ¿Ha guardado muchas cosas? ¿Es difícil para alguien que ha retratado el siglo XX con tanta fidelidad retratar la vida propia? R.- Claro, no lo he contado todo... Está lo importante y lo muy importante. Es un libro muy íntimo y a la vez libre, pero no por ello triste, hay muchas ocasiones para reírse. Es un libro novelesco porque mi vida ha sido novelesca, he sido una persona libre que ha asumido retos que otras personas no habrían asumido y he procurado no estar encorsetado en leyes. Mi vida ha consistido en el inconformismo en los momentos más relevantes. 

P.- ¿Habría suprimido algún pasaje de esa vida o del libro?
R.- ¿Suprimir? ¿Por qué? 

P.- Todos nos arrepentimos de ciertas decisiones...
R.- No, quitar partes me convertiría en otra persona. Yo no me juzgo, ni entro a valorar lo que he hecho bien o mal. El reto ha sido el valor de la sinceridad a la hora de decir cosas que no eran agradables. Pero lo importante es que fuera veraz, ahí está la riqueza del libro. En cuanto a partes favoritas, pues hay muchas, hay capítulos muy bonitos y también hay frases realmente bellas, porque esto también es una obra de literatura, de gran literatura.

P.- La liebre de la Patagonia ha tenido mucho éxito en Francia. ¿Se siente querido allí? ¿Se percibe como parte de la historia de su país? R.- En mi país soy respetado, amado, adorado, odiado, detestado... todo a la vez. Pero Francia no es nada, habrá querido decir en la historia del mundo. De hecho, sus colegas de El País escriben que con este libro he conseguido la posteridad. 

P.- ¿Es que no se la había dado Shoah?
R.- Sí, lo cierto es que ya lo había hecho con esta obra, que está reconocida mundialmente como un documento único, histórico. Y de hecho este libro está en sintonía con Shoah. Hace dos meses en Alemania recibí el gran premio de literatura (saca de una carpeta azul varias páginas de periódicos alemanes con su fotografía en la apertura y traduce): "aquí dice: 'una vida dedicada a la grandeza del espíritu'. Y en este otro: 'un héroe y un enorme valiente', y lo firma una descendiente de Wagner...

P.- ¿De alguna manera, cuando rodó Shoah, había también una intención de trascendencia, de alcanzar la inmortalidad más allá del hecho de hacer justicia?
R.- No, no la hubo, sólo lo hice para dar a conocer lo que fue el genocidio. 

P.- En el libro da la sensación de que habla del largo rodaje de Shoah como de unos años oscuros, en los que usted estaba muy absorbido por su material. ¿Llegó a no verle el final?
R.- Y menos mal que lo estaba, si no, aún no lo habría acabado (ríe). No es tanto una época oscura como un tiempo difícil, a veces muy difícil. Cuando lo acabé no sentí una alegría particular, porque siempre supe que en algún momento iba a terminar. No de golpe, no como para poder pasar página. De hecho, cuando terminó el rodaje empezó una tarea enorme que fue la del subtitulado, y luego tuve que pelear por la película, porque no tenía dinero ni siquiera para la primera copia. Y una película de nueve horas subtitulada es muy cara. 

P.- De lo que más ha hablado la prensa tras la publicación del libro es de su relación con Sartre y Simone de Beauvoir, de la que fue amante. Usted dice que ellos le enseñaron el mundo. ¿Qué les enseñó usted a ellos?
R.- Ellos me enseñaron a pensar y yo les di que pensar, así podría resumirlo. Simone de Beauvoir me enseñó España, por ejemplo, vine con ella varias veces en tiempos de Franco. Yo les enseñé cómo fue el exterminio y las dificultades y contradicciones de una vida como la mía.

P.- ¿Por qué se define como un mal judío? ¿En qué consiste eso?
R.- Soy un curioso mal judío. Y, desde luego, para ser un mal judío la verdad es que he consagrado un buen tercio de mi vida a estas cuestiones. Cuando digo mal judío quiero decir que no he sido educado en la religión, pero considero que hay dos tipos de judíos, el de la positividad, que basa el ser judío en la práctica, y el de la negatividad, entre los que me encuentro. No es que me haya convertido en judío, porque siempre lo he sido, pero me he ido sensibilizando. En mi vida lo que ha jugado un papel central han sido el antisemitismo, la persecución, la empresa nazi del exterminio... y aunque ni a mí ni a nadie de mi familia nos detuvieron lo cierto es que podía haber ocurrido. En definitiva, los rabinos me dicen: "Alguien que ha hecho Shoah no puede ser un mal judío". 

P.- Sus declaraciones pro israelíes han sido muy polémicas. ¿Por qué es tan complejo hablar de esta zona del mundo y salir ileso?
R.- Son prejuicios. Hablo de Israel en mi libro como hablo de Alemania y de España, y además lo hago con conocimiento de causa, a diferencia de mucha gente que habla sin saber. He hecho películas sobre Israel. Mi primera película, seleccionada para el Festival de Nueva York en el 73, se titula Por qué Israel, sin interrogación. Y es una película de gran belleza sin ser propaganda, huye del maniqueísmo y muestra las contradicciones y las dificultades de un país joven que intenta construirse después de una catástrofe como fue la de Shoah. Mi segunda película, del 94, Tsahal, sobre el ejército israelí, habla de las injusticias que se dicen y sobre el valor, sobre las armas, sobre el sacrificio y el número de muertos que ha resultado de todas las guerras en las que ha entrado Israel. Y también sobre el peligro existencial al que se enfrenta el país. Pero no escondo en ningún momento sus contradicciones o sus excesos, que los hay. 

P.- Ese país le valió la enemistad con Godard.
R.- Godard dijo tonterías y yo me limité a transmitir lo que él había dicho. ¿Lo preguntas.