La revolución tunecina amenaza los otros regímenes
del Magreb y Egipto

Occidente al apoyar los regímenes dictatoriales se ha convertido en un obstáculo para la democratización del mundo árabe 

El Houssine Majdoubi *
19.01.2011 

Los ciudadanos del mundo árabe siguen con gran interés y entusiasmo los acontecimientos históricos de Túnez y se preguntan acerca del futuro de los regímenes de la región después del derrocamiento del presidente Zine el Abidine Ben Ali como consecuencia de la injusticia política y social que ha practicado durante más de dos décadas. Una revolución que viene a destacar el papel crucial de las nuevas tecnologías en mover a los pueblos, también pone en relevancia el papel repugnate de Occidente que brinda un apoyo incondicional para la continuidad de unas dictaduras medievales.
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La revolución política que vive Túnez, demuestra que los mismos motivos que generaron el derrocamiento de este dictador que son: la falta de libertades, la injusticia social, los niveles insoportables de la corrupción y la militarización del país existen en el resto de los países del mundo árabe sobre todo en los siguientes países: Argelia, el país rico en gas y petróleo carece de infraestructuras y los hermanos del presidente, Abdel Aziz Bouteflika están inmersos en la corrupción. En Marruecos, el entorno del rey Mohamed VI se enriquece de una forma escandalosa, mientras que los hijos del coronel revolucionario Mouamar Gadafi se han convertido en príncipes que controlan el destino político y financiero de este país rico en petróleo. Por su parte, el presidente Hosni Mubarak está intentando convertir a su familia, que controla ya sectores importantes de la economía del país, en un nuevo miembro del club de la realeza en Oriente Medio. Mauritania es el único país que escapa de esta ola de corrupción gracias en parte a los golpes de estado en los últimos años que expulsaron otro dictador que se llama Muhauiya Ueld Taeh.
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Sin embargo, a pesar de todo esto, Occidente no cesa de defender a estos regímenes. En el caso de Túnez, Occidente consideraba a Ben Ali hasta su derrocamiento "el alumno ejemplar", el propio presidente francés, Nicolás Sarkozy dijo en el 2008 que Túnez vive en una democracia. Durante todo el mes que duraron las protestas, los gobernantes de Occidente, excepto los EE.UU, mantuvieron un silencio sospechoso, incluso la jefa de la diplomacia francesa, Michèle Alliot-Marie se ofreció a asesor al régimen de cómo hay que acabar con las protestas y rechazando dar lecciones de democracia a otros países. Semejante postura pone de relieve el concepto selectivo de Occidente a la hora de exigir a algunos países la democratización y otros no.
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La Unión Europea encabezada por Francia presiona los presidentes de Costa de Marfil, Sudan e Irán y por otra parte mantiene un silencio más que sospechoso acerca de los que está pasando en el mundo árabe y sobre todo en el Magreb. Si Occidente desempeñó un papel crucial en la democratización de los países de Europa Oriental, pues está haciendo lo contrario con los países árabes. No sólo apoya a los regímenes dictatoriales sino también les facilita el saqueo de la riqueza de los pueblos al permitirles la apertura de cuentas bancarias donde depositan lo robado y les autoriza la compra de inmuebles y acciones en grandes empresas europeas. Con este comportamiento, Occidente es cómplice por excelencia en estos crímenes. Otro regalo brindado a estas dictaduras, es que la UE y desde hace años ya no otorga el asilo político a los que escapan de estos sangrientos regímenes.
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Peor aún, Occidente siempre dice que está luchando contra los movimientos islámicos radicales y terroristas, y las investigaciones sociológicas demuestran que, en gran parte
el fanatismo es el resultado directo de la injusticia social y la corrupción de estos regímenes dictatoriales. A pesar de todo esto, Occidente ignora esta realidad y estos hechos y se aliena con las dictaduras.
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La revolución tunecina es muy reveladora de una nueva realidad política y social en el mundo árabe y sobre todo en el Magreb que viene para confirmar unos nuevos datos que escapaban a las dictaduras y a Occidente:
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1-Las revueltas y los cambios políticos en el mundo árabe no dependen de los movimientos islámicos como suelen destacar múltiples estudios académicos sino en gran parte de la reacción de los pueblos al no poder soportar más la humillación, el saqueo, la marginación y el paro. En Túnez, el movimiento islámico prohibido Nahda (renacimiento) no tuvo ningún papel destacable en este cambio. En consecuencia, el derrocamiento de cualquier déspota árabe es muy posible.
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2-El papel crucial de las nuevas tecnologías de comunicación de Internet y el teléfono móvil que han permitido sacar imágenes de la actuación brutal de las policías y también el papel de las televisiones por satélite como Aljazeera y Alhiwar además ediciones digitales de periódicos críticos como Alquds Árabe. Estas nuevas tecnologías facilitaron una coordinación perfecta entre los manifestantes de diferentes ciudades tunecinas y lo más importante informaron a la opinión pública internacional de lo que estaba sucediendo.
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3-Este levantamiento confirma que la institución militar no está siempre dispuesta a enfrentarse al pueblo y defender a regímenes corruptos, porque los jefes militares están conscientes que la situación internacional ha cambiado con el surgimiento de la justicia internacional. El punto de inflexión de la revolución tunecina radica en el rechazo por parte del jefe de las fuerzas terrestres, el general Rahid Amar de abrir fuego contra los manifestantes. Esta misma institución militar que impide ahora en Egipto el nombramiento de Jamal Mubarak como sucesor de su padre Hosni Mubarak que lleva más de tres décadas en el poder y que su balance es peor que Ben Ali. E incluso Egipto puede vivir dentro de poco una situación semejante a la tunecina, por lo menos esto lo que ya destacan los analistas árabes en diferentes paginas web desde la noche del viernes.
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4- El levantamiento de Túnez puede contagiar fácilmente a los países de la zona, Marruecos, Libia, Argelia y Egipto y otros como Jordania y Yemen. Los pueblos de estos países sufren de la corrupción, el paro y el saqueo sistemático de las riquezas por unos muy pocos cercanos al poder. La noche del viernes hubo manifestaciones en las capitales Rabat, El Cairo, Aman frente a las embajadas de Túnez saludando a la revolución. Centenares de blogs y páginas web árabes piden desde la noche del viernes una solución a la tunecina. Y de una forma sorprendente, Marruecos, Argelia, Mauritania, Libia, Yemen y Jordania han anunciando que no aumentarán los precios de los productos básicos como la leche, el pan y el aceite. Además Argelia anunció una indemnización a los parados universitarios.
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5- Los hechos vienen a confirmar que Occidente al apoyar regímenes corruptos y dictatoriales, se ha convertido un en obstáculo para la democratización del mundo árabe y sobre todo Magreb. Occidente ya forma parte del problema.

* El Houssine Majdoubi es periodista marroquí. Corresponsal en España de Al Quds al Arabi