LIBRO

La culpa y el destino


El afán de integridad engrandece y atenaza al protagonista de Némesis, la última novela de Philip Roth, ambientada en los años de la Segunda Guerra Mundial. El escritor compone una tragedia compleja, sugerente y precisa, a la altura de sus mejores creaciones


José María Guelbenzu
17/03/2011

Philip Roth prosigue con su incansable labor de derrotar al tiempo escribiendo una novela tras otra. El resultado de este trabajo ha sido, a partir de La mancha humana, más bien irregular: ha dado obras soberbias, como Sale el espectro o Indignación y mediocridades como El animal moribundo o Elegía. Esta novela que comentamos, Némesis, la última aparecida, es, sin duda, una novela extraordinaria, a la altura de sus mejores creaciones.

En esta ocasión, Roth se enfrenta al problema de la culpa, pero lo enfrenta desde un ángulo especialmente interesante: Eugene Bucky Cantor es un joven atleta de veintitantos años, monitor de deportes de un colegio en el barrio judío de Weequahic, en Newark, que no ha podido alistarse en el Ejército por su vista deficiente. Estamos en plena Segunda Guerra Mundial y él se siente disminuido con respecto a sus amigos que están en el frente. Al mismo tiempo, se declara una epidemia de polio en el barrio y empiezan a morir o enfermar algunos de los niños que tiene a su cuidado. En ese momento, su novia (un sueño para él, una promesa de vida futura y ascenso personal y social) le sugiere que se aleje de Weequahic y se contrate como monitor en Indian Hill, en el campamento juvenil en las montañas Pocono donde ella está trabajando. Bucky duda entre su responsabilidad en el barrio y la grata perspectiva de reunir el cuidado de niños con el reencuentro con su novia y, al final, tras muchas dudas, se decide por aceptar el trabajo que le ofrecen en Indian Hill.

El ángulo de entrada al problema a que nos referíamos (la culpa) es el de abordar este sentimiento desde el sentido de la responsabilidad. Bucky es un chico honesto, con un desarrollado sentido del deber y del honor personal que se va a ver encerrado entre la sensación de traición por abandonar el barrio y la deseable y atractiva felicidad de instalarse en el campamento. Da onstantemente vueltas a un hecho doble: que no ha podido ir a la guerra y que no se ha quedado a luchar contra la polio. Las mejores novelas de Roth son aquellas que plantean un dilema de conciencia de dimensiones dramáticas. Pero Némesis se parece más a una tragedia en la medida que el destino implacable actúa sobre el personaje. La epidemia de polio le lleva a preguntarse sobre el sentido de la existencia de Dios y este es uno de los dos leitmotiv sobre los que se balancea el libro; el otro es el contraste entre la vida sana en el campamento y la enfermedad en el colegio del barrio. Están continuamente presentes, tejiendo subrepticiamente la historia y acompañando al lector. La excusa que él se acaba dando para mantenerse en el campamento ("no era médico ni enfermero, no podía regresar a una tragedia cuya condición no estaba en sus manos cambiar") no satisfará a su conciencia, que sigue gruñendo. Y aquí nos detenemos para no adelantar acontecimientos al lector.

Para poder relatar con todas sus consecuencias, Roth utiliza a un narrador que es uno de los chicos del colegio, atacado de polio, y que encuentra a Bucky muchos años después. El narrador se descubre a media novela y será decisivo -muestra de la gran sabiduría narrativa de Roth a estas alturas de su vida de escritor- para poder elevar el relato a su mayor altura y poder exponerlo en toda su dimensión trágica. El afán de integridad que engrandece a Bucky y lo atenaza a la vez, su dignidad de pobre también, que tiene una fuerte componente de orgullo obsesivo, su enfermizo sentido de la responsabilidad... es lo que sustenta la potencia del personaje. De él dice el narrador que era "una persona abrumada por un sentido del deber exacerbado, pero dotada de una mente poco poderosa". Bucky carece de humor, se toma todo demasiado en serio, logra el amor pero lo llena de ensoñaciones previas; la seguridad de sus principios es también la inseguridad de su vida (eso queda a la vista en su conversación con el doctor Steinberg, el padre de su novia)... La culpa lo mina, pero lo mina por ese exceso de responsabilidad: esta es la aportación original de Roth a un tema clásico que, en el fondo, no es otro que el de la santidad en un mundo laico.

Los elementos que dan vida al escenario (la atmósfera del barrio y la progresiva angustia de las familias, la oprimente presencia de la polio, la descripción de la vida sana del campamento...) están admirablemente logrados con economía de medios y una calidad de sugerencia basada en la precisión que resulta inolvidable. Esta es una novela breve con una capacidad de concisión asombrosa: cuanto más sabio es el autor, más claro es su texto. Y, sin embargo, como el lector comprobará fascinado, no hay nada más complejo que la claridad.

El narrador se descubre a media novela y será decisivo para exponerla en toda su dimensión trágica
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