El secreto de la crueldad

La finlandesa Sofi Oksanen conquista con Purga el Premio Europeo a la Mejor Novela


Winston Manrique Sabogal
01/03/2011
Foto - by Sigrid Nygaard

Sofi Oksanen ha ganado con su novela Purga los principales premios europeos. Un mosaico humano y político sobre el pasado de Estonia bajo la ocupación nazi y la tiranía soviética. Un thriller político y psicológico que implica el tráfico de personas.

Pääskyset olivat jo menneet, mutta kurjet auroittivat taivasta kaulat suorina...", y la voz en finés de Sofi Oksanen leyendo un pasaje de su novela Purga suena como una oración solitaria en un bar en penumbra de cuyo techo caen delgadas columnas de luz. Es el comienzo de un capítulo que condensa en una metáfora la historia que narra y el libro mismo, la de la trágica realidad emocional y política de Estonia en el siglo XX ocupada primero por los nazis y luego medio siglo por la tiranía soviética y la de su estilo. "...Niiden huuto satoi peltoon ja särki Aliiden päätä...", continúa ella hasta acabar la entrevista en Helsinki por una novela que está ganando desde hace dos años los premios más importantes de Europa.

Poco antes de que empezara a leer en finés: "Las golondrinas ya se habían marchado, pero las grullas cruzaban el cielo en formación y con los cuellos estirados...", la escritora fino-estonia, de 34 años, había explicado sus intereses literarios y las cicatrices dejadas en los estonios tras medio siglo de dictadura, vejaciones e impostura y los conflictos del presente como el tráfico de personas. Fue cuando denunció la larga sombra de Rusia: "A pesar de los problemas de la Unión Soviética y las víctimas, uno de los aspectos en el que estoy más interesada es el de los efectos mentales; es un sistema de lavado de cerebro. Incluso ahora que Estonia es un país europeo, podemos hallar pequeñas huellas de esa mentalidad soviética; lleva años, muchos años, lograr que cambien estos aspectos del alma de los ciudadanos y también los valores de la sociedad". Oksanen calla..., coge la taza transparente del capuchino con la espuma secándose por sus paredes y toma su penúltimo sorbo.

Puhdistus. Purga.
Eso es lo que muestra la novela en varios niveles: el político y el social, pero sobre todo, las esquirlas que desprende un férreo sistema en el ámbito personal, psíquico y sentimental. Un mosaico del verdadero corazón de la Estonia bajo el yugo soviético. La escritora describe ese mundo juntando la vida de dos mujeres de diferentes generaciones que deben confrontar su pasado y su presente, Aliide y Zara. Lo narra a ritmo de thriller trenzado de drama amoroso y secretos. Y deja claro cómo algunas felicidades prometidas por ciertos regímenes o personas no son más que una felicidad emponzoñada.

¿Cómo supo ella esas historias? En Helsinki, bajo el azul luminoso dejado por una nevada, Sofi Oksanen llega al bar-nightclub Ahjo abierto para esta entrevista. Atraviesa el vestíbulo de bebidas de colores, baja una corta escalera y se interna en un amplio salón semioscuro. Saluda. Se detiene, y su vestuario de negro riguroso le hace improvisar una fugaz escena del teatro negro de Praga donde su rostro, enmarcado por una abombada melena azabache de rastas, es lo único claro. ¡Solo por tres segundos! Hasta que se quita una bufanda negra que deja al descubierto una gargantilla de perlas gigantes. Da cuatro pasos, pone el abrigo sobre una de las butacas del rincón y se sienta en otra quedando escoltada por la oscuridad esparcida de columnas de luz cenital.

Ella, Oksanen, es el punto de encuentro de dos países hermanados histórica y culturalmente: es de madre estonia y padre finlandés. Además, porque los novelistas estonios no suelen tratar el pasado reciente como ha hecho ella con Purga. Ya antes, en 2003, había llamado la atención con Las vacas de Stalin (451 Editores) al hurgar en la historia de una Europa dividida entre el Este y el Oeste, y dos años después con Baby Jane, sobre la relación entre sus dos países, lo cual le ha llevado a popularizar una Finlandia literaria más allá del long-seller de Mika Waltari, Sinuhé, el egipcio.

En el salón solo se oye su voz, un tris cavernosa, que empieza a reconstruir parte de su pasado y de su familia, esenciales en su obra. Su madre estonia se casó con un finlandés en 1974, dos años después se trasladaron a Finlandia y el 7 de enero de 1977 nació ella. Varias veces la llevaron a ver a sus abuelos que vivían en un koljós, cooperativa agrícola soviética, al oeste de Estonia, en una zona rural militarizada y de difícil acceso... Un camarero se acerca y ella pide un capuchino, en lugar de su habitual café a la hora de escribir y privándose del cigarrillo... Desde pequeña vio, oyó y sintió la auténtica Estonia soviética. Su infancia estuvo poblada de murmullos de historias ajenas, quejas y lamentos. Intuyó el valor de la mentira y la impostura para sobrevivir. Siberia, Siberia.

Una palabra que solía estar en aquellos relatos que se referían a los miles de personas que "se habían ido a vivir a allí. Hasta que en los noventa se le empezó a llamar por su nombre: ¡deportación. Exilio!". Además, el contacto con sus abuelos era complicado. "Los teléfonos estaban intervenidos y no podías hablar de nada abiertamente; sin contar con que encargar la conferencia telefónica era un proceso delicado. Las cartas se censuraban y no podías escribir de ciertas cosas. Mis cartas infantiles, por supuesto, no lo eran. Pero mi madre y mis parientes tenían un código: hacían unas marcas que convertían la frase en todo lo contrario".

Un progresivo y suave aroma de café altera el aire. El camarero vuelve con una taza alta de cristal, rebosante de espuma de capuchino, y una cucharilla de mango largo. Las coloca sobre una mesita negra con un vidrio que las refleja nítidas. Oksanen se inclina a coger la taza y su imagen también se duplica sobre el vidrio, al tiempo que este hace lo mismo sobre sus gafas. Toma un sorbo y misteriosamente sus labios de rojo esquivan la espuma. Retoma la conversación sobre su familia, y pasa a hablar de la Universidad de Helsinki donde estaba un poco harta de investigar y explorar los textos de los demás. Así decidió entrar en la Academia de Teatro y realizar su sueño de dramaturga.

Era el mejor sitio para aprender a escribir, ya que no había talleres de escritura creativa. En febrero de 2007, ya con dos novelas, estrenó su primera obra en el Teatro Nacional de Finlandia: Puhdistus. ¡Éxito! Y ese éxito modificó su destino al querer hacer una versión novelada que publicó en 2008. La transformación de teatro a novela no fue tan difícil. "Los personajes y el mundo ya estaban. El título también". Desde entonces no han cesado las distinciones a mejor libro de Finlandia, del Consejo Nórdico, el Femina de Literatura Extranjera o el Premio Europeo a la Mejor Novela de 2010, y que acaba de editar en España Salamandra, en castellano, y La Magrana, en catalán.

¿Dónde puede estar la clave de su acogida? Sofi Oksanen se acomoda en la butaca mientras recoge su larga melena de rastas, algunas moradas, sobre los hombros. Aparte de la estructura de péndulo, de ir del presente al pasado con tres historias que van armando el puzle de sus vidas en un thriller, es clave el punto de vista del narrador. Uno muy humano que por momentos toma distancia o busca la complicidad del lector o se implica en la historia. "En las primeras versiones de Purga el narrador hablaba en primera persona. Pero en un momento dado lo cambié a la tercera, así adquirió la voz definitiva. Pero es cierto que tanto en Las vacas de Stalin como en la novela que estoy escribiendo, están escritas en la primera persona que me sale natural; aunque en esta última eso puede cambiar".

Los detalles son cruciales en Purga. A veces duros. "Supongo que como se dice, la verdad está siempre en los detalles, y como ha dicho un colega finlandés: si quieres escribir sobre sexo para que no parezca pornografía tienes que ahondar en los detalles. Y es así tanto para el sexo como para la violencia. No me gusta distanciarme. Me gusta que el lector entre en la historia a través de información visual, auditiva; de cómo se sienten las cosas desde el punto de vista material, no olvidar los aspectos sensuales".

Tratar de involucrar los cinco sentidos no fue tan difícil. "En cambio sí lo fue acertar en los detalles del periodo histórico. Son temas que no están en los libros de historia o investigaciones; por ejemplo, la clase de pomo de una puerta o el diseño de las cortinas. Al evocar mi infancia en Estonia recordé hasta qué punto era un mundo diferente del de Finlandia y del occidental", cuenta la escritora en un tono más desapacible. "Debido a la ocupación soviética y al atraso económico era como un museo al aire libre. Esas experiencias de niña han sido clave para mí como escritora".

Y a los recuerdos se sumaron la búsqueda de testimonios y documentación sobre temas cotidianos, de costumbres. La comida tiene un homenaje. Oksanen sonríe complacida ante la reminiscencia. "En Estonia, por ejemplo, al poco tiempo de la crisis se agotaron las existencias de los tarros o frascos porque todo el mundo se puso a hacer conservas como una reacción automática. En cambio, en Finlandia las alacenas están vacías". De pronto, en sus ojos aguamarina se atisba un cambio y su voz se torna entre alegre y nostálgica al decir que investigó en las viejas revistas femeninas estonias. "Entendí que tenía un punto ciego en mi mente de cómo había sido visualmente Estonia en la época presoviética", dice mientras coge la cucharilla para remover el capuchino, y se reaviva la espuma de las paredes de la taza.

Purga comienza y termina en 1992. Un año después de su independencia y tres de la caída del muro de Berlín. Desde esa fecha se recrea el pasado de los personajes y traza un fresco de su presente y del país. "Estonia ha tenido un enorme progreso en 20 años. La verdad es que se han hecho las cosas bastante bien en el sentido de que se ha logrado crear un Estado legal y acabar con la corrupción, con éxito en comparación con países cercanos como Lituania y Letonia. Se ha conseguido reducir el crimen. Estonia tiene ahora el euro, pertenece a la Unión Europea y a la OTAN, lo cual la hace más conectada que Finlandia, que no pertenece a la OTAN. A pesar de la crisis actual, ha conseguido la confianza de la Unión Europea". Y un deje orgulloso se nota en su voz: "El progreso en las tecnologías de la información ha sido sorprendente, es la nación mejor conectada a Internet de Europa".

Pero el pasado sigue ahí. En los mismos dos ámbitos: político-social y personal. "No ha sido fácil curar las heridas. Está mejorando, pero el pasado es complicado. Y lo es de maneras concretas. Por ejemplo, la frontera con Rusia todavía no está ratificada y la gran minoría de ciudadanos de Estonia que hablan ruso son un problema; bueno, ellos no, pero Rusia los está usando en su política exterior. Hace un momento decía que se ha reducido la corrupción, aunque la verdad es que cada tanto sale un asunto donde un político ha recibido un soborno de Rusia y eso genera mucha complicación".

El saqueo de las emociones y sus consecuencias son otra cosa. Como cuando un cuervo se va pero las ondas de su graznido se congelan. "A pesar de los problemas de la URSS y las víctimas, uno de los aspectos en el que estoy más interesada son los efectos mentales, es un sistema de lavado de cerebro. Incluso ahora...", y es cuando se lamenta de las heridas dejadas por el régimen. Calla, toma su penúltimo sorbo de capuchino y deja la taza donde el aire va devorando rápidamente la espuma adherida al cristal.

Puhdistus. Purga.
Los tiempos no acaban de sincronizarse.
El tiempo aún no ha devuelto a algunas palabras mancilladas su real significado.

"En los Estados bálticos, Igualdad es una palabra que aún suena sospechosa, mal, porque oficialmente en la época soviética todo el mundo era igual, pero no lo era. Por lo tanto, sigue sin haber confianza. Sucede lo mismo con la libertad de expresión. Es difícil explicar por qué hay que permitir que se expresen puntos de vista opuestos en defensa del derecho a la libertad de expresión. O por qué hay que proteger a las minorías. Hay cierta desconfianza y se sigue usando una frase antigua: 'Nunca se sabe".

Y aquel presente-futuro de la liberación, reconoce Oksanen, trajo consigo otros problemas, o los hizo visibles. "Cuando empecé no sabía que iba a escribir sobre tráfico de personas. Sí sabía que quería hablar sobre la violación como un crimen de guerra. Descubrí que esas víctimas de diferentes lugares y orígenes religiosos tenían experiencias parecidas. Supe que las víctimas de tráfico de personas tenían las mismas reacciones traumáticas que las de la violación en la guerra. Debía mostrar que incluso la llegada de la libertad no había sido igual para todos. Los países bálticos son muy jóvenes y no han podido desarrollar un Estado de bienestar, de manera que cuando aparece una crisis los golpea de manera brutal".

Toma el último sorbo del capuchino, que saborea hasta el fondo. Ahora sus reflexiones exploran las esclavitudes de la modernidad allí. "El materialismo es una de ellas. Mientras los finlandeses quieren ser dueños de su coche o apartamento, en Estonia lo que realmente importa es aparentar ser rico. ¡Deslumbrar! Los coches de marca y los apartamentos son todos alquilados y la ropa tiene más importancia que para los finlandeses". Hace una pausa para aclarar con un asomo de sonrisa que "Estonia ha atravesado tantos cambios y reformas del suelo que no es aconsejable comprar tierra porque nunca se sabe".

Y tras una sonrisa irónica, llega una frase seria ante la pregunta de la posición, oficialmente neutral, de Finlandia durante la época soviética. "No era realmente neutral. El periodo de la finlandización del efecto que la Unión Soviética tuvo sobre el país fue muy fuerte. Finlandia era independiente, pero todas las decisiones importantes las tenía que aprobar Rusia", y relata algunos episodios en los cuales Finlandia dio la espalda a los estonios. Ahora es distinto, "¡claro!". La relación es más estrecha. Además, muchas empresas finlandesas están presentes allá. Algo que, asegura la autora, debe relacionarse con el descenso de los niveles de corrupción. "Todo esto hace que Finlandia se considere como el hermano mayor de Estonia, y a ellos no les gusta que se les vea como a un hermano menor".

Sofi Oksanen abre un ejemplar en finés de Puhdistus. Se acomoda en el borde de la butaca, la mesita muestra en negativo su cara oculta por la novela, la taza de cristal porosa de espuma y la cucharilla que acoge una chispa de luz, y empieza a leer de manera cautivadora: "Pääskyset olivat jo menneet... Las golondrinas ya se habían marchado, pero las grullas cruzaban el cielo en formación y con los cuellos estirados. Su graznar resonaba por los campos y hacía que a Aliide le doliera la cabeza. Al contrario que ella, las aves eran... Toisin kuin hän, ne pääsivät posi, niillä oli vapaus lähteä...".

Es un sistema de lavado de cerebro. En Estonia aún podemos hallar huellas de esa mentalidad soviética, lleva años lograr que cambien aspectos del alma"
En los Estados bálticos, Igualdad es una palabra que aún suena sospechosa y es difícil explicar la libertad de expresión"

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