Del ordenador de la empresa al de casa, un 'salto' en cuarenta años
La ciberdelincuencia se sofistica pero cada vez hay menos impunidad
Javier Ricou
Año 1973. Un trabajador de una delegación de trabajo de Baviera logró transferir a cuentas bancarias propias y de familiares 250.000 marcos de la época. Y lo hizo a través del ordenador de su empresa. Ese funcionario alemán, que robó ese dinero de los fondos destinados al subsidio infantil, ha pasado a la historia como uno de los primeros piratas informáticos. Ramon Arnó, abogado e implusor -junto con el ingeniero de Telecomunicaciones, Jaume Guasch- de la página La Familia Digital, recuerda este caso, documentado en el libro del profesor Mir Puig. Es el ejemplo perfecto, afirmá Arnó, para constatar la evolución de la delincuencia informática en las últimas cuatro décadas. El caso de Baviera sólo podía ejecutarse desde el ordenador de la empresa, “cuando hoy en día esos fraudes, estafas, calumnias o incitaciones a delitos pueden perpetrarse sin salir de casa”, añade este abogado de Lleida.
Fue también a inicios de la década de los setenta cuando aparecieron los primeros virus informáticos. Creeper fue uno de los pioneros y atacaba a las entonces famosas IBM 360. Emitía un mensaje: “I'm a creeper... catch me if you can” (soy una enredadera, agárrenme si pueden). Para combatir esa plaga, que dañaba los ordenadores, se creó el primer programa antivirus denominado Reaper (segadora).
Hoy en día el mundo de la piratería informática es mucho más sofisticado. Los delitos por la red se multiplican y cada día aparecen nuevos virus y antivirus, creados casi al mismo tiempo. Pero ahora hay también muchas más armas para cazar a esos delincuentes que navegan por la red.
Jaume Guasch alerta de que la impunidad que años atrás proporcionaba el teclado de un ordenador “es ya historia”. Los agentes especializados en perseguir los delitos informáticos encuentran los rastros dejados, desde la propia máquina, por ese delincuente. Nunca hay que olvidar, añade este ingeniero en Telecomunicaciones de Lleida, que toda la actividad en la red “queda registrada en una dirección conocida como IP”. Es como si se dejara el DNI en el escenario de un crimen.
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